Hernán Mora Calvo

Antonio Machado: poema y meditación en la vida cotidiana. A propósito del pensamiento filosófico en Antonio Machado


A falta de una felicidad infatigable, un largo sufrimiento crearía al menos un destino. Albert Camus: Novela y rebeldía


RESUMEN

Antonio Machado elabora una teoría de la vida humana. Las experiencias de cada uno se registran en la interioridad personal y desde ahí se elabora el mundo íntimo, el cual le descubre al ser humano en qué consiste realmente estar vivo.

Palabras Claves: Vida, interioridad, camino, andar, tiempo, muerte.

Abstract: Antonio Machado develops a theory of human life. The experiences of each one are registered in the personal interiority and front there the intimate world is elaborated, which discovers to the human being what it really mean to be alive.

Keyswords: : Life, interiority, road, to walk, time, death.


  1. Introducción



    Autor/ Author

    Hernán Mora Calvo Universidad de Costa Rica Correo: hernan.mora@ ucr.ac.cr


    Recibido: 23/02/23 Aprobado: 15/05/23 Publicado: 17/03/24

    La obra de Antonio Machado (1875-1939), poeta español y también filósofo, como veremos, suele ser considerada una de las más difundidas y con un mensaje tan claro como evidente. Discrepamos, como también se verá. Su mensaje se encuentra enlazado al tema filosófico más diverso; no se trata de un literato o de un político a secas y claramente evidente. En este trabajo deseamos evidenciar en uno de sus poemas el tratamiento filosófico de aspectos de la vida cotidiana y de la ubicación de lo cotidiano como paisaje de la vida humana.


  2. El poema de un día


    Perteneciente a la serie machadiana de Campos de Castilla, aparece el poema CXXVIII (Poema de un día), Meditaciones rurales, que data de la residencia y labor educativa del autor


    105

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    en Baeza, en 19131 .

    El poema se compone de ocho estrofas y 203 versos; y en ellos la vida cotidiana es un continuo referente, así como Unamuno y Bergson e incluso rápidamente y por mención Inmanuel Kant.


  3. ¿Quién soy yo?


    El punto de partida es el autorreconocimiento, quién soy yo y la respuesta más ajustadamente honesta, ¿Quién soy yo? La respuesta parece clara y la respuesta empieza por parecerlo también: (a) hoy soy un profesor de francés (¡lengua viva!),

    (b) ayer, ayer era un maestro que se inspiraba repasando el Gay saber de Nietzsche; ayer era un aprendiz de discursos y palabras; (c) hoy, con la experiencia del pasado, de ese camino ya andado, descubro que fui un aprendiz solamente y que ahora devengo docente, maestro de francés en un pueblo español campesino, noble, ingenuo de la ciencia y la política e inmensamente católico, un pueblo casi abandonado de Dios y de los hombres, la Baeza de 1913, previa a una presentida amenaza mundial de Gran Guerra.

    Soy yo, quien está en Baeza, “[…] en un pueblo húmedo y frío,/ destartalado y sombrío,/ entre andaluz y manchego” (vv. 5-7). Soy un docente que enseña una lengua propia del antiguo invasor y eterno rival y vecino, el francés. Soy un docente de una lengua que pocos hablan correctamente en este pueblo (mundo) en que me encuentro a diario, pueblo destartalado (desarticulado, caótico), repleto de bruma y frío, pueblo helado… en más de un sentido…, pueblo que en 1913 es pueblo anónimo, agonizante o muerto.


  4. El mundo que me rodea


    Será hasta 1914 que don José Ortega y Gasset (1883-1955), filósofo y difusor español, declare por escrito en sus Meditaciones del Quijote, publicado por la Residencia de Estudiantes, entonces centro editorial de los jóvenes profesores y escritores españoles, su apotegma filosófico: “Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella no me salvo yo”2; quiere decir, el ser humano es un yo que se compone del yo personalísimo (interior) y del yo externo y extrovertido rodeado (¿aprisionado?) necesariamente por un contorno, el contorno que a cada quien le corresponde como ser con espacio, tiempo, cuerpo e incluso como realidad histórica y espiritual a desarrollar (autoformación y proyecto).

    Machado, después de ubicarse quién es él, se concentra en ubicarse con el lugar, en el lugar por dónde va, en el mundo: soy en Baeza, durante el invierno de 1913, estoy pegado al fuego del hogar, a fin de sobrellevar la inexistente calefacción de que gozan los países desarrollados modernos y la helada ambiental que se cierne abrazadora desde fuera hacia mi propio cuerpo. “Fuera llueve un agua fina,/ que ora se trueca en neblina,/ ora se torna en aguanieve” (vv. 8-11).

    Esa naturaleza es reconocida por el autor como una naturaleza con leyes periódicas, recurrentes, muy bien establecidas, exactas, tan exactas que es presumible aceptar una matemática interior en el gran libro de la naturaleza: “Llueve,

    llueve […] agua constante y menuda sobre alcaceles [campos cultivados con cebada y alfalfa] y habares [terrenos de habas], viñedos y olivares” (vv. 14-16). Llueve con certera precisión, y por cumplida necesidad natural. con lo que se logrará obtener aquellos y otros productos de campo y así vivir en el año que viene y que ya está encima. ¡La naturaleza es sabia y organizada! ¡Sabiamente organizada! ¡Y eso lo sabe el pueblo y por eso el pueblo es sabio! ¡Y el pueblo lo sabe por compartir a diario con la naturaleza y sin necesidad de ir a recibir lecciones en la Universidad!

    En consecuencia, y contrario a lo que se parezca desconocer, Antonio Machado hace un juicio de creencia causal y la descubre también en el alma popular: “¡Señor,

    ¡qué bien haces” tu obra natural! (vv. 13-14). La declaración acerca de esta causalidad naturante (divina, creadora, sostenedora, planificadora providente, geométrica, matemática y arquitecta) es personalizada por Machado con vistas a una acción naturante-naturalizada-natural (triple, entonces): el Señor activa, favorece, planifica y envía su lluvia, su agua constante y menuda, esa agua muda sobre los campos, sobre las semillas, sobre los sembradíos, sobre los frutos que en el futuro estarán en los mercadillos y en los platos y las mesas para alimentar y, de esta manera, incluso sobre la vida humana de un futuro presente en el año porvenir. Luego ese Señor es exacto, matemático relojero y persona buena, sobre todo es bueno, tan bueno como la naturaleza que, como Señor, quiso crear y siempre renueva.

