Macarena Barahona Riera
y la cólera cívica de Luis Barahona que acaban de morir,
y ahora hojeo sus libros incorruptibles en el estante de otro tiempo. (Isaac Felipe Azofeifa, 1987).
El Corpus de la obra filosófica publicada e inédita de Luis Barahona Jiménez editada por la editorial de la Universidad de Costa Rica en el tomo incógnito iberoamericano reúne sus textos comentados por otros textos de filósofos costarricenses. De su primera obra el incógnito costarricense a su segundo trabajo sobre la filosofía y la epistemología de la identidad El ser hispanoamericano y su ensayo Carta a Iberoamérica.
Autor/ Author
Macarena Barahona Riera Universidad de Costa Rica
Correo: macarena. barahona@ucr.ac.cr
Recibido: 02/05/24 Aprobado: 30/06/24 Publicado: 05/09/24
José Luis Barahona Jiménez nació en Cartago el 21 de abril de 1914 y murió en San José en 1987; filósofo, escritor, catedrático universitario, diplomático y Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Cartago (Municipalidad de Cartago, 1977 citado en Asamblea Legislativa, expediente N.° 19 938). Integró el Centro
para el Estudio de los Problemas Nacionales y fue miembro de número de la Real Academia Costarricense de la Lengua. A su vez, fundó el Instituto Costarricense de Cultura Hispánica y El Ateneo de Costa Rica. Además, participó activamente toda su vida en el acontecer político e intelectual de la nación.
Llevó a cabo sus primeros estudios en su ciudad natal, en el Colegio San Luis Gonzaga, y cursó sus estudios superiores en la Universidad de Costa Rica, donde se graduó en 1945 como parte de la primera generación de estudiantes de dicha universidad. Esta casa de estudios publica, en 1943, su primer libro: El gran incógnito, con el cual inicia su pensamiento social de la identidad nacional y latinoamericana basado en una visión filosófica del campesino del Valle Central . Asimismo, su tesis de Filosofía y Letras, Primeros contactos con la filosofía (1950), se centra en la especulación filosófica. Está, junto a las obras: Al margen del Mío Cid (1943), Glosas del Quijote (1953), El ser
hispanoamericano (Madrid, 1959), Filosofía griega (1966), Ideas, ensayos y paisajes
(1972a), Juventud y política (1972b), El pensamiento político en Costa Rica (1976), Las ideas políticas en Costa Rica (1978), Ideas estéticas en Costa Rica (1973), Historia de la Universidad de Costa Rica (1977), Anatomía patriótica (1970), La patria esencial (1980), Ensayos (1985), La inteligencia comprensiva (1987) y El ser iberoamericano (inédito), desarrolla su pensamiento acerca de la identidad nacional, de la identidad latinoamericana y de la identidad hispanoamericana. El desarrollo del pensamiento filosófico del doctor Barahona deviene de una profunda vocación que eligió desde muy joven y de su formación. Esta última que inició en el San Luis Gonzaga, donde profesores como Moisés Vincenzi, Vicente Lachner, Pío Víquez, Abelardo Bonilla, Monseñor Sanabria, Luis Demetrio Tinoco, entre otros forjaron su educación y amistad. La amistad que unió a Mario Sancho y a Luis Barahona fue de suma importancia. Mario Sancho, director de la magna biblioteca del Colegio San Luis Gonzaga fungió como el tutor intelectual de Barahona y, luego, como su entrañable amigo (Moya, 2015 en Barahona, 2015).
Posteriormente, con sus profesores en la facultad de Filosofía y Letras y con
su interés ético de ahondar en las cuestiones de la sociedad y sus principales retos
continúa desarrollando su pensamiento filosófico, cada vez con mayor fineza y crítica. En su juventud, vio a la sociedad costarricense pasar por muchas transformaciones. Entre ellas, las reformas sociales impulsadas por el doctor Calderón Guardia y sus alianzas con Víctor Manuel Sanabria, líder de la Iglesia Católica y reformador social, y Manuel Mora Valverde, líder del Partido Comunista. Además, sucesos políticos sin antecedentes y enfrentamientos de clases e ideológicos, que configuraron nuevos
planteamientos políticos y luchas militares.
En 1959, Luis Barahona obtuvo su Doctorado en Filosofía en la Universidad Central de Madrid; la tesis que marca el inicio de la investigación sociológica y filosófica en Costa Rica: “El ser hispanoamericano”, le otorgó una graduación con honores. Durante su estadía en España, con una beca otorgada por el Ministerio de Relaciones Exteriores en 1947, conoce a Juana María Riera Gomila en Madrid, con quien contrae nupcias en 1948. Fruto de esa unión nacen siete hijos, algunos de ellos son actualmente docentes universitarios.
A partir de 1948 se dedicó a la docencia, que lo lleva a convertirse en catedrático en la Universidad de Costa Rica, donde forma parte de las cátedras de Estética, Filosofía Política, Ideas Políticas Latinoamericanas, Metafísica, Historia del Arte e Historia de la Música. Además, contribuyó al establecimiento de los Estudios Generales y a la reforma universitaria, tarea que se recopila en el más reciente libro publicado por la Editorial de la Universidad de Costa Rica en su 75 aniversario.
