Maximiliano Francisco Trujillo Lemes

Martí, el apóstol de Mañach, algunas valoraciones un siglo después


RESUMEN

La publicación de Martí, el apostol, por Jorge Mañach, coincidió en el tiempo con la aparición editorial de varias biografías de grandes celebridades de la historia política o cultural a nivel internacional, y que dispararon la fama de escritores que eran relativamente más o menos conocidos en los entornos literarios de entonces, desde Stefan Sweig a Emil Ludwig. Ese elemento de orden factual, y la perspectiva sobre Martí presentada por Mañach en el libro que ocupa a éste texto, generaron no pocas reacciones en los días y años posteriores a la publicación, reacciones muy dispares en posicionamientos ideológicos e intenciones críticas.

Valorar algunas de esas reacciones a Martí, el apóstol, ocupa el centro de lo que leerán a continuación, porque sin lugar a dudas siguen siendo pertinentes para el contexto ideocultural cubano y latinoanoamericano, aunque hayan cambiado las circunstancias desde entonces acá notoriamente. Porque Martí sigue siendo una figura de trascendencia continental más allá de los cambios de contextos, y la aprehensión de su figura por las más diversas posturas del espectro ideopolítico, como paradigma de legitimación discursiva y de accionar, sigue generando pasiones y encontronzos.


Autor/ Author

Maximiliano Francisco Trujillo Lemes

Universidad de La Habana Correo: csmaxftl@gmail. com


Recibido: 20/12/23 Aprobado: 12/01/24 Publicado: 17/03/24

Aunque hay que reconocer que hoy el libro de Mañach genera muchísimo consenso siendo reconocido como la biografía martiana más completa y significativa escrita hasta el momento. Pero no deben olvidarse las reacciones que ha generado en el antaño, para redescubrir que no todo lo que parece hoy certeza, lo fue necesariamente siempre.

Palabras Claves: José Martí, José Mañach, biografía, José Antonio Portuondo, crítica.

Abstract: The publication of Martí, the apostle, by Jorge Mañach, coincided in time with the editorial appearance of several biographies of great celebrities from political or cultural


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history at an international level, and which boosted the fame of writers who were relatively more or less known. in the literary environments of that time, from Stefan Sweig to Emil Ludwig. This factual element, and the perspective on Martí presented by Mañach in the book that concerns this text, generated quite a few reactions in the days and years after the publication, very disparate reactions in ideological positions and critical intentions.

Assessing some of these reactions to Martí, the apostle, occupies the center of what you will read below, because without a doubt they continue to be relevant to the Cuban and Latin American ideocultural context, although circumstances have changed noticeably here since then. Because Martí continues to be a figure of continental transcendence beyond changes in context, and the apprehension of his figure by the most diverse positions of the ideopolitical spectrum, as a paradigm of discursive legitimation and action, continues to generate passions and clashes.

Although it must be recognized that today Mañach's book generates a lot of consensus, being recognized as the most complete and significant biography of Martí written to date. But we must not forget the reactions it has generated in the past, to rediscover that not everything that seems certain today was necessarily always so.

Keyswords: José Martí, José Mañach, biography, José Antonio Portuondo, criticims.


  1. Introducción


    En 1933, año cruento y glorioso para la nación cubana, vio la luz Martí, el Apóstol, una de las biografías más significativas escritas sobre el hombre que ha marcado como ningún otro el imaginario y el devenir de Cuba en los últimos 140 años. Para no pocos especialistas, ¡es tan significativa esta aproximación al héroe, que nunca ha sido superada!

    Este es un libro que ha provocado múltiples valoraciones, sin que falten impugnaciones, criticas mordaces y objeciones para referirse a él, la mayoría venidas de intelectuales de filiación comunista y vinculados al viejo Partido Socialista Popular, sobre lo que se volverá más adelante.