    El poeta Machado reconoce la gentileza y dadivosidad de semejante Señor, ¡de ese Señor y no de otro Señor! Por eso al poeta sólo le resta y no le molesta bendecir (agradecer) a ese Señor, de igual manera que hacen los labriegos españoles: “Te bendecirán conmigo,/ los sembradores de trigo;/ los que viven de coger la aceituna;/ los que esperan la fortuna/ de comer” (vv. 19-24)3. Machado no permanece en ese agradecimiento al matemático arquitecto, preciso relojero de la naturaleza que se acuerda de la gente también; no, sabe lo terrible de depender (sobre todo los labriegos) de “la traidora rueda del año”, de esa moneda que es como una rueda de lotería de año en año: ¡hoy hubo cosecha, mañana... mañana quién lo sabe! Mañana será mañana. Machado sabe que la suerte de los cultivos no depende siempre del deseo humano del agricultor, depende e incluye también de los giros de lo inesperado que, como puede ser fiel al pronóstico cíclico acertado, con mala suerte puede ser la experiencia de una catástrofe natural, la demostración de los alcances de alguna perversidad humana. Machado conoce cómo se deprecian y qué tan fácilmente las oportunidades de seguir vivo, caminando como un ser humano vivo. Por eso se debe estar contento y agradecido:

    Llueve, llueve; tu neblina que se torne en aguanieve, y otra vez en agua fina!

    ¡Llueve, Señor, llueve, llueve! (vv. 30-33)


  5. El momento de la meditación: el tiempo es encontrado


    La plomiza tarde de neblina y lluvia, la neblina paseante, la continua suave y muda lluvia invitan al sueño, al reposo y a la meditación: en la tarde que va tamizada por la lluvia y el cristal se puede soñar y meditar. El reloj mide el tiempo y es como

    el tiempo, no cesa de ser, su repetitivo tic-tac siempre golpea, es como el tiempo. Tanto el tic-tac del reloj como el tiempo golpean y golpean y de tanto golpear… se nos olvidan; el ser humano los olvida, olvida que el reloj de cada vida va corriendo y que el tiempo como corre, pasa, el tiempo pasa corriendo y se va corriendo. El tiempo pasa. El ser humano olvida que cabalga sobre el tiempo y que su vida es radicalmente su propio tiempo, el tiempo personal, aunque no siempre personalizado, formado y auto-diseñado por cada quien.

    El reloj…, ¡corazón de metal!, el ser humano, corazón de carne y que a veces se aburre… en el tiempo, ¡¡¡con el tiempo!!! Despreciado el tiempo por cada quien, de cada quien, equivale entonces a despreciar la propia oportunidad de vivir la propia vida. Los pueblos pueden hacer caso omiso del tiempo, pueden clausurar sus oídos y su conciencia al paso de la vida y al hecho de que la vida es caminar haciendo un proyecto personal (autónomo, decidido personalmente) con la vida propia. Así, es posible preguntar y responderse ya no por las personas que “matan” el tiempo, sino por los pueblos que desprecian y malogran su propio tiempo. “En estos pueblos, ¿se escucha/ el latir del tiempo? No” (vv. 47-49). “En estos pueblos se lucha/sin tregua con el reló” (vv. 50-51). La interioridad que se hace vida sólo se descubre cuando se descubre el tiempo de la meditación. Los trabajadores se desgastan de sol a sol y por la noche oran, comen y se quedan rendidos. Estos pueblos son la constancia histórica y real de que hay pueblos que tienen una vida molida por el trabajo y la rutina o que hay otros pueblos en los que la maquinización y la utilidad favorecen ser indiferentes a darle valor a la propia vida, sea ésta individual (personal) o popular (histórica y social): los pueblos a veces, casi siempre, viven adormecidos, no saben de despertar ni que lo importante siempre es despertar. El pueblo no lo sabe y no lo puede saber, porque lucha sin tregua contra el reloj (reló, dice el pueblo), porque el tiempo vital del pueblo (y personal, en la gente del pueblo) ha sido carcomido y anestesiado por las monotonías cotidianas. Por eso, el tiempo popular (y personal del pueblo) es un tiempo siempre vacío, sin conciencia, sin interioridad plena, sin meditación (cf. vv. 47-52 N).

    La meditación de Machado prosigue: cotidianamente, cada día se compone de

    acciones donde se puede ver la naturaleza, estar en el mundo de entorno, escuchar el reloj y su tiempo y escuchar nuestro tiempo personal y percatarse de una tarea personalísima, propia de cada quien con ese tiempo que nos toca en suerte vivir. En el proceso de la reflexión sobre el reloj (reló), y con ello sobre el propio tiempo personal, es posible advertir la urgencia de resolver una inquietud: “¿Es tu tiempo, reloj, mi tiempo?” (v. 54). Esto equivale tanto como afirmar preguntando: ¿Reloj, tu tiempo es realmente mi vida o he vivido engañado y autoengañándome? Con una sincera meditación el poeta logra una brutal, tremenda y contundente respuesta (auto-confesión):

    (Tic-tic-tic-tic)… Era un día (tic-tic-tic) que pasó,

    y lo que yo más quería

    la muerte se lo llevó. (vv. 55-58)

    En efecto, de contar con cuatro tic-tic y un día por vivir llegamos a encontrarnos que nos restan tres tic-tic de vida en el reloj personal y que este día se nos fue, pasó y no vuelve más. Advertimos con esos pasos, con “esas desapariciones”, además, que lo que más se ama (y lo que no se ama también) la muerte se lo lleva, la muerte lo desaparece. Con el tiempo que pasa desaparece lo que se ama y lo que no se ama. Nada permanece con nadie por más que se ame ese bien. Descubrimos, finalmente, que el ser humano experimenta, tarde o temprano, el peso de las ausencias y de la conciencia inmediata de su segura desaparición de entre los seres humanos. El paso del tiempo es un detonante personal: llegará el momento en que cada quien y cada pueblo4, se percate de que la vida se ha ido… y que lo humano propiamente es hacer acciones y pasar, morir y que, en el mejor de los casos, es dejar recuerdos en la memoria de los demás.