Desde muy joven, don Luis Barahona se interesó por los problemas sociales del país. Inicia su vida política participando en el Centro para el Análisis de los Problemas Nacionales y la Revista Surco, tema que se desarrollará en el siguiente apartado. Posteriormente, contribuyó a la creación y fundación del Partido Liberación Nacional; sin embargo, por diferencias éticas y políticas que expresa por medio de una carta al entonces presidente José Figueres Ferrer, se separa y funda la Democracia Cristiana. Continúa sus esfuerzos ideológicos al apoyar al expresidente Lic. Rodrigo Carazo Odio con la creación del Partido Unidad Social Cristiana (PUSC) y, finalmente, el Partido Popular Democrático.
Por lo anterior, el expresidente, Luis Alberto Monge Álvarez reconoció en el
Don Luis Barahona Jiménez, fue un cartaginés, filósofo ilustre, hombre de grandes quilates intelectuales y éticos, así como constructor, en las décadas de los cuarenta y los cincuenta, de un mejor clima político de solidaridad y reencuentro, en momentos en que la familia nacional se enfrentaba. Este ilustre Cartago, procuró contribuir a enrumbar los destinos de la patria, haciendo énfasis en la identidad iberoamericana y el pensamiento costarricense, procurando siempre, la incorporación de las juventudes a ese bello compromiso que es hacer patria responsable desde la cantera de una ciudadanía consciente de sus derechos, pero también de sus responsabilidades. En suma, en la seguridad de que Costa Rica está en deuda con este ilustre ciudadano, su pensamiento debe incorporarse de lleno en el conocimiento de las nuevas generaciones [...] pensamiento de un hombre que enriqueció al país con su honradez
centenario del natalicio que organizó la Universidad de Costa Rica que:
intelectual, su sentido de construcción humanista XIV del futuro y su gran patriotismo que, sin duda, inculcó en sus estudiantes. (Monge, 2014, 15).
El siguiente es el primer artículo de nuestros compañeros de Cartago. Con el aporte de José Luis Barahona, de sobra conocido, para que sea necesaria su presentación, abordamos uno de los problemas que, en este momento, cuando la Universidad de Costa Rica se enfrentó a una crisis provocada por la renuncia del señor Rector y las manifestaciones estudiantiles que reclamaban ciertos cambios en el personal, presentan mayor interés para los universitarios. Surco abre sus columnas a este a los futuros trabajos que le vengan. (Barahona, 1943b, 12-13).
En el entonces recién conformado Centro para el Estudio de los Problemas Nacionales, se integra Luis Barahona con otros jóvenes cartagineses y empieza su participación escribiendo para la revista Surco. Por ejemplo, en 1943 en el número 36 de Surco se publica su primera colaboración denominada: “Cátedra y Profesor” y es presentado de la siguiente manera:
En este artículo el doctor Barahona, siendo un joven estudiante, diserta sobre la función social de la universidad y el desarrollo de la cultura en la educación universitaria criticando el servilismo y la arrogancia de algunos profesores. Así lo demuestra con las palabras: “arroba a los púlpitos de la verdad, del decoro, emporcando con su presencia el recinto adonde solamente debían llegar los predicadores que enseñan con la sublime elocuencia del ejemplo [...]” (Barahona, 1943b, 12).
El concepto que entiende por melodía, un conjunto de sonidos existentes por sí mismos, hecha abstracción del fenómeno armónico, dista mucho de la verdad. En realidad la melodía y la armonía se confunden, no siendo más que una misma cosa; los términos sólo distinguen atributos, como tales, tienen realidad únicamente en el hombre, no en la cosa [...] Así como las ideas dominantes en el mundo del pensamiento se quiebran para dar paso al desarrollo integral y complejo de una verdad superior, así como el sol humilla sus luces cuando se enfrenta con otros soles, así la melodía principal declina parte de sus galas para negarse en el mar inmenso de las obras polifónicas, con esto nada pierde, al contrario, cobra mayor brillo, porque llega al grado supremo de su entelequia, como decía Aristóteles, es decir a la manifestación actual de su ser. (Barahona, 1977, 26-27).
Otra faceta la muestra en el artículo “Aportaciones a la Estética Musical”, en el cual discurre filosóficamente sobre los múltiples significados de la obra y la creación artística y de los sentidos de la estética:
Estas acotaciones demuestran la sensibilidad y claridad filosófica del doctor Luis Barahona Jiménez; asimismo, su versatilidad como pensador, pues en tanto filósofo
político puede también ser filósofo estético.
Hagamos que nuestra democracia pase de la etapa liberal personalista a la etapa funcional orgánica, en el que se entronice la jerarquía de los verdaderos valores culturales sobre el mejoramiento de cada ciudadano. El día que tal hagamos desaparecerán los fraudes de todo género que hoy por hoy parecen ser los únicos valores cambiables en el mercado de nuestra sociedad y lograremos dar unos pasos más hacia el sumo ideal de los hombres. (Barahona, 1944, 5).