    Es preciso destacar que a principios de la década de los años treinta se sigue generando en Cuba un reavivamiento del legado literario, y sobre todo político, de José Martí, y que había iniciado la llamada generación de los años veinte. Esa generación también descubre que Martí podía ser el símbolo adecuado para desmontar, simbólica y epistemológicamente, la frustración que la República les generaba, y el dedo acusador adecuado para denunciar la traición de parte de una generación que debió haberles legado otro destino a la nación, o por lo menos no haber tolerado inconsecuentemente el fin que se les permitió darle.

    Algo que se constata en Martí, el Apóstol, es la rigurosidad con que se aproxima a las diversas facetas del pensamiento martiano, aunque algunos de sus críticos aseguraran después de su publicación, que el libro priorizó las “liviandades” de la vida amorosa del héroe y descuidó su vocación patriótica, ideopolítica o intelectual.

    ¡Lo que es relativamente falso! Se destacan en ese rubro las impugnaciones de José

    A. Portuondo y Raúl Roa.


  2. Desarrollo


    En el 2023 se conmemoraron 90 años de la publicación por vez primera de Martí, El Apóstol, la biografía más significativa escrita en torno al hombre que ha marcado como ningún otro, el imaginario y el devenir de Cuba en toda su historia, para no pocos especialistas y críticos es un texto no superado aún.

    En la traducción al inglés de 1950, le pidieron el prólogo a la novel de literatura, la chilena Gabriela Mistral, y allí acotó: “[…] esta biografía de Martí la han celebrado los mejores y además el pueblo […] por ello alcanza ya la cuarta edición española”1. Ello devela el impacto que ha tenido no solo en la isla, sino en parte considerable de Hispanoamérica, recibió críticas favorables entre intelectuales de varias latitudes, ello incluye investigaciones en universidades españolas y estadounidenses

    El Mañach que escribe la biografía sobre el apóstol, pertenecía a la llamada generación del 20, una generación que intentó cambiar el destino de la joven República de Cuba: la frustración y el desapego a la generación de sus padres, que había en su mayoría combatido al régimen colonial español, tan solo dos décadas y medias atrás, eran vistos por ésta primera generación republicana como traidores, por haberles entregado una nación dependiente a los Estados Unidos.

    Por tanto se está ante un Mañach aún joven, pero con suficientes lides intelectuales, que demuestra con creces que ha profundizado en la obra martiana publicada hasta 1932, primero al haber accedido a los textos que ya había publicado Gonzalo de Quesada2, y luego por las investigaciones que le sucedieron, y que son expresión de la existencia de esa nueva hornada de cubanos que había empezado desde la década anterior a vindicar a Martí como la más significativa figura de la última guerra de independencia, no solo ya como cerebro y estratega organizativo de la contienda, sino además como ideólogo del destino de Cuba, durante el conflicto y a partir de la consecución de la separación de España.

    Esa generación también descubre que Martí podía ser el símbolo adecuado para desmontar simbólica y epistemológicamente la frustración que la República les generaba, y el dedo acusador adecuado para denunciar la traición de una parte de la generación que debió haberles legado otro destino a la nación, o por lo menos no haber tolerado inconsecuentemente el fin que les permitieron darle.

    Martí, el apóstol, sin lugar a equívocos posibles, es un texto riguroso que se aproxima a las diversas facetas del pensamiento martiano, aunque tiene el estilo, incluso la concepción dramatúrgica de una biografía novelada, como fue uso entre no pocos escritores europeos o estadounidenses de la época, para facilitar la aproximación del lector a la figura elegida para biografiar; ya se popularizaban por todo Occidente novelas por entrega, en publicaciones literarias o de misceláneas, que abrazaban el melodrama, uso iniciado por Víctor Hugo en el siglo anterior, ¡y era complicado cautivar lectores!.