  6. Nuevos hallazgos en la meditación: el hallazgo de la posibilidad de dialogar:


    1. El diálogo con el Señor de la lluvia:


      Ese día que se va pasando permite al poeta meditar y entre sus meditaciones surgen los campos de Castilla que van como recuerdos. Aquello que han sido vivencias formativas, vivencias de valía y mucho más cuando se admira la belleza natural se conservan en las galerías del alma. Los campos de Castilla son recordados con la nostalgia de los bello vivido que se ha ido y son acompañados por el clamor de las campanas vecinas y por el repiqueteo de la lluvia sobre las ventanas. La unión de estos elementos se funde en una asociación integrada por el encuentro de hoy-el recuerdo de ayer-la vivencia siempre posible de saberse viviendo un instante. Así se logra la integración de esta imagen-recuerdo-vivencia actualizada: Dios, fantástico labrador junto a los campos de Castilla. Un diálogo íntimo es la prolongación de esa experiencia: “¡Señor, cuánto te bendecirán los sembradores del pan!” (vv. 64-66). Se reconoce a ese Señor como propiciador de la lluvia (“la lluvia ley”, v. 67) y con ello del trigo de calidad que obtendrán los sembradores para hacer luego pan; ese Señor es dueño y soberano de la naturaleza y favorecedor de la alimentación de todos los hombres. La ley natural de ese Señor se refleja en el fenómeno lluvioso que baña tanto los campos arados por las bestias como los palacios del rey. Dios es Dios de todos, campesinos y nobles. Dios no es propiedad y uso de nadie: todos en España son iguales y Dios es el Señor y Dios de todos. ¿Cuál es ese Señor de Machado? El Señor de la ley que rige la naturaleza, el Señor que se descubre en la naturaleza, el Señor que propicia la lluvia y el pan y el agua, sea sobre campesinos o sobre nobles.


    2. El diálogo con la lluvia y con el agua:


      El diálogo con el Arquitecto Legislativo divino se desliza luego hacia diálogo también íntimo con el agua:

      ¡Oh, agua buena, deja vida en tu huida!

      ¡Oh tú que vas gota a gota, fuente a fuente y río a río, como este tiempo de hastío

      corriendo a la mar remota. (vv. 70-75)

      Se le solicita a la lluvia, que es agua, que vez haya caído sobre toda la tierra no sea recordada como riada, como inundación destructiva, como muerte, sino como medio para favorecer la vida en general, que obedezca por favor a su propósito natural, ser fuente de vida (“deja vida en tu huida!”. vv. 70-71). El poeta reconoce, así, en el agua su progresiva realidad sustancial de transformación: favorece el crecimiento de los cultivos, la producción y existencia de los alimentos, la existencia real de las fuentes, de los ríos y del mar. Las gotas de agua tejen fuentes, ríos y mares. La interioridad del poeta retorna inexplicablemente una vez más al tiempo, como una consecuencia entre otras de estar dialogando con la lluvia y con el agua: cada gota sumada a otra gota le recuerda los ríos que se forman con los instantes vitales humanos, esos instantes que luego permiten recordar que la vida humana se constituye de la reunión de instantes siempre tan pequeños.

      Inexpresable resulta entonces la vida, inexpresable porque se compone de fardos

      continuos de agobiantes instantes que no cesan de integrarse unos a otros dando lugar a eso que es la vida de cada quien. ¡Tiempo personal, ¿cómo es posible que no te hartes, que no te sacies, de fastidiarte sumando un instante a otro instante para dar lugar siempre a la vida humana?!!! A causa de esa suma, como gotas de gotas a más gotas para formar el mar, así también se forma el mar que la vida humana de cada quien.

      La imagen que recorre este nuevo diálogo íntimo concurre hacia la semejanza de todo cuanto “quiere nacer” (v. 76) y hacia todo cuanto es humano y que, indefectiblemente por humano que es, se convierte en motivo o elemento de la razón o de la locura o de la amargura, del querer o no poder, del creer y no poder creer. Así, el paralelo de la imagen entre tiempo-mar-vida se destaca en estos nuevos términos:

      […] como este tiempo de hastío

      corriendo a la mar remota, con cuanto quiere nacer, cuanto espera

      florecer

      al sol de la primavera, sé piadosa que mañana serás espiga temprana,

      prado verde, carne rosa, y más: razón y locura

      y amargura

      de querer y no poder

      creer, creer y creer. (vv. 74-87)

      Resta destacar, por lo tanto, los siguientes elementos:

      1. existe el tiempo de hastío formado de reuniones incesantes y nunca infaltables de instantes; se retrata el tiempo como sustancia de la vida humana;

      2. todo cuanto es, incluida la vida humana y toda vida naciente, recorre un incesante cambio hacia su desaparición segura; todo instante, individual o colectivo tiende a su garantizada desaparición: todo cuanto es, dejará de ser, eso también es ley de la naturaleza (“corriendo a la mar remota”, v. 75);

      3. se sigue de lo anterior que todo cuanto existe es momentáneo, perentorio; la vida humana se desarrolla en un instante y como una realidad vívida y muy personal de conciencia sumada a instantes en que marca el paso quien anda y que, por ir andando, cesa de andar un día; así, llegará un final inevitable cuando ese andar llegue a la mar ( = la muerte como mar océano);

      4. las acciones humanas no quedan eximidas de este paso-desaparición: cada una de las acciones y actividades humanas, aunque individuales y cargadas de toda la intensidad que la decisión y libertad les quieran conceder, han de ser para desaparecer algunas casi inmediatamente, otras permanecerán más que sus autores, son las que se llamarán obras de la humanidad. Sin embargo, todo es una pequeña gota de agua en ese inmenso ser histórico que es la existencia colectiva; todo es momentáneamente, existencia perentoria y real, río o mar océano personal, pero a fin de cuentas reunión de una gota unida a otra gota que, como todo, corre hacia la mar remota”, v. 75);

      5. los elementos vitales de la naturaleza están a la mano del hombre y cada quien puede contemplarlos con sólo llegar a su propia interioridad; así, el ser interior humano logra descubrir que hay cosas en la naturaleza que quieren nacer, otras que esperan vivir de cierta manera, otras muchas que evolucionan, cambian y son las mismas transformándose; se incluye en esa pequeña realidad interior la experiencia de la posibilidad concreta de ser capaz de descubrir la percepción de que la propia vida humana es una realidad mutante: unas veces razón y otras locura, amargura y siempre un deseo de ser y una sentida resistencia a no haber sido lo que se pudo ser e incluso de haber sido lo que se fue.