En 1944, en el artículo “Los Hechos y los Principios” Barahona analiza, con una visión profunda y teórica, lamentables acontecimientos políticos en función de la evolución política de Costa Rica. Expresa:
Afirmaciones con fuerza y energía de un joven filósofo sensible ética y cívicamente con la realidad de su país, palabras vigentes décadas después. En un contexto como el actual, en el que Costa Rica se ve agobiada por los muchos casos de corrupción, narcotráfico, homicidios, femicidios y, en general, una oleada de violencia es donde se revitaliza el valor de las palabras de Barahona Jiménez, cuando resalta la necesidad de valores culturales para mejorar a cada ciudadano, pues para lograr un cambio en la sociedad es necesario inculcar valores a la población costarricense
Nuestra Facultad de Filosofía y Letras nos ofrece este primer libro de Luis Barahona uno de sus estudiantes. Al margen del Mío Cid en un ensayo de interpretación del granero de los que la bibliografía del poema medieval estaba esperando. Barahona quiere convertir, con acierto indudable en general, en metódico proceso de investigación estética esa lectura que se me ocurre llamar “Hacia dentro de la obra literaria”. Nuestra Facultad de Letras nos hace quedar esperando una cosecha generosa de ensayos y pensamientos nuevos, que vengan a renovar nuestros anquilosados estudios de la lengua y el espíritu de nuestra segunda enseñanza. (Azofeifa, 1944, 14-16).
Es por la fuerza y energía, por la sensibilidad y claridad filosófica; empero, sobre todo por el carácter estético de la obra de Barahona que el profesor Isaac Felipe Azofeifa comenta el primer libro del entonces estudiante:
Vemos que después de los análisis de Barahona, se suceden libros y artículos de varios autores de parecida edad, nos parece que existe una tácita preocupación común que se expresó en el nombre del grupo de jóvenes del Centro, ¿Centro para qué? Centro para el estudio de Problemas Nacionales. Y los autores son: Alberto Cañas, Carlos Monge, Isaac Felipe Azofeifa, Eugenio Rodríguez, Rodrigo Facio y Luis Barahona. Barahona atrapa el tema y lo hace su tema y ahonda en él y mantiene su mira puesta en la materia año tras año sin separar el índice de su punto. Atravesemos en una veloz visión ese territorio. El Gran Incógnito se abre con una
Cuarenta años después, en 1983, don Isaac Felipe en un discurso de homenaje a Luis Barahona en el Instituto de Cultura Hispánica señala:
visión del ambiente geográfico, para mostrarnos como el campesino vive -y nosotros, hombres de ciudad, lo estamos perdiendo- el encantamiento de nuestro paisaje. Y luego entra en la caracterología de nuestro pueblo campesino, que hay que repetirlo, se convierte en los libros siguientes en caracterología del costarricense. (Azofeifa, 1983, 2).
Las palabras de don Isaac Felipe son fiel testimonio del impacto de la obra literaria del doctor Barahona, tanto en los jóvenes como en el posicionamiento de temas de realidad nacional que eran de importancia en la época. De igual manera, la forma en la que Luis Barahona abre paso a la discusión sobre el ser campesino: lo que este es y su inserción en lo que significa ser costarricense.
Con respecto a la visión del campesino, es importante resaltar los planteamientos
del doctor Barahona, quien para 1942 indicaba:
Al presente nadie que tenga ojos para ver y oídos para escuchar puede negar que vivimos horas decisivas. La actual generación sufre gran angustia, si es consciente y digna, por la inmoralidad que a todo alcanza con su nauseabunda pestilencia. Todos alzamos la cabeza para ver de dónde ha de venir la salvación, pero el cielo no responde a nuestras preguntas, sin embargo, permanece en pie con caracteres de tremenda realidad de nuestros campesinos. Por eso a ellos van nuestras miradas cuando pensamos en la regeneración de la patria, toda vez que en el pueblo se halla la materia prima, la energía plástica con que se amasa la nacionalidad. Regeneración nacional es equivalente de cultura popular. (Surco, 1943, 117).
Una de las mejores reposiciones que ha hecho la Editorial Costa Rica este año [...] Indiscutiblemente la obra de Barahona es un aporte de gran valor no solo para la filosofía y la sociología sino para la historia: así lo pensé cuando lo leí en 1954 y me fue de mucha utilidad para ampliar conceptos y contemplar diversos enfoques de la vida costarricense, precisamente cuando escribía mi “Historia Eclesiástica de Costa Rica”. (La Nación, Blanco, 1975).
Así como Isaac Felipe Azofeifa, el historiador Ricardo Blanco Segura escribe sobre la obra de Barahona Jiménez, específicamente para la segunda edición de la Editorial Costa Rica de El gran incógnito, dice:
Mi mayor preocupación era de presentar a nuestro campesino no solo en su imagen física externa, sino, sobre todo, en su dimensión humana interna. Luego escribiría sobre el hombre de la ciudad y sus problemas, para terminar con unas notas sobre los aspectos básicos de ser costarricense. (Barahona, 1975, 7).
Para 1941, el doctor Barahona, termina de escribir su ensayo filosófico “Ideas para una reinterpretación del ser costarricense”, en el cual trata acerca del hombre de la ciudad y del campesino. No obstante, sus palabras muestran que la mayor atención se proyectó en la conceptualización del ser campesino:
Así, en este ensayo, presentado por Jorge Volio, el autor desarrolla múltiples aspectos de la vida del costarricense. Entre ellos el ambiente geográfico, caracteres ticos, el gamonal y su estilo de vida, diversiones, análisis del espacio social de la pulpería en la vida de los campesinos y de intercambio social, la vida religiosa, el
hogar y su función social, la vida intelectual y artística del campesino y la influencia de la organización económica rural en el carácter campesino.