    Por ejemplo, la rigurosidad de la obra que nos ocupa se constata que para esa fecha Mañach hay referenciado en su biografía la carta testamento de Martí, y la

    […] ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país y por mi deber- puesto que lo entiendo, y tengo ánimo con que realizarlo- de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin […]. Viví en el monstruo y le conozco las entrañas: y mi honda es la de David (Mañach, 1990, 237).

    presenta comentando: Allí, a la luz de una vela, escribe, en la noche del 18, la carta a Manuel Mercado- su fiel amigo de México-, en que revela ya explícitamente su secreto político:

    Este es uno de los testimonios martianos más contundentes para demostrar su perspectiva antimperialista en la concepción que diseñó para la independencia de Cuba. En ese párrafo de la epístola a Manuel Mercado, no hay posibilidades de manipulación o alteración de los objetivos y la verdad martiana, en la consecución de la independencia de la isla. ¡Era 1932 cuando cierra la escritura del libro¡ ¿Quién obligaba a Mañach a referenciar un texto que no era ni muy difundido, y mucho menos conocido en la Cuba de la época? Presupongo que solo su voluntad o su empatía con la determinación del apóstol. Considero que reconstruir ese pasaje de escritura martiana cerrando el libro, es argumento suficiente para desmentir toda acusación de liviandad en la perspectiva biográfica que se nos presenta.

    Acótese que debió haber tenido un impacto no despreciable en los lectores de la época, ¡y en otros muchos que vinieron después!, adoctrinados en las remembranzas de un Martí conveniente y apacible, para las diversas tendencias políticas que se confrontaban en la isla, y que aspiraban además a legitimarse desde el recién redescubierto Apóstol.

    Si seguimos adentrándonos en las casi 240 páginas de este libro imprescindible para la educación patriótica de todos los cubanos, se descubrirá que hay una y otra vez alusiones a la raigambre política y de político del héroe. Creo es muy destacable que Mañach revele la forma en que pide Martí a Maceo aceptar que la jefatura de la expedición que lo traerá a Cuba descanse sobre los hombros de Flor Crombet, hombre con quien el Titán había confrontado violentamente tiempo atrás, y que además había sido de menor rango militar y simbólico en las contiendas pasadas.

    ¿Causas? Maceo solicitaba una suma de 6000 pesos para organizar la expedición, mientras tras el fracaso de la Fernandina, Martí solo podía ofrecer 2000, y Crombet desde Panamá decía poderla emprenderla por menos dinero.

    […] decidido que usted y yo dejemos a Flor Crombet la responsabilidad de atender ahí a la expedición, dentro de los recursos posibles, porque si él tiene modo de que ustedes puedan arrancarse de ahí con la suma que hay, ni usted ni yo debemos privar a Cuba del servicio que él pueda prestar. Y él pondrá a las órdenes de usted la labor que usted me reitera que no puede hacer en su San José sino por una suma imposible […] (Mañach, 1990, 230).

    Refiere Mañach: A Maceo le escribe, con toda la delicadeza posible:

    La carta terminaba con algunos toques en lo vivo del amor propio y patriótico:

    El patriotismo de usted, que vence a las balas, no se dejará vencer por nuestra pobreza -por nuestra pobreza, bastante para nuestra obligación-. Cuba está en guerra, general. Se dice esto, y ya la tierra es otra. Lo es ya para usted, y lo sé yo. Que Flor, que lo tiene todo a mano, lo arregle todo como pueda. ¿Qué de usted pudiera venirle el menor entorpecimiento? ¿De usted y Cuba en guerra? No me entrará ese veneno en el corazón.” (Mañach, 1990, 230).

    Mañach permite al lector descubrir al líder y alma de la contienda del 95, como inteligencia que sabe negociar entre asperezas, sin insultos ni imposiciones, anteponiendo el interés por Cuba a mezquindades de ego, o presunciones de superioridad, utilizando el arte de la política, ¡que es convencer sin amedrentar, para la consecución de fines!, que se suponen siempre por encima de la vocación o el interés individual, o incluso de partidos.