        La vida humana y la naturaleza, por lo tanto, se conjugan: el ser humano descubre el valor transitivo, regenerador y pedagógico oculto como ley en la naturaleza y, a su vez, se auto-descubre aquel a sí mismo al descubrir la naturaleza de entorno. La lección final es tan sintética como dramática: es la constatación definitiva de limitación humana; la vida es una voluntad y un poder de voluntad y es también la experiencia de la limitación evidente de esa voluntad; la voluntad humana quiere, pero la realidad se esquiva y quiebra las voluntades. La vida humana es, entonces, la fractura de la voluntad y la pervivencia de los propósitos: querer creer; creer y creer pese a no

        poder más andar donde se quiere y como se desea andar. Se trata, en consecuencia, de pese a todo no perder la proporción de las cosas: andar, atreverse andar5.


  7. Un efecto de la meditación: percatarse de sí


    La lluvia ha pasado, ha sido, cumplió su propósito; en Antonio Machado se identifican andar y cumplir con un propósito; en efecto, pueden ser lo mismo si es que se ha cumplido con el andar del diseño propuesto, sea porque el elemento natural obedece la ley de la naturaleza, sea porque el ser humano libremente y bajo el peso de su voluntario caminar se decidió andar por los caminos a que lo arrastró su vocación personal. En el primer caso, el acontecimiento natural es obediente a la ley de su Señor, que es el Señor del poeta; y, en el segundo caso todo depende de la consecuente fidelidad a la propia conciencia6. En medio de esa realidad que se descubre como efecto de los datos externos que reviven la actividad de la conciencia humana del poeta, puede ser que tal vez permanezca un rastro de agua y de lluvia deslizándose aquí o allá, pero ya va anocheciendo en ese día cotidiano. La débil bombilla es débil, sí, ¡pero es mejor que una cerilla (fósforo)! Para ese instante hay luz tenue, así como el poeta yace ahora desconcertado, entre penumbras de conciencia. La bombilla poco a poco reanima, se vuelve roja primero y luego brilla reanimada; una bombilla es mejor que estar ciego y absolutamente desorientado7. Saber que se va el tiempo y que éste es vida que se nos va es mejor que nunca saberlo. Saber esto, aunque no se pueda explicar cómo y por qué sucede así y no es otra la realidad, es mejor que el desconocimiento de la propia vocación y del sentido humano, expresado incluso en sentido artístico e histórico colectivo social. Saber y sentir algo es mucho mejor que no saber ni sentir; por eso, el poeta está desconcertado, desorientado,

    ¿dónde dejé las gafas?, pregunta (vv. 94-95). En un día cotidiano, como este, todo es

    posible, incluso con ese acto de olvido tan frecuente que como siempre nos lleva a preguntarnos, dónde quedaron las gafas, dónde me las quité o dónde las dejé. Misteriosamente Dios vuelve a la escena, en este momento escena de desorientación personal:

    Dios sabe dónde andarán mis gafas..

    entre librotes, revistas y papelotes,

    ¿quién las encontrará?... Aquí están. (vv. 94-97)

    ¡Qué ha sucedido hasta entonces? Llovió, la mente y la interioridad se conjugaron y divagaron como ensimismamiento personal entre la lluvia, el agua, la naturaleza y las leyes naturales y un Señor y las gafas se perdieron entre libros, revistas y papelotes sin saber cómo ni por qué. Y las gafas también aparecieron, casi sin saber cómo ni por qué. La vida, en algunas condiciones, enseña al ser humano que algo sencillo e inesperado puede suceder tarde o temprano. La conciencia atenta descubre que el acontecimiento inesperado existe y que no es suficiente la planificación ni el control racional de los acontecimientos a ningún ser humano. El poeta salió de su

    interioridad donde la lluvia (dato externo) lo sumergió en meditaciones interiores (datos interiores, datos de intimidad personalmente inmediatos).

    Ahora el poeta topa con un libro en su escritorio, es un libro recién escrito, es un libro nuevo que ya ha leído y que ha sido publicado ese mismo año de 1913; es un libro escrito por Miguel de Unamuno. Miguel de Unamuno lo asocia Machado con varias cosas; la más intensa es la agitación que describe y que trasmite: España, ¿nace o resucita? La alternativa es crucial: si España nace, luego nunca ha existido antes (vivido); si España resucita, entonces había muerto y estaba sepultada. A España le ocurre algo: o nace o deja de estar muerta. En ese día anochecido, el poeta se identifica con Unamuno y su lúgubre planteamiento acerca de España:

    Siempre te ha sido, ¡oh Rector

    de Salamanca!, leal este humilde profesor

    de un instituto rural. (vv. 104-107).

    No sólo se encuentran las gafas entre los libros y entre los libros un libro de Miguel de Unamuno recientemente publicado y leído; también se da con el recuerdo muy personal del Rector de la Universidad de Salamanca; también se da con la fidelidad a su pensamiento y con la amarga verdad de que la vida de España es una vida ambigua flechada por una alternativa: o España no ha existido o España está muerta; quiere decir tajantemente: ¡o España nace o España resucita! Se trata, consecuentemente, de una alternativa a seguir, de poner en juego el desarrollo del peso de la decisión de caminar en uno u otro sentido a favor cada quien de sí mismo y, además, favor, a modo colectivo, de toda España.

    Machado admite con Unamuno, además, la coincidencia del sentir mutuo acerca de España; ve en Unamuno al Maestro ideal; se coincide con la manera de éste de estimar la filosofía: esa manera de tratarla como un aficionado (diletantismo), de una modo versátil y ocasional (voltaria), por divertir y atraer a la reflexión y formar una conciencia donde no existe aún (funambulesca). Y en el mejor gesto cordial de discípulo, hace suya la identidad entre filosofía y poesía. Y así parece decir a Unamuno:

    Esa tu filosofía […]

    Agua de buen manantial, siempre viva,

    fugitiva;

    poesía, cosa cordial. (vv. 108; 112-115).

    O con mayor cercanía: “Esa tu filosofía […] gran Don Miguel es la mía” (vv. 108 y 111). Luego el poeta descubre y reconoce en Unamuno la filosofía como idéntica a la poesía (filosofía poética); filosofía donde “[…] no hay cimiento ni en el alma ni en el

    viento. Bagadora, marinera, hacia la mar sin ribera” (vv. 117-121).