El trabajo de Barahona se ha convertido en el primer estudio sobre el ser costarricense, una obra pionera, que en palabras de Láscaris corresponde al “[…] primer estudio sociológico filosófico del campesinado costarricense, cuyas características peculiares analiza y valora [...]” (1975, 348), refiriéndose directamente a “El gran incógnito”. Por tanto, esta obra marcó la pauta de las publicaciones e investigaciones posteriores. Dentro de algunos de los trabajos que, en su vena filosófica, citan al autor Barahona se pueden mencionar “El ser de la nacionalidad costarricense” (1964) y “Personalidad y obra del doctor Luis Barahona Jiménez” (1997) de José Abdulio Cordero, “Ensayistas costarricenses” (1971) de Luis Ferrero, “prólogo al Margen del Mío Cid” (1943) e “Historia de la literatura costarricense” (1957) de Abelardo Bonilla. Además, múltiples escritos de Constantino Láscaris (1956, 1957, 1975, 1985), publicaciones en Revista de Filosofía Universidad de Costa Rica (1960) de Marta Jiménez, “prólogo a La historia de la Universidad de Costa Rica” (1975) de Carlos Monge, “Ensayos” (1983) de Guillermo Malavassi, “La identidad nacional en la filosofía costarricense” (1997) de Arnoldo Mora y “La patria del tico” (1995) de Jaime González. Asimismo, los autores que en este tomo analizan su obra con nuevos e inéditos trabajos: Marcela Echandi, Luis Adrián Mora, Hernán Mora, Esteban Rodríguez, Roberto Castillo, Arnoldo Mora y Alexander Jiménez. Además, se reedita el trabajo de Jaime González, “El sentido patriótico: interpretación dialéctica del ser costarricense”.
Es quizá el filósofo costarricense que más se dedicó a tratar de expresar lo nuestro. La patria es para él un desafío de hacer auténticamente lo nuestro. Es el esfuerzo de soñar con dignidad y grandeza hacia una convivencia más humana. Para eso hay que conocer el pasado y comprometerse con ideales que generen un futuro más sólido, acorde con nuestra idiosincrasia nacional. Un país no se entiende sin su gente. (González, s. f., s. p.).
Este último, Jaime González, postula que Luis Barahona:
Ahora bien, la filósofa Marta Jiménez, comenta, en la Revista de Filosofía, otra de
Se trata de un estudio analítico del ser hispanoamericano, de lo que fue, de lo que actualmente es, y de lo que puede llegar a ser, a través de los factores que lo constituyen permanentemente. Entre estos factores el autor encuentra dos fundamentales, el indio y el español, a cada uno de los cuales dedica un capítulo. Después del análisis anterior se dedica a realizar el estudio sistémico del ser hispanoamericano en sus variadas dimensiones, en cuanto al aspecto intelectual encuentra tres notas dominantes, vocación de universalidad, tendencia fáustica de expansión vital y presentismo. La inteligencia del hispanoamericano se caracteriza por una vocación muy decidida hacia el universal, que lo lleva a penetrar en la sabiduría europea y en la oriental. En esa característica radica la esperanza de que el hispanoamericano, una vez que haya trascendido y unificado las conquistas anteriores del pensamiento, construya una cultura propia, original, en la que exponga lo más íntimo de su ser y de su pensamiento. (1959-1960, 3).
las obras de Barahona Jiménez, El ser hispanoamericano, de esta considera lo siguiente:
En esta obra, Barahona Jiménez ahonda aún más en su trabajo sobre la identidad, contemplando dos factores que constituyen al ser hispanoamericano: el indio y el español. Sin embargo, considera que ambos factores se manifiestan en conjunto, creando precisamente una identidad que diferencia al ser español del ser hispanoamericano, una cultura propia que determina su pensamiento. Nuestro autor reflexiona sobre su trabajo de doctorado en una entrevista y nos dice: “yo pretendía hacer un análisis de la idiosincrasia espiritual del hispanoamericano para señalar la esencia o las determinantes esenciales del ser” (Barahona, 1982b). De esta manera, el núcleo de la reflexión filosófica del doctor Barahona en El gran incógnito se nutre desde la filosofía clásica, la filosofía americanista y la filosofía española, de las que se apropia extensivamente en su doctorado. Sobre la reflexión del “Ser de la identidad iberoamericana”, el autor seguirá aportando hasta su último ensayo inédito, Carta a los Iberoamericanos, que presentamos.
El Ser Hispanoamericano es una delimitación de las peculiaridades del modo de ser de la resultante del indio y del español en el continente americano [...] El autor plantea que el “hombre medio” se caracteriza por la falta de atención y el exceso de imaginación. Frente a lo viejo, lo hispanamericano tiene una vocación de plenitud universal que garantiza su futuro. Esto lleva al presentismo [...] El tono dominante de la vida hispanoamericana lo define por tres notas; tendencia fáustica de expansión vital, presentismo y vocación de universalidad [...]. La agudeza de las descripciones y el preciso criterio valorativo realzan la que constituye, ciertamente, una valiosa aportación a la sociología hispanoamericana. (Láscaris, 1970, 270-271).
Don Constantino Láscaris comenta El ser hispanoamericano en la Revista de Filosofía:
La obra del doctor Barahona es compleja y se completa a sí misma con cada uno de sus escritos. Así lo demuestra El ser hispanoamericano, texto que trata el tema de la particularidad que representa la mezcla entre indio y español, pero no se centra en las cualidades ni características físicas, sino en el aspecto sociológico de la mezcla. La forma en la cual el doctor Barahona describe al ser hispanoamericano es lo que centra la atención de Constantino Láscaris y muchos otros.