    Mañach acerca al lector cubano de los años treinta, a una visión de anteposición de los intereses nacionales a las pugnas fraccionarias, exactamente cuando no pocas fracciones en Cuba disputaban el liderazgo para expulsar a Machado del poder, dejando la sensación, reiteradamente, que el liderazgo valía más que la impudicia de un gobierno dictatorial. ¡Lección que ha sido necesaria cuantiosas veces después! Destáquese que hay otros muchos sucesos de la vida política del apóstol que están narrados como en pocos textos de la historiografía oficial, por ejemplo, el Plan de la Fernandina, desde cómo lo preparó y lo coordinó, hasta las implicaciones emocionales y los conflictos políticos con otros emigrados del espectro revolucionario tras el fracaso, o quizás hasta la constatación de la traición. La imagen que dibuja Mañach de Martí en esa hora calamitosa, vale más que decenas de páginas de historia narrando los hechos, y cito: Con toda la amargura del fracaso, tiene que beber, a última hora, esta ponzoña”3. Creyó haber hecho de su fe un escudo invulnerable. Le

    han herido bajo el escudo.

    Permanece, durante un largo instante de silencio, con la barbilla hundida en el pecho. Al cabo, levanta el semblante, lleno ya de una luz nueva. ¡Él sacará las entrañas triunfantes en el puño!” (Mañach, 1990, 225).

    Cuando un héroe es humanizado, es develado en los matices de su humanidad, es mucho más próximo a su pueblo que todas las imágenes marmóreas e impolutas que construyen los discursos de los manipuladores de la política y de ciertas narratologías, muy comunes en las historias oficiales. En ese propio capítulo de la Fernandina, Mañach aprovecha para poner en voz de Martí la “indignación” que genera en éste la proyección imperialista de los Estados Unidos.

    El nivel de subjetividad del texto es, sin lugar a duda, otra de las características que hacen de esta biografía una hermosa obra. Me refiero a la forma en que el autor nos adentra en el supuesto sentir y pensar del Apóstol. Sólo una vida de incansable estudio e investigación de la vida y obra de José Martí puede haberle permitido a Jorge Mañach desarrollar una idea tan clara de la figura sobre la que escribe. Una lectura de este libro es suficiente para empatizar con el profundo patriotismo que guio la mayor parte de la vida de José Martí, con su pasión incansable por la literatura, las artes y el conocimiento en general que hizo de su genio algo casi

    Un texto reciente sobre esta obra acota lo siguiente:

    sobrehumano, con su profundo e inabarcable sentimiento de humanismo. Tal empatía es lo que hace que la lectura se haga más provechosa, permite a los lectores consumir placenteramente las páginas y llegar a sentir pena con un final enteramente consabido. Por estas razones, Martí, el Apóstol, a pesar de las actualizaciones de corte histórico que han emergido y aún emergerán, no deja de ser un texto clave en los estudios martianos. El contenido que tras décadas de estudio reunió Jorge Mañach para producir dicho libro, debe parte de su trascendencia a la magistral forma con que se presenta (Sánchez, 2023, 2).

    Insisto, cuando se lee Martí, el apóstol, otros muchos sucesos de la historia nacional en los que el héroe se vio implicado, son expuestos en matices de una riqueza literaria y de una construcción de imágenes y emociones que pocas veces se han expuesto en la historiografía nacional. Pero a pesar de todo ello, tal como se delató previamente, sufrió no pocos ataques, incluso hasta entrada la década de los años ochenta del siglo XX. Por cierto, desde las teclas de máquinas de escribir de intelectuales, que también forman parte del pedestal espiritual de la nación.

    Seguidamente, me detendré en algunos de esos juicios de valor, por ejemplo, en 1968 el intelectual José Antonio Portuondo publica en la Revista de la Biblioteca Nacional: Retratos infieles de José Martí, un texto donde recircula juicios de valor que ya había publicado una década y media antes.