    La filosofía es sólo un elemento orientador para navegar mar adentro, en ese mar que es la vida, que es bogar mar adentro. Pero véase bien, esa filosofía, además, de poética, se admite sin fundamento, sin principio y sin cimiento para fundar un

    sistema tradicional del pensamiento, un edificio o algo parecido; con esa filosofía sólo se hace viaje en el mar que es la vida o hacia la otra imagen de mar que es la muerte8. En consecuencia, el poeta admite que no hay riberas sólidas para afianzar y asegurar esa cosa que es la vida; la vida se hace, no viene hecha ni se puede pedir a nadie que la haga ni ande por uno. Más aún, la vida no es un concreto material dado, es un alejarse de seguridades y de estribaciones materiales; la vida es andar como Jesús sobre el mar9. La vida humana no tiene fundamentos, sí tiene drama, inventiva, creatividad y algo de teatro; la vida humana no es material porque es creación espiritual (decisión- voluntad-libertad-querer-creer-creer-creer), porque es atrevimiento y riesgo al andar sobre los caminos de alta mar.

    Al lado del libro de Unamuno, quizá El Sentimiento trágico de la vida, encuentra el ahora des-ensimismado poeta otro libro sobre su mesa y que también ya ha leído, su autor es Enrique Bergson10:

    Enrique Bergson: Los datos inmediatos

    de la conciencia. ¿Esto es

    otro embeleco francés? (vv. 122-125).

    Bergson, su libro de 1889, ¿otra atractiva seducción creada por los franceses?

    ¿Un placebo para los españoles? ¿Un distractor ante las realidades que se han vivido y se viven en España? Bergson, por lo pronto, semeja un pícaro, un tunante (v. 126); hábilmente evita introducir en sus razonamientos la grave aporía del alma, la antinomia kantiana de la inmortalidad humana; Bergson parece hacer tema de su filosofía la libertad completa, la más exacta y posible: libertad es la búsqueda propia de la perfección moral y es la opción para elegir, es el libre albedrío. Bergson es un astuto judío que divaga en su pequeño cuarto de estudio, como un experto matemático, entre argumentos intelectuales y realidades vitales. Divaga sobre la libertad humana que se teje en el tiempo-duración humanos en que consiste el hecho de estar vivos.

    Unamuno como Machado, Machado como Bergson: los tres navegando en el océano, preguntándose por la vida sin menor o mayor inmortalidad humana a ser demostrada, arriesgando toda la vida en un zarpazo de cara al mismo oscuro mar adentro.

    No está mal:

    cada sabio, su problema, y cada loco, su tema.

    Algo importa

    que en la vida mala y corta que llevamos

    libres o siervos seamos;

    mas si vamos a la mar,

    lo mismo nos han de dar. (vv. 134-143).

    Y así, confiesa Machado, realmente poco es todo y pocas son todas las especulaciones, respecto a lo ya dicho por Salomón y otros sabios en cuanto a la vida humana, sus entresijos y sus significados.

    ¿Todo es

    soledad de soledades, vanidad de vanidades,

    que dijo Eclesiastés? (vv. 148-151)11.


  8. Pasa, todo pasa en este día


El poema como la vida cobra un giro. De repente el espacio en que uno se encuentra ya no es importante; a fin de cuenta, vivir humanamente es imposible sin contar con un espacio, aunque a uno ese espacio le sea a veces indiferente. Ahora ya ha concluido la luz del día y la meditación, tal vez el día depare algo más, algún momento para reflexionar más breve o coloquialmente. Pero de súbito el poeta parece lanzar una sorpresiva reacción12. Es hora de retirarse. Parece desconocerse o no importar dónde se estaba, dónde se está cuando se trata de ir viviendo cada día. En un momento del día todo puede pasar y con ello dejar de ser lo que es y se está viviendo y transformarse o dar lugar, por lo tanto, a otra vivencia. La novedad de las vivencias, la sustitución de unas por otras es una entera posibilidad a lo largo del día. En el poema es tiempo de retirarse, de abandonar un lugar en el que nos ha tomado el anochecer.

Mi paraguas, mi sombrero, mi gabán… El aguacero

amaina… Vámonos, pues. (vv. 152-154).

Y así, de regreso a un nuevo y ya conocido espacio, la calle; y la calle da con la botica y en la botica se da con la posibilidad de una conversación. Los espacios siempre serán necesarios a la vida del ser humano, lo mismo los tiempos y lo mismo la necesidad de intercambiar palabras y experiencias con otros. Entre un espacio y otro se deambula y cotidianamente pueden ser los mismos espacios (p. ej. el instituto, el campo, el despacho de profesor en el instituto de Baeza, la calle, la botica y el hogar que espera; los tiempos son distintos y la gente tal vez; la posibilidad de la vivencia que trae el avance y paso del día definitivamente siempre es enteramente nueva. Aquí introduce Antonio Machado una conversación de dos. Lugar, la botica del farmacéutico y gimnasta español Adolfo Almazón, allí al atardecer se reunían los profesores del lugar a conversar. El tema de este día anochecido es la política:

-¿cuándo cambiarán las cosas en España? ¿Por qué los liberales son tan inmorales?

-No hay que inquietarse tanto, también los liberales pasarán; y ya verá usted, con la llegada de los carnavales, los conservadores parecerán otra vez de verdad, ya los verá argumentando, creyendo que administran su casa; y luego, con el paso del carnaval, todo cambiará de nuevo; todo cambia, amigo. “Todo llega y todo pasa” (v. 166). -Sobre política es vano angustiarse, la política no hace más que ruido; la vida de

nadie debe hacerse desde la política, esa desmedida no debe aceptarse; la vida se hace desde la propia libertad, desde la angustia personal, las congojas de lanzarse de cara al inmenso mar adentro13. -La vida propia personal se hace pese a la política. Nada es eterno: ningún político o tipo de gobierno duran para siempre… no hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo resista. Eso parece ser la conversación que a esas horas de la noche tiene enfrascados a los profesores en la botica de Baeza. Quiere decir, y hacia ahí conduce Machado la conversación que se ofrece en la descripción de este segmento del poema, la naturaleza es un ejemplo similar a lo que acontece al ser humano que vive cada día, es un ejemplo para cada ser humano. Éstos deben contemplar la naturaleza que les rodea, el mundo, y aprender para su vida. Así como ocurre en la naturaleza, así ocurre en la vida humana. La cebada va creciendo en los campos y llega a estar crecida; las habas también y cuando llega marzo todo tendrá frutos y flor… y luego vendrá el invierno con su escarcha y con sus hielos y en los veranos que también vendrán se escucharán los gritos de todos al Cielo pidiendo agua a torrentes; vendrán esos tiempos de los ahogos de los sembradores en medio de mil calores y fatigas extenuantes y lloverá de nuevo, como siempre ha llovido y crecerán las verduras. Siempre es así en la naturaleza, siempre así y cuando Dios quería y quiere (v. 188).