Debemos volcarnos espiritualmente sobre nuestro legado de pensamiento y literatura para así construir nuestra verdadera sabía cultural como proceso histórico con continuidad. Tesis que parece hoy desoída y que nos conduce a un desarrollo cultural fragmentario e indiferente a lo autóctono. (Castillo, 2013, 45).
Por su parte, el doctor Roberto Castillo Rojas en su artículo denominado “Lo real y lo imaginario o la construcción de la identidad, una aproximación al pensamiento de don Luis Barahona Jiménez” desarrolla un análisis sobre los ensayos, destacando su tesis sobre la identidad cultural
Se trata de un análisis en términos generales que gira en torno a lo que él llama, de parte del doctor Barahona, “una propuesta de paideia costarricense, válida para toda Latinoamérica, a pesar de los años habidos por los escritos Don Luis reclama la realización de este fin, que no es otro que la construcción de identidad” (Castillo, 2013, 46).
Entonces, Castillo Rojas introduce una nueva concepción de la obra de Barahona, la cual va más allá del pensamiento y se enmarca en la construcción de la identidad costarricense. Debido a la actualidad fragmentada producto de un proceso de globalización, donde las identidades locales sobreviven a través de manifestaciones culturales que se rebelan continuamente contra las estructuras de poder, a su vez insertas en los procesos macroeconómicos de los centros de poder político-militares, vemos la importancia de retomar a los autores costarricenses en sus búsquedas y construcciones teóricas sobre la identidad nacional. Esto para unir nuestros esfuerzos culturales e intelectuales en la defensa de la soberanía, del lenguaje y de la construcción de identidad como costarricenses.
Luis Barahona, Filósofo de la identidad nacional. Desde muy temprano los críticos vieron en El Gran Incógnito lo que efectivamente llegaría a ser: una obra pionera, que abrió surco indeleble en la historia del Pensamiento filosófico y social de Costa Rica. El Gran Incógnito es un Ensayo de filosofía social y política. Su pensamiento fue al mismo tiempo criterio epistemológico para interpretar la realidad y norma ética y axiológica para señalar el camino a seguir en la práctica político social [...] estamos ante una ontología especial o zonal, una filosofía del ser del campesino costarricense. (Mora, 1997, 52).
El doctor Arnoldo Mora Rodríguez en su libro “La identidad nacional en la filosofía costarricense” analiza los aportes de los filósofos, resultan relevantes las palabras que dedicó al doctor Barahona:
Para Luis Barahona el quehacer de cada persona se explica por los hechos históricos: “Ignoramos lo que somos porque no sabemos lo que fuimos y menos nos preocupa lo que seremos. Triste realidad la de un pueblo que no puede enorgullecerse de sus glorias pasadas, porque las ignora, porque no vive los ideales, las ansias de la comunidad, porque su individualismo lo ciega, que no suena con un futuro de dignidad y de grandeza porque las proyecciones de su personalidad no alcanzan a superar la satisfacción sanchesca del aquí y el ahora [...]”. Sin embargo, Luis Barahona nos recuerda, con la sensatez del filósofo, que: “de la historia debemos recoger los hechos más significativos y esenciales y no perdernos en minucias superficiales. Solo así lograremos reconstruir el rostro mutilado de nuestra patria. (González, 1995, 22).
El filósofo Dr. Jaime González Dobles, en “La patria del tico”, ensayo sobre la identidad y el concepto de patria del costarricense, señala:
Tanto Mora como González destacan la importancia de la historia para la construcción de la identidad nacional en la obra de Barahona. Mora enfatiza en la importancia de “El gran incógnito” para el pensamiento filosófico, político y social de Costa Rica; de forma particular indica que, más allá de un ensayo filosófico-político, esta obra se trata de una filosofía del ser del campesino costarricense. González se adentra más en la explicación de la obra, especialmente en los conceptos de identidad y patria.
El trabajo “Notas fundamentales del hombre español” es el primer artículo del doctor Luis Barahona Jiménez para la Revista de Filosofía de la Universidad de Costa
Rica. Con este artículo participó de la primera entrega de la revista, permitiéndole formar parte de un grupo de “profesores ilustres, pensadores eminentes y entusiastas de la cultura, que soñaron el mismo sueño nuestro de una Costa Rica más culta, más sabia, más espiritual” (Facio, 1957, 3).
Constantino Láscaris describe a Barahona como “[…] introvertido, contemplativo y razonador, poseedor de un ágil estilo, plantea los temas al hilo de su personal discurrir, que responde siempre a un ceñido esquema” (1970, 12). De igual manera, Abelardo Bonilla describe a nuestro autor como: “el escritor contemporáneo mejor capacitado para el ensayo, en el que cuenta ya con una obra valiosa, y en el que le espera un porvenir brillante” (Bonilla, 1957, 42).
El filósofo español Constantino Láscaris, no solo ha dedicado palabras para describir a Barahona, también lo ha hecho para analizar “El gran incógnito” y la densa obra literaria que se deriva de este texto pionero. En Cuadernos Hispanoamericanos, Láscaris expone acerca del texto en cuestión:
La presente obra es el primer estudio sociológico del campesinado costarricense, cuyas peculiares características analiza y valora. El interés del tema se ve aumentado por el método descriptivo de las costumbres y por las apreciaciones acerca de las causas que han influido o influyen sobre su evolución. [...] En su conjunto y en sus detalles, esta obra ofrece, pues, una visión de la forma campesina del país centroamericano. La agudeza de las descripciones y el preciso criterio valorativo realzan lo que constituye una valiosa aportación a la sociología hispanoamericana. El estilo brillante y expresivo, revela la fuerte personalidad filosófica del autor, del que es igualmente de elogiar la sinceridad en reconocer y auscultar los aspectos difíciles de los problemas sociales. (Láscaris, 1956, 376-377).