    En 1968, José A. Portuondo publica “Retratos infieles de José Martí”, en una separata de la Revista de Biblioteca Nacional Año 69, No. 1, 1968. Era un remedo de un texto publicado por él en la Revista Orientación Social en la década de los 50 referido a la misma problemática: las visiones que sobre Martí se fueron construyendo, sobre todo a partir de la década de los años veinte del siglo XX en Cuba.

    En este texto, como en su homólogo de principios de los años cincuenta, Portuondo hace balance de la evolución en el pensamiento cubano en relación con el tratamiento de la figura del apóstol, destacando que, si bien en las primeras décadas republicanas a la que el conceptúa como: “[…] subdesarrollada, semicolonial, mediatizada […]”, apareció un Martí de mármol, para oponerlo a las consideraciones que entonces manejaban sus oponentes autonomistas, aún vivos, y que lo juzgaban quizás”[…] como el hombre más funesto que había producido Cuba […]” (Portuondo, 1968, 7).

    Según Portuondo, apareció una literatura sobre Martí caricaturesca, edulcorada, que presentaba al héroe como absolutamente impoluto, sin ninguna mácula, que los políticos de la época presentaban con las cualidades del deber ser que no tuvo la República, apelando a un Martí aforístico y vacío de toda conflictividad personal o política, lo que posibilitaba que cualquiera recitara al héroe para los fines más convenientes a sus intereses, incluso para justificar posturas o actitudes que aquel no hubiese considerado admisible para el destino la nación. Se fue perfilando un Martí voluble a los intereses de cada grupo o postura ideopolítica que fue naciendo en la isla, sin escrúpulos ni reflexiones profundas sobre su pensamiento y obra.

    Martí se fue convirtiendo en escudo de patriotas y truhanes por igual, siempre desde una visión estatuaria de su figura. Según Portuondo, las primeras humanizaciones de su figura no llegan hasta por lo menos 1925 en que “[…] apareció la primera biografía cuidada de José Martí, en la cual vida y obra, el hombre y su pasión creadora, aparecían armónicamnete manifestados. Con ella inició don Manuel Isidro

    Méndez, español de nacimiento, cubano por su entrañable vinculación a nuestra

    tierra una nueva etapa de los estudios martianos” (Portuondo, 1968, 8).

    Acusa Portuondo, que tras esta biografía, inspirada en el influjo de André Maurois4, Stefan Sweig5 y Emil Ludwig6, muy de moda en la escritura de biografias sobre personajes célebres de la historia Occidental, en esa época aparecen otros estudios parciales y serios sobre la figura del apóstol, y es lo que conmina a la editora madrileña Espasa- Calpe a publicar una serie de biografias sobre personajes célebres españoles e hispanoamericanos, siendo una de ellas Martí, el apóstol, de Jorge Mañach, que en este texto, Portuondo considera aunque con mácula, por las circunstancias en que fue escrita y publicada, como aquella en que “[…] el autor se recrea-morosa y amorosamente- en darnos la cifra vital del personaje biografiado, su formación humana en Cuba, en España, en México. Por primera vez se concedía importancia a la existencia sentimental de Martí […] (Portuondo, 1968, 8).

    No es justo achacarle a él tan lamentables resultados, y es absolutamente seguro que, de no ser el suyo, otro libro hubiera dado ocasión a los excesos posteriores, pero tampoco es posible ignorar que fue su bella novelización de la vida sentimental de Martí la que puso en primer plano la existencia amorosa de éste, sustituyendo la estatua de mármol por el hombre transido de pasión insatisfecha que busca en diversas mujeres el complemento de sus ansias de varón de deseos (Portuondo, 1968, 9).