En consecuencia, la naturaleza cambia, pasa, es perecedera; pero la naturaleza

pasa cumpliendo con sus ciclos siempre renovados la ley de su Señor; la ley de ese Señor que se esconde en la naturaleza y que indirectamente vela en el cumplimiento cósmico por la alimentación de los campesinos, de los nobles y de toda España. Sin embargo, a ese aspecto de la vida humana que no es encontrarse en la naturaleza ni depender de ella, a ese resto que es ser ejecutivo de la propia vida y caminar haciéndola a ella, a ese resto no le competen ni leyes ni quereres divinos: eso depende enteramente del yo soy de cada quien. Ese resto de la vida humana, ese darle rumbo y consistencia a la vida propia y concederse el ejercicio de la libertad para perfeccionarla, ese recorrido le corresponde enteramente sólo a cada ser humano y nadie lo puede andar por otro. En este aspecto, nadie es más que nadie.

-Tras estos tiempos, vendrán otros tiempos y otros y otros, y lo mismo que nosotros otros se jorobarán.

Así es la vida, Don Juan.

-Es verdad, así es la vida. (vv. 171-176).

Tic-tic, tic-tic… Ya pasó

un día como otro día. (vv. 190-191).

Ley de la naturaleza: el sol concluyó su ciclo, la luna marcó a la noche; la noche lleva a descansar a las gentes, al final del andar por ese día… aunque dormir es una manera inconsciente de andar. Por eso, lo importante no es dormir ni estar despiertos, lo importante es despertar14 para andar mañana. El día de hoy pasó ya y pasa cada quien por cada día que se va; cada uno pasa en cada día que pasa y que

concluye cuando ese día concluye. Los días concluyen su existencia, igual que todo ser humano algún día concluirá su propia existencia, su vida misma. ¿Monotonía?, pregunta Machado. No, contesta: la monotonía es propia del reloj, de ese cacharro de metal; la monotonía no es propia del corazón que late, no es propia de los latidos del corazón; la monotonía es ajena a quien camina cada día queriendo caminar; la monotonía no se encuentra en quien tiene voluntad de vivir, en quien quiere seguir creyendo en algo a lo largo del día; tampoco hay monotonía en el corazón de quien cree que después de dormir hay un despertar y un nuevo día y que en cada camino de ese nuevo día hay algo trascendental que cada uno habiéndolo construido ayer puede llevarlo a mejor término hoy15. Ese es precisamente el acto de seguir viviendo y el mérito de conservarse despierto en el camino que se anda. Sólo quien es consciente puede saber que va andando y por dónde anda y qué hace en su camino; sólo quien está consciente puede saber a dónde lleva dar un paso y luego otro. Estar consciente es la condición indispensable para desarrollar en la dirección que uno quiere y debe los nuevos pasos que hacer en ese nuevo día cotidiano. Estar consciente es lo que ocurre en el proceso de la meditación y es el paso preliminar para comprender y tener confianza y por eso es un preliminar necesario para amar16. Estar consciente sólo es posible si se tiene un corazón de carne y latidos de amor17. Caminar no es dar tumbos aquí y allá, eso es caminar entre tinieblas o en la oscuridad; caminar de verdad y hacer el camino de cada día implica la esperanza de recorrer el camino y de amar con el corazón el paso que se piensa dar18.

Sobre mi mesa Los datos

de la conciencia, inmediatos. No está mal

Este yo fundamental, contingente y libre, a ratos, creativo, original;

este yo que vive y siente dentro la carne mortal

¡ay! por saltar impaciente

las bardas de su corral. (vv. 194-203) .

Rescatemos, a modo de conclusión, lo que ya al acostarse descubre nuestro poeta en ese día que ha pasado.

  1. Topa sin quererlo con un objeto, un libro que ya ha leído y vuelto a revisar al atardecer. Los objetos se aparecen a uno, por eso se dice que los objetos están ante uno. Cómo le sean dados los objetos a la percepción de cada uno eso sí es muy distinto19. La sensibilidad individual es algo más que sólo tener un cuerpo y recurrir a cinco sentidos sensoriales. Ciertamente hay caminos que andan los sonámbulos, así como hay gente que anda muerta en vida; significa, hay quienes desconocen que la vida es aquí y ahora y que se hace en el camino y despierto y andando como Jesús sobre el mar.

  2. Los datos de la conciencia (Machado abrevia, Los datos), los datos…

    ¡inmediatos! de la conciencia, así lo termina de calificar Machado. Quiere decir, dato es todo lo que rodea al ser humano y que, éste siendo consciente, puede captar y comprender e integrar como suyo, dentro de su ámbito estrictamente personal. Entonces, cuando se vive cotidianamente tiene valía afinar la conciencia hacia las realidades más inmediatas a cada quien, a cada yo. La indiferencia al mundo circundante pasa irremediable factura: esa desconexión implica una ruptura entre el yo y su mundo y un evidente peligro a la hora de emprender la realización del camino vital. La fractura entre el yo y su mundo es materialmente el camino de la confusión de la vida y del sometimiento a otros. Algo es muy claro: nadie puede vivir sin encontrarse en el mundo; pero algo es más rotundamente claro y peligroso: nadie puede dejar en manos de otro la administración de su propia vida, incluido su correspondiente mundo circunstancial. Sin embargo, es posible el paso de los autómatas, de quienes no desarrollan su humanidad, de quienes no se percatan que no solamente poseen un cuerpo.

  3. Con la conciencia se descubre la interioridad humana y que desde ésta

    se da la existencia radical del yo personal; éste existe, es una realidad irrefutable, pero percatarse de ello es sólo posible por el recurso del viaje a la conciencia, a los datos inmediatos de la conciencia, a la selva muchas veces inexplorada de la interioridad humana.

  4. El yo descubierto por la conciencia no es el yo conceptual, sino el fundamental: el yo que goza de una razón, el que vive de emociones contradictorias, el que experimenta la razón y a veces comete actos de locura a causa de sus variados sentimientos y encontradas emociones, el que puede sumirse posteriormente en tormentosas y frecuentes amarguras o en la progresiva nostalgia, aquel yo íntimo que puede querer y cree que puede y que a su vez se inunda de temores y de deseos, a veces de morir y a veces de vivir.