Sus obras filosóficas son valiosísimas. Digo una de ellas, Primeros contactos con la filosofía. Enfrenta el estudio sintético de grandes cuestiones. Ciencia y Filosofía, Religión y Filosofía, Nacimiento del saber filosófico y Antropología Filosófica Griega. En esta obra plantea la necesidad del método integralista o integralismo, lúcidamente justificado, para volver a los buenos cauces del filosofar, perdidos por los errados planteamientos de la filosofía moderna. Allí busca sin tregua por dentro y fuera del hombre, todo lo real que necesite conocerse, explicarse, amarse, con envidiable claridad filosófica. Llega a postular la necesidad de que a este periodo atomizante sobrevenga un periodo sintetizante que sea capaz de volver sus formas propias a las cosas, su ser real natural, en fin que el mundo se abra a nuestros ojos con todo su encanto de cosa inefable, indefinible a la pura razón, pero asimilable, cognoscible dentro de nosotros merced a las fuerzas del hombre y cognoscibles en ellas mismas gracias a la comprensión de su ser como indivisible en su integridad absoluta [...]. Don Luis Barahona se ha forjado como filósofo por la dedicación diuturna. Mucho le debemos a quiénes de sus obras hemos aprendido los caminos, los conceptos. Mucho quienes hemos visto su amor por el saber, traducirse en diafanos estudios sobre las cosas nuestras que nos ayudan a entendernos y amar Costa Rica. (Malavassi, 1983, 21-22).
Además de los autores citados, muchos otros han reseñado, analizado, comentado la obra filosófica, política y ensayística del Dr. Barahona Jiménez. Entre ellos don Luis Demetrio Tinoco, el historiador don Carlos Monge Alfaro y el filósofo Dr. Guillermo Malavassi. Este último, en un ensayo se refiere a Barahona de la siguiente manera:
Lo imaginario no es solo la sombra reconocible o el doble maldito de lo real o de lo racional, sino también un poder de significación importante en el modo como nos relacionamos con nuestra realidad. Lo que se considera real toma este sentido precisamente en el interior de un imaginario que organiza el lugar de este real en el sistema de significaciones de la sociedad. (Jiménez, 2013, 153).
El desarrollo de los discursos sociopolítico y filosófico es contemporáneo a los planteamientos epistemológicos sobre las diferentes connotaciones de lo imaginario en la evolución de las identidades y el desarrollo de las naciones:
En este sentido, la tesis doctoral de Alexander Jiménez aporta un análisis de varios autores en relación con lo que él denomina lo imaginario y las diferentes metáforas y sus usos en las relaciones de poder y la nacionalidad. Con base en esto, podemos poner a dialogar la noción de imaginario que desarrolló Jiménez con el concepto dado por Barahona en El gran incógnito: el campesino como sujeto social y filosófico. Las construcciones imaginarias de la figura del campesino en la primera mitad del siglo XX funcionan como una metáfora del sujeto social marginalizado en las estructuras de poder –con sus características históricas, identitarias y religiosas–, sujeto entendido por Luis Barahona como llamado al cambio y a su proceso de liberación económica y cultural.
Es importante construir puentes desde los aportes contemporáneos como los del Dr. Jiménez con respecto a la selección de las obras de Luis Barahona. En la citada obra, nos plantea diferentes momentos en la historia del pensamiento relacionados con la construcción del imaginario y sus metáforas. Establece una relación entre luchas y movimientos sociales en América Latina “una ciudadanía democrática es una condición política en la cual los sujetos pueden articular sus determinaciones fragmentadas. En ella pueden agregar a sus derechos la existencia efectiva de ámbitos de tolerancia para ejercer sin temor las diferencias valiosas” (Jiménez, 2013, 127).
La aspiración del desarrollo de los diferentes proyectos políticos en el siglo XX que incluyan en los nuevos movimientos diferentes actores sociales es enunciada por este autor en correspondencia con un análisis de los diferentes textos filosóficos e históricos. Es interesante observar que, de los filósofos costarricenses del siglo XX, el doctor Barahona cruzó esos límites imaginarios hacia la participación política, en un viaje metafórico en busca de un destino que no excluyera a grupos históricamente enajenados, como los campesinos, los indígenas, los obreros, las mujeres y la juventud.
Al seguir al filósofo Jiménez en su aporte, este establece diversos momentos del proceso de lo que él llama invención de la nación. Allí plantea que “los filósofos e ideólogos ligados al nacionalismo étnico metafísico proponen un antes y un después ya cerrados y confundidos con un presente de bonanza” (Jiménez, 2013, 250).
En la lectura de los textos sobre Luis Barahona y los de su propia autoría, aquí incluidos, se establece un diálogo con el lector siempre crítico acerca de las estructuras de poder. Este diálogo no se da desde una posición cómoda; además, en él construye
una visión de las conexiones de la realidad social, política e histórica y planteamientos políticos concretos para los cambios necesarios que visualizó. Asimismo, también planteó diferentes propuestas políticas, en su trayectoria de vida, éticamente congruentes, aspirando a la utópica democracia económica, social y política.