    De seguido, tras ponderar la obra de Mañach, asegura que tuvo imitaciones despreciables que redundaron en alterar la figura y obra del héroe, retornando a visiones sesgadas y manipuladas para fines espúreos, y acota lo siguiente:

    Portuondo asegura que lo mejor de la biografía de Mañach es su primera mitad, y justifica que el período más prolífero, política y patriocamente de Martí, quedó tratado con debilidad, porque las circunstancias en las que se desenvolvia el autor en su lucha antimachadista, no le permitieron abundar con mayor énfasis en los años finales de la vida martiana, que son tratados en las cuartillas finales, en tanto se vio “obligado a condensarlo en pocas páginas”.

    Para la década de los años setenta, y tras el Congreso Nacional de Educación y Cultura, Portuondo publica el texto: Martí y el diversionismo ideológico, que aparece en forma de folleto7, y era la versión escriptural de una conferencia suya pronunciada unos meses antes, supongo que en la Secretaria General de la Organización de Solidaridad con los Pueblos de Asia, África y América Latina (OSPAAAL), porque tal conferencia la inicia saludando a Melba Hernández, quien fue la directora de esa organización durante años.

    Al enfrentar la lectura de esta conferencia de Portuondo, se descubre un relativo giro axiológico en el momento de juzgar el texto de Mañach que aquí ocupa. Hay precisiones importantes por hacer; en lo fundamental, recicla muchas de las disquisiciones contenidas en Retratos infieles de José Martí; diría que ni siquiera aporta reflexiones nuevas en el tratamiento a la figura del apóstol, sino que solo abunda un poco más en las que considera politicamente correctas y acrecienta la denostación contra aquellas que él juzga como antivalores literarios para la Revolución en el poder y su apropiación de Martí.

    Los autores y textos denostados los incluye ahora en una categoría “nueva” que no aparece aludida en el texto de referencia precedente: el diversionismo ideológico; según Portuongo, esas “biografías apócrifas” sobre Martí padecen el mal que delata, solo que traspola a un nuevo concepto, juicios precedentes, que antes enjuiciaba solo como “retratos infieles”, y ello lo delata en una relativa inconsecuencia epistemológica, que se explica desde la tendencialidad ideológica que se dispara en la Cuba de los primeros setenta, nunca antes tan próxima o cerca de posturas y prácticas ideopolíticas típicas del stalinismo.

    Portuondo reconoce, a principios de éste escrito, que su nueva reflexión sobre un viejo asunto responde a un ”[…] discurso alertador y orientador al mismo tiempo del compañero Raúl Castro […]” (Portuondo, 1968, 3), que tuvo en el “diversionismo ideológico” el centro de toda atención, y que define como un arma más sutil y peligrosa que el imperialismo utiliza para “minar a los países socialistas por dentro”, tras fortalecerse la coexistencia pacífica entre estados de diferente régimen político, y disminuir las tensiones militares entre aquellos bloques en conflicto de la entonces llamada Guerra Fría.

    Como no ocupa a este ensayo el pensamiento de Portuondo, sino solo sus juicios de valor sobre Martí, el apóstol, de Mañach, en ello me detendré. Ya en la segunda página del texto, dice: “[…] es estéticamente la mejor biografía de Martí, pero al mismo tiempo peligrosísima, falaz y que tuvo una larga y deformada descendencia […]. Mañach dedica las tres cuartas partes de su libro a la vida amorosa de Martí y al final apretadita, está la vida de creación política que es lo que justifica una biografía del apóstol.” (Portuondo, 1968, 4),

    De inmedaito, se encuentra una paradoja, Portuondo se detiene con profusión, aunque sin detalles. en la vida amorosa de Martí, para procurar demostrar que no era a su decir un “Casanova”, y con ello acusa a Mañach de pretender desviar la atención sobre el Martí que importa, el Martí que se justifica literariamente, que sería el Martí del ideario político para centrse en un “falso retrato del héroe”, como hombre común. Portuondo parte del constructo de que los héroes no son hombres comunes, porque de serlo, a su decir, no hubiese tenido tiempo para protagonizar grandes epopeyas. No obstante, para salvar el pedigrí impoluto de nuestro más grande héroe, acusa que se ha llegado a afirmar que era dado a la bebida, en específico a la Ginebra, y que se ha difundido el peyorativo apelativo de Pepe ginebrita para irrespetuosamente referirse a él, cuando esa ni la actitud de mujeriego ha podido confirmarla nadie (por

