Galdy Hernández Zárate

Breve caminata por La moral es infiel


Eso viene de más lejos […] Lo que pasa con estos muertos viejos es que cuanto les llega la humedad comienzan a removerse.

Y despiertan. –Juan Rulfo: Pedro Páramo

Obras como La moral es infiel (2022, San José, EUNED, 440 págs.) deben celebrarse. En eso y otros aspectos acierta el Prof. Dr. Roberto Castillo en su magnífico prólogo, pues el f ilósofo Álvaro Zamora asume “con rigor” una serie de “cuestiones medulares del pensamiento filosófico” de Jean


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Galdy Hernández Zárate Colegio Postgraduados Campus Veracruz

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Recibido: 02/03/2023 Aprobado: 17/04/2023 Publicado: 30/05/2023

Paul Sartre y abre las puertas a muchos temas que pueden motivar el interés de colegas suyos y de otras especialidades que se encuentren interesados en cuestiones de la ética, en estudios sobre el ejercicio cotidiano de la palabra, de la vecindad y la colaboración humana, así como del amor o de cualquier sentimiento mutuo, de las pasiones, o incluso de la metodología para abordar problemas antropológicos.

Se podría afirmar que, desde que el filósofo mexicano Prof. Dr. Jorge Martínez Contreras publicó su extraordinario estudio sobre Sartre en 1980 (Sartre: la filosofía del hombre. Siglo XXI Editores, 467 págs.) no se ha publicado en nuestra América (y más allá, seguramente) una obra tan sustantiva en temas sartreanos como esta.

Desde el título, se presume que Zamora no solo mapea aspectos medulares de la filosofía de Jean Paul Sartre sino que, además, aclara cuestiones medulares de su fenomenología (filosofía inspirada en Brentano y gestada por Edmund Husserl), se adentra en la ontología descriptiva de la psicología; también plantea temas cardinales de la ética que en Sartre se encuentra


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inconclusa y que es, sin duda, el eje axial de este libro. El texto visita lugares diversos, pero relacionados: desde la ontología hasta la axiología o teoría de los valores y la deontología; así la teoría de los deberes e incluso la crítica y polémica versión sartriana del marxismo. De soslayo, Zamora ofrece una visión del compromiso moral (que a veces es político) de la conciencia imaginaria, del individuo, el grupo y las relaciones entre personas. Aquí también plantea una perspectiva humanística que se puede resumir con un postulado que él mismo Zamora ha explicado en algunos de sus escritos anteriores: “el futuro no es un por-venir, sino un por-hacer”.

Según el filósofo costarricense, “decir posibilidad es abrir -con cada acto- una caja de Pandora o, para ser optimista, un sistema problemático” (347). Tal afirmación vale en la filosofía, pero los lectores que proceden de otras áreas profesionales también entenderán como suya dicha