Don Luis Barahona Jiménez dejó una abundante obra que constituye un patrimonio intelectual sobre los temas fundamentales de nuestra patria, en la que se consolidó como precursor de la Filosofía de la Identidad Nacional y ciudadano comprometido con la justicia social a partir de la educación y dignidad de todos y para ellos. Cabe destacar dos principios que guiaron su obra y participación, por un lado, el trabajo y la política, esta última entendida como el servicio público que todos debemos prestar, y el compromiso y la educación de la juventud.
Luis Barahona público más de 15 libros, entre los que se encuentran Al margen del Mío Cid (1943); Primeros contactos con la filosofía (1952), Glosas del Quijote (1953), El gran incógnito (1953), Anatomía patriótica (1971), El ser hispanoamericano (1973), El pensamiento político en Costa Rica (1973), Ideas, ensayos y paisajes (1972a), La Universidad de Costa Rica (1976) (Premio Aquileo J. Echeverría en Ensayo), Manuel de Jesús Jiménez (1977), Las ideas políticas en Costa Rica (1977), Juventud y política y otros ensayos (1972b), La patria esencial (1980), Apuntes para una historia de las ideas estéticas en Costa Rica (1982a), Ensayos (1984), Anatomía patriótica (1985), La inteligencia comprensiva (1986b), Remembranzas (1995) (póstumo), Primeros contactos con la filosofía y la antropología filosófica griega (1998) (póstumo), El huerto interior (2007, EUNED) (póstumo) y Lo real y lo imaginario. Ensayos literarios (2011, Editorial Costa Rica) (póstumo).
Su gran contribución como filósofo político fue la búsqueda de nuevos esquemas
de desarrollo nacional y de convivencia fraterna. Esta búsqueda, que realizó a través de toda su vida, la impulsó en (a) la concreción de una Costa Rica con pensamiento propio, soberano y autóctono, (b) en su originalidad de nación y comprometida con los mejores valores del humanismo social, la tradición campesina y la seguridad de un futuro provisorio y (c) en la juventud costarricense. Este último como uno de los factores claves del cambio en las transformaciones del país a partir de las luchas estudiantiles y sociales, un ejemplo sería el caso contra la explotación de la multinacional ALCOA en 1970.
La puesta en marcha de un pensar integrador en todas sus dimensiones para llegar a constituir un ser personal, capaz de realizar y vivir todos los valores políticos [...] es una vocación que anida en el corazón de todo ser humano y que consiste en una voz interior que indica el camino para la realización personal a través de la comunidad organizada políticamente.
El pensamiento político y filosófico de don Luis no fue únicamente una reflexión del fenómeno político o social, localizado en un país o en una época, aspecto al que le dedicó varias de sus obras. También, como humanista y pensador trató de ir más allá de las formas políticas de una situación histórica determinada, para intentar alcanzar la comprensión de la sociedad y sus retos en la complejidad del ser humano y de la sociedad. La política -dijo- es un concepto dinámico y revolucionario, ya que significa:
Es un modo de vida que sumerge toda la humanidad, en el medio social políticamente organizado, comprometiéndose en forma total, pero deliberada y libremente, en la tarea de promover el bien común en función del bien de las personas individuales [...]. Porque la ciudad, “la polis”, es y será siempre una comunión de personas en la que se resuelve la dimensión transpersonal que mediante el despojo de nuestra naturaleza egoísta nos abre las puertas al altruismo, y por su medio, al verdadero amor del prójimo, donde por fin nos conquistamos a nosotros mismos en el grado de nuestra dignidad humana. Ningún hombre puede rehuir el compromiso político si es auténtico. (Barahona, 1986a, 20).
Y agregó:
La preocupación fundamental que lo acompañó hasta el final de sus días fue el dolor que las injusticias sociales provocan en el ser humano. Por ello, sus esfuerzos, ya fueran en la acción o en el pensamiento político, los dirigió a buscar la promoción de la persona como ser integral en su dimensión espiritual, de respeto a su libertad personal y a su eminente dignidad y, por ende, con derechos al disfrute de una vida digna.
Con todo, ahí está entera y desnuda nuestra pobre humanidad, ya que no hay quimeras, no hay cánticos, fanfarrias, ni banderolas; ya no hay utopías de cambios revolucionarios capaces por sí mismos de transformarlo todo de la noche a la mañana; no hay ideologías salvadoras; sólo restan un par de cosas esenciales, la tierra en que hemos nacido y el hombre real que hay en cada compatriota; esa es la patria esencial que digo yo. (Barahona, 1980).
En sus libros El gran incógnito, Primeros contactos con la filosofía, El ser hispanoamericano, La inteligencia comprensiva y en sus ensayos sobre identidad y el carácter del costarricense, entre otros, dejó constancia de su esfuerzo intelectual al crear un pensamiento y un ideario propio que perfeccionó en el ejercicio de la participación política como ciudadano comprometido. A modo de ejemplo:
En nuestro poder está no sólo torcer el curso de la historia, sino hacer que ésta arrumbe por derroteros seguros que hagan marchar a la humanidad hacia la consecución de metas que nosotros también pretendemos alcanzar, tales como la consolidación de un mundo en que impere la justicia, la libertad y la paz. (Barahona, 1980, 91).