Ese yo fundamental es el que absorbe sus propias experiencias cotidianas como datos, los que momentos después integra a sí mismo como recuerdos, como insatisfacciones o triunfos; ese es el yo donde reside la memoria. Es el yo donde habitan las personas amadas, donde residen los “tú esenciales”, esas personas que se han tratado más allá del saludo, a lo largo de ese trayecto de caminar paso a paso al lado del otro, proceso en el que también consiste la vida.

Ese yo es el yo fundamental de Antonio Machado; se trata ciertamente un yo-ser limitado por su espacio, por su tiempo y por la historia y por lo que algunos hacen con la historia y desde las organizaciones sociales contra los demás. Ciertamente eso es así. Y más aún, ese yo también es limitado al no poder evitar los inesperados eventos que le traerá cada día; pero es también, ese yo que ha de elegir qué paso dar y cuál negar; el yo que no puede esperarlo todo ni del alma ni del viento, porque está pisando un camino sin riberas, donde sólo permanece como constante la aventura marinera.

Se trata, entonces, de un yo limitado en algunos aspectos, pero (a veces) más libre en otros; ese yo que, cuando es libre, aunque sienta la sofocación de lo inevitable sobre sí que lo limita, y aunque desde su carne mortal guarda una interioridad y la realización íntima de ésta; la cual se puede expresar como la consumación de su vida espiritual ( = acceso y consistencia de la verdadera libertad = Bergson); como la aspiración de una vida menos urgida, menos agónica y con un diseño más trascendental ( = Unamuno); y, como la conclusión del andar del hombre bueno en muchos aspectos (Machado). Un yo que sabe tanto de su carne como de su espíritu; de ese espíritu suyo que vuela y ama impaciente por saltarse las fronteras que señalan los límites de la propia vida espiritual y que, por eso, tiene como reto hacer de cada día de su vida una vida nueva, la incansable labor del corazón que siendo de carne no puede sino amar. Ese yo que incluso incluye al sueño como parte de sí; el sueño, ese otro mundo que no se puede negar y donde todo es posible, incluso encontrar lo que se perdió y a la mujer amada alguna vez, a ella que la muerte tuvo el atrevimiento de arrebatarla del mundo mortal; sueño donde todo es posible, incluso conversar con Dios, con ese Dios que en la sabiduría popular, se dice, que tiene su tiempo para todo y que quiere que de alguna u otra manera algo bueno ocurra y que tal vez, quizá tal vez, ama a quien sueña para andar después20. Ese, y no otro, es el yo fundamental que Antonio Machado descubre en un día cotidiano. Ese yo fundamental es el yo verdadero, el no sólo cuerpo y pensamiento. Ese yo, dirá Machado,

¡será cósmicamente poca cosa, pero por su interioridad qué gran cosa!

Un yo, que moralmente, no debería morir.


Conclusion Notas

  1. Las referencias a esta poesía y de la obra de Machado, hasta que no se señale lo contrario, se hacen desde la edición de Antonio Machado: Obras. Poesía y Prosa, editada por Aurora de Albornoz y Guillermo de Torre; Losada, 1973. La poesía en cuestión se ubica entre las páginas 196-201 de esta edición.


  2. José Ortega y Gasset: Meditaciones del Quijote. En: OC I, 757. Puede estimarse que Ortega enuncia la filosofía del hombre y el mundo con toda claridad y que Machado la preludia en sus poemas.


  3. Agradecen quienes siembran y ven resultados; esperan quienes saben que la fortuna puede cambiar por muchas circunstancias, por ejemplo, la resistencia inesperada de la naturaleza (la sequía, el huracán, la riada) o la voluntad de algunos hombres (el acaparamiento alimentario, la sobrevaloración de costos y de precios, la inconsecuencia administrativa de los políticos, el egoísmo de algunos y de manera significativa la guerra).

  4. En el pensamiento de Antonio Machado el pueblo goza de la sabiduría popular, la cual se destaca en los refranes y en la manera práctica de enfrentar y llevar la vida cotidiana. Esta sabiduría tiene rasgos algunas veces regionales y herencias culturales de familia. Esta sabiduría es una riqueza que pierden generalmente las grandes ciudades. Sin embargo, el pueblo en general carece de la preparación y del discernimiento sobre el significado de los procesos históricos y políticos que de una u otra forma lo envuelven. La culpa de ello no es del pueblo; el pueblo es inducido a su estado de ignorancia histórica y social. Pero el drama social continúa y no termina ahí: los habitantes de las grandes ciudades no son más sabios al respecto de estas situaciones; los profesionales son un ejemplo de ello, quizá dominen sólo su profesión pero no pueden dar exacta cuenta de los motivos históricos y sociales que los han envuelto y los compromete; el “señorito” y gente bien pueden ser unos ejemplos, su vida aparece como desconectada de su entorno y, además, no hay en ellos las posibilidades de entender lo que viven ni de querer crear condiciones mejores. Algo similar se puede encontrar en José Ortega y Gasset, profesor de Antonio Machado, en su concepto de masa y señorito satisfecho; cf. a este propósito La rebelión de las masas (OC IV, 347-528; y, 319-321; 437-439; 970ss respectivamente). Una excepción a este drama de ignorancia y de modorra sociales es el despertar que produce en todos la guerra como acontecimiento y como experiencia de vida.


  5. “Es el mejor de los buenos/quien sabe que en esta vida/todo es cuestión de medida:/un poco más, algo menos [...]” (Campos de Castilla: CXXXVI: Proverbios y cantares, núm. XIII), p. 214.


  6. Se trata sin duda de un símil, de una imagen machadiana: el agua-lluvia, agua nieve y el poeta, vida humana tienen analogía y una misma realidad como destino: ser lo que deben ser. El elemento natural, p. ej. el agua o la lluvia, se identifica con la vida consecuente del poeta a su propia vocación de perfección interior y de la realización de sí desde su voluntad y libertad; en el caso del elemento natural todo depende de Dios Arquitecto Diseñador de Leyes Naturales; en el caso del ser humano todo depende de sí mismo, pequeña criatura, pequeño creador, porque está diseñado para ser el responsable creador de sí mismo.


  7. El desorientado o cuanto más el ciego lo son por su incapacidad a ubicar el peso de sus pasos o encontrarse como seres creativos, quiere decir, están desubicados en su interioridad; conocen poco de estar en las galerías del alma y por eso no pueden saber que son artistas creadores y porfían con la imposibilidad de crear y de que no hay creadores. Repárese en estos poemas: “¿Dices que nada se crea?/ No te importe, con el barro/de la tierra haz una copa/para que beba tu hermano”; y, “¿Dices que nada se crea?/Alfarero a tus cacharros./Haz tu copa y no te importe/si no puedes hacer barro”. (Campos de Castilla: CXXXVI: Proverbios y cantares, XXXVII y XXXVIII, 220).