    Todo el mundo conoce la condición de conquistador, no solo militar, que tuvo Bolivar, y mucho más esa figura espléndida que está esperando también una gran biografía, que es Francisco de Miranda, el hombre que llegó a ser amante de Catalina la Grande de Rusia; todo el mundo sabe que Rubén Darío, el más grande poeta del modernismo, era un dipsómano, pero nada de esto se sabe en relación a Martí (Portuondo, 1968, 11).

    cierto, tampoco lo dice Mañach). Aunque a continuación afirma:

    Pero esto no basta a Portuondo para acusar la biografía de Mañach de apologeta de la distorsión y asegura en el párrafo siguiente:

    Pero esto todavía es menos peligroso que la otra forma de diversionismo que es ponernos por delante la vida de un Martí, tal vez, “demasiado humano” y sustraernos al otro Martí, al político, al ideólogo, al revolucionario. En el caso de la biografía de Mañach esto es evidente (Portuondo, 1968, 11).

    No es necesario abundar en lo que ya se refirió antes; es una acusación que no se sostiene en la lectura desprejuiciada de este texto imprescindible del pensamiento y la literatura cubana. Con todo el respeto que amerita Portuondo, quien 8 años antes había justificado el desbalance entre vida común y vida política del apóstol en la perspectiva mañachsista, este giro de tuerca en su justipreciación de la obra en cuestión, parece responder más a dirupciones ideológicas del Quinquenio Gris, que a las propias convicciones estéticas o incluso políticas del intelectual comunista santiaguero, quizás vinculado con los “acuerdos” del Congreso Nacional de Educación y Cultura8 de tres años antes, uno de los eventos más nefastos para la vida espiritual de la nación de las últimas seis décadas.

    Fue un contexto en que las posturas antintelectuales se recrudecieron en los posicionamientos políticos de las estructuras de poder realmente existentes, en que se cerraron filas en dirección a los dogmas del marxismo-leninismo, que se convirtió en esa década en doctrina oficial del Estado y el Partido, con saldos desastrosos para la salud de la ciencias sociales, el arte y la literatura en Cuba.

    El cierre del Departamento de filosofía de la Universidad de la Habana y de su revista Pensamiento crítico, considerada hoy una de las más importantes de su época en estudios y difusión del marxismo no hegemónico en toda América Latina, la negación dogmática de la República burguesa neocolonial como tiempo histórico de indiscutibles valores para lo que la nación fue y sigue siendo, así como de la mayor parte de sus intelectuales o artístas, siempre que no fuesen de filiación marxista, son prueba de ello, la crisis de creatividad del cine nacional, salvanmdo excepciones, tras una lúcida década precedente, etc., confirman la aseveración de que Portuondo, que pertenecía a la generación y la postura ideológica que terminó por imponer sus cosmovisiones en el diseño ideopolítico del espacio revolucionario, sin alternativas ni posibles disensos: me refiero a la perspectiva de deber ser que defendía el extinto Partido Socialista Popular del que él formó parte, hacen sospechoso su giro de tuerca en relación con Martí, el apóstol. de Mañach.

    Por cierto, otros textos valiosos y autores imprescindibles de la cultura y la

    historia de las ideas en la isla, corrieron igual destino, pero no es asunto de análisis en este ensayo.