Lo anterior se completa con el siguiente fragmento:
La historia de la Universidad de Costa Rica es un balance crítico de nuestra casa de enseñanza, tomando como referencia las necesidades y culturas de nuestro pueblo, es decir, del hombre y
Con respecto al primer tomo de la Historia de la Universidad de Costa Rica, la historiadora M. Sc. Carolina Mora Chinchilla, en su presentación, plantea ante la decisión de crear el Consejo Universitario y lo que expresa el Dr. Barahona lo siguiente: “Ojalá que el instrumento no devore al hombre, sino que nos sirva para realizar los auténticos ideales académicos dentro de una atmósfera de paz y de respeto a la libertad y a los derechos fundamentales de la persona humana”. (Mora Chinchilla, 2015, 19).
la mujer costarricense. Este análisis crítico del desarrollo de la Universidad, que recorre largos años de experiencia docencia, le valió el premio Aquileo J. Echeverría. (Mora Chinchilla, 2015, 19).
La universidad debe conquistar la autonomía cultural en un dominio específico. El saber científico, la tecnología, y contribuir de ese modo a la liberación nacional que es un proceso político al cual la Universidad debe aportar elementos positivos. El riesgo de ser nuevamente consumidores debe ser evitado, como dice Darcy Riveiro, el no planeamiento apareja colonización, al dejar librada la Universidad a estímulos exteriores, elaborados por los grandes centros de poder [...]. La formación humanista integral debe propiciar una perspectiva global que se extienda a toda la vida universitaria a través de todo tipo de actividades culturales. La labor docente debe crear una auténtica comunidad universitaria donde se viva la criticidad y la libertad del estudiante y del profesor. (Barahona, 97).
Y señala:
Luis Barahona fue siempre un crítico lúcido y firme de todo aquello que consideró censurable de sus compatriotas, de su historia, de sus ideas y actitudes políticas, religiosas, morales. Luis Barahona fue todo menos un cortesano palaciego. Como Jorge Volio su pariente, Luis Barahona fue filósofo y cartago. (Mora, 1987, 3).
En palabras de Arnoldo Mora:
Aunado a esto, expresó Roberto Murillo: “[…] si Sócrates prefirió dialogar que escribir, Luis Barahona se destacó más por sus muchos y acendrados libros envidiablemente escritos” (Murillo, 1987, 15).
Creo que este periodo de la historia europea está llegando a su fin. Los representantes de la civilización occidental ya no creen tanto en su superioridad [...] aun así los países del Tercer Mundo nuevos o antiguos, todavía ingenuamente quieren vivir como los europeos [...] queremos igualdad sin que implique necesariamente identidad, pero también diferencia, sin que ésta degenere en superioridad/inferioridad, esperamos cosechar las ganancias del modelo igualitarista y del modelo jerárquico, aspiramos volver a encontrar el sentido de lo social sin perder la cualidad de lo individual. (Todorov, 2003, 295).
En su último libro, El ser iberoamericano, Luis Barahona reflexiona sobre la cultura y la identidad latinoamericana en el pasado, presente y los retos al futuro. Reflexiones guiadas por el concepto de ser humano integral que desarrolló, desde sus primeros ensayos en 1938 hasta su último libro en 1987, sobre el costarricense y el latinoamericano. Ambos sujetos de derechos, historia e identidad. A todo esto, el autor Tzvetan Todorov en su ensayo La conquista de América concluye:
Las conclusiones del teórico búlgaro se cruzan con el pensamiento de Barahona sobre la identidad latinoamericana. Según lo expuesto por Barahona, la identidad del latinoamericano se debe a la construcción y deconstrucción histórica, de búsqueda y luchas por contenidos teóricos de la igualdad y en su definición y autodefinición de
la identidad en movimiento.
La igualdad del otro debe ser reconsiderada fuera del otro colonizador, del occidental dominante. Por un lado, la superioridad es descartada pero sustituida por las relaciones con los centros económicos y, por el otro lado, la inferioridad es la dependencia y la pobreza que deconstruye los derechos civiles y humanos de los latinoamericanos. Me permitiré utilizar las palabras de un europeo occidental – Todorov–, superior al otro americano, para develar que, bajo la lógica del pensamiento político y filosófico de Barahona, el modelo igualitario sin jerarquía está lejos de nuestro tiempo y el deseo de vivir como los europeos se basa en la jerarquía, sí, jerarquía de respeto a los derechos humanos, porque el modelo igualitario sigue siendo tanto una quimera en el Tercer Mundo como en Europa. De aquí que Barahona consideraba que la mayor amenaza a nuestra cultura proviene de la imposición de las culturas imperiales a fuerza de inundarnos con sus productos técnicos y sus modelos de vida, a través de los medios de comunicación, el comercio y las ideologías. Respecto a esto, es así como nos hemos visto invadidos progresivamente por el materialismo, por el egoísmo, la indiferencia del hombre por el hombre, la destrucción de la naturaleza, la pérdida de la ética política, comercial y familiar, y la burla de los derechos humanos que es consecuencia del menosprecio que se tiene de la dignidad de la persona humana, de su misión y de su trascendencia. (Barahona, Inédito, 93).
La vigencia del pensamiento filosófico humanista de Barahona es un aporte
esencial para incorporar en nuestro presente y nutrir en el espejo de la visión holística del ser americano, el ser iberoamericano. En un continuum de reflexión y de vigencia que necesitamos integrar en nuestra cultura latinoamericana y el mundo, y desde el mundo hispano, criollo e indígena, donde nuestro lenguaje encarna nuestra historia hacia nosotros mismos, reconstruyendo, decolonizando y creando.
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