  8. Referencia a Jorge Manrique; los ríos son como la vida que llega al mar que es la muerte. Cf.

    Jorge Manrique: Coplas a la muerte de su padre, especialmente I-IV.


  9. Caminar no es fruto del azar. Sólo los sonámbulos o los muertos en vida no saben para qué caminar o hacia dónde (hacia adelante, naturalmente). “¿Para qué llamas caminos/a los surcos del azar? [...]/Todo el que camina anda,/como Jesús sobre el mar” (Campos de Castilla: CXXXVI: Proverbios y cantares: II; 212).

  10. Se conserva la terminología castellanizada del nombre de los autores extranjeros tan propia de la época de Antonio Machado.


  11. Machado supone que el límite que descubre la interioridad guarda relación con la limitación del yo fundamental humano y aprender a administrar la propia vida. “¿Dónde está la utilidad/de nuestras utilidades?/Volvamos a la verdad: vanidad de vanidades” (Campos de Castilla: CXXXVI: Proverbios y cantares, XXVII, 217).


  12. Ortega hace hincapié en que esta es la virtud poética de Machado: su poesía no es una descripción de la realidad, es encaminar al oyente o al lector a recrear con vivacidad los personajes o las escenas que en la poesía figuran. Ahora, el día cesa y lo que sigue parece tan cotidiana como local en cualquier comunidad o experiencia humana. Cf. Ortega y Gasset: Los versos de Antonio Machado. En: OC II, 48-149.


  13. José Ortega y Gasset afirma que este es el espíritu poético de Antonio Machado, experimenta congojas porque es un poeta de la interioridad y desde ahí se lanza a la circunstancia como lanzándose desde el extremo de las congojas de su corazón (cf. J. Ortega y Gasset: Los versos de Antonio Machado. En: OC II, 146-150).


  14. “Tras el vivir y el soñar,/está lo que más importa:/despertar”. Y, “Si vivir es bueno,/es mejor soñar,/y mejor que todo,/madre, despertar” (Nuevas canciones: CLXI: Proverbios y cantares: LIII y LXXXI; respectivamente, 280 y 285).


  15. Muy fina es la observación de Roberto Murillo cuando dilucida un mundo reverso y un mundo anverso en el planteamiento del ejercicio humano de la vida en Antonio Machado. Hay una tendencia usual en todos a encontrar el mundo cotidiano como de una única dirección, es el mundo anverso, la parte visible, sensitiva y material. Pero hay otro mundo; a este es imposible de llegar a partir de la mirada, su acceso es por la conciencia y sólo la angustia o la tristeza de espíritu parecen revelarlo realmente ( = ¡despertar!), ese es el inicio de la introspección y de la interioridad, es el mundo reverso. La dialéctica se establece con facilidad: el ser humano con conciencia tiene espíritu y descubre el amor a toda la realidad circundante y a sí mismo, descubre todas las posibilidades como un sueño o una esperanza siempre posible y puede andar de un mundo al otro y procurar la transformación en ambos mundos. En eso consiste la unión entre el pensamiento y el amor y por eso su transformación en saber y querer andar. Cf. Roberto Murillo Zamora: Antonio Machado. Ensayo sobre su pensamiento filosófico, 230-233.


  16. “¡Oh fe del meditabundo!/¡Oh fe después del pensar!/Sólo si viene un corazón al mundo/ rebosa el vaso humano y se hincha el mar” (Campos de Castilla: CXXXVI: Proverbios y cantares: XXXII, 219).


  17. El amor aparece súbitamente como una consecuencia de la experiencia de la exploración interior en que consiste la meditación. El amor denota que se está en el camino de la sabiduría para aprender a vivir. “El amor comienza a revelarse como un súbito incremento del caudal de la vida, sin que, en verdad, aparezca objeto concreto al cual tienda” (De un cancionero apócrifo: CLXVII: Abel Martín; 319); por otra parte, las ideas integradas con el amor son mejores e incluso

    más bellas (cf. la fuente anterior, 318). El amor, como bien sostiene Santiago Montserrat, comienza lentamente a pensar y le da vida y calidez al desierto que es el pensamiento o actividad de pensar; las palabras son rocas sino cuentan con la respiración que es su espíritu. Por otra parte, el amor es el despertar súbito de que se tenga conciencia; quien ama se concentra y comienza a comprender. Esa es la Escuela de la Sabiduría de Juan de Mairena, según Machado. Cf. Santiago Montserrat: Antonio Machado, poeta y filósofo; passim.


  18. La sabiduría se expresa como el amor ejercido en la vida, como la oportuna manera de saber ser bueno junto a los otros y con consigo mismo. En ello la vida humana encuentra su realización plena. “Poned atención:/un corazón solitario/no es un corazón” (Nuevas canciones: CLXI: Proverbios y cantares, LXVI, 282); y, “Late, corazón […] No todo/se lo ha tragado la tierra” (Campos de Castilla: CXX, 90).


  19. Este es precisamente uno de los énfasis de la teoría del conocimiento según Juan de Mairena, heterónimo de Antonio Machado. Cf. al respecto, p. ej. Cancionero apócrifo: CLXVIII: El Arte poética de Juan de Mairena, 341-349.


  20. Dios como elemento del sueño y el sueño como posibilidad de otro mundo alterno al ser humano; este juego psico-antropológico de Machado es uno de los medios machadianos para encontrarse el ser humano con Dios, realidad más allá de toda explicación racional, como la realidad de los sueños, las esperanzas, los sentimientos y las dificultades humanas: “Soñé a Dios como una fragua/de fuego, que ablanda el hierro,/como un forjador de espadas,/como un bruñidor de aceros,/que iba firmando en las hojas/de luz: Libertad. -Imperio” (Campos de Castilla: CXXXVI: XXXIII, 219). Este Dios habla al corazón en los sueños y, según Machado, manifestado en Jesús de Nazaret, su mensaje más importante es: velar, quiere decir, permanecer atento y despertar para que el espíritu no sea negado por la carne y consumido por el mundo exterior (cf. al respecto: en la fuente anterior, XXXIV, 219; y, Soledades: LIX y Campos de Castilla: CXXXVI: XLVI).


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