  3. Conclusiones


    Este es un texto aún inconcluso, faltan otras aristas a valorar sobre las impugnaciones que en los peores años de las políticas culturales protoestalinistas que se diseñaron y aplicaron en Cuba, sobre todo, tras el Congreso Nacional de Educación y Cultura de 1971, y quizás hasta entrado los años ochenta, generó en cierto pensamiento ortodoxo de corte marxista-leninista el gran texto de Jorge Mañach, Martí, el Apóstol, y que ha ocupado a estas consideraciones.

    Se seguirá trabajando en la búsqueda arqueológica de esos escritos inmisericordes, que subordinaron a prejuicios estrictamente ideologizantes juicios de valor sobre una obra que mucho tiene que enseñar aún a los cubanos y los latinoamericanos, sobre la vida y el devenir de uno de los hombres más grandes de la historia y la producción literaria y periodística del siglo XIX Nuestroamericano.


    Notas


    1. Tomado de Luís Toledo Sande: Para una nueva lectura de Martí, el apóstol en Jorge Mañach: Martí, el apóstol, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990.


    2. Albacea y amigo de Martí, fue el primero en publicar en Cuba las obras completas del Apóstol, aunque en la medida en que han aparecido textos nuevos, en los años sucesivos, se han ido ampliando el número de ellas


    3. Se refiere a la presunta traición de Queralta, uno de los organizadores de La Fernandina


  1. Fue el seudónimo de Ëmile Saloimon Wilhelm Herog, novelista y ensayista francés, quien vivió entre 1885 y 1967


  2. Escritor, biógrafo y activista social austriaco, luego naturalizado británico quien vivió entre 1881 y 1942, considerado uno de los escritores más interesantes en Europa en la primera mitad del siglo XX


  3. Fue un escritor y biógrafo alemán de origen judío, nacionalizado suizo, famoso especialmente

    por sus obras sobre Beethoven, Bismarck, Goethe y Napoleón. Vivió entre 1881 y 1948


  4. El folleto no declara editorial ni fecha de publicación; investigando se logró precisar que es de 1974, lo que explica el lenguaje utilizado y el formato de edición, típico de ese período. Pero además apela a códigos muy a tono con las indicaciones de Congreso Nacional de Educación y Cultura de 1971 sobre producción artística y literaria, y su presunta relación con la ideología; es el período en que el llamado realismo socialista procura enseñorear en Cuba, como única foirma de expresión estética congruente con el socialismo real, sus intereses y fines, según el discurso de la época, que pervivió en algunos sectores más allá del llamado Quinquenio Gris (1970-75)


  5. La celebración del Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura -ocurrido entre el 23 y el 30 de abril de 1971-, constituyó uno de los momentos más influyentes en la política cultural en los 70 en Cuba, e inauguró algunas de las páginas más polémicas y dolorosas de la historia artística y literaria de la Isla. El encuentro, marcado por acontecimientos como la muerte del Che en Bolivia (1967), el apoyo -no sin reservas- de Cuba a la invasión soviética a Checoslovaquia (1968), la ofensiva revolucionaria contra la pequeña propiedad privada (1968) y el fracaso de la Zafra de los Diez Millones (1970); revivió el debate sobre el rol de los intelectuales y artistas en el naciente sistema político, y concluyó con una serie de acuerdos que marcarían una postura más extremista e intolerante, y que inaugurarían el llamado Quinquenio Gris, un período de represiones contra intelectuales que el poder consideró no eran ejemplo de revolucionarios .


Referencias


Mañach, Jorge(1990): Martí, el apóstol, Editorial de Ciencias sociales, La Habana


Portuondo José Antonio(1974): Martí y el diversionismo ideológico, Escuela Nacional del Partido

Comunista de Cuba, Ñico López, La Habana


Portuondo, José Antonio(1968): Retratos infieles de José Martí, separata de la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí, Año 69, Nro 1, La Habana


Sánchez Orraca, Beatriz: Martí, el apóstol, una obra trascendental, en http://www.josemarti.cu/dossier/ marti-el-apostol-una-obra-trascendental/,%20visitado%2017/4/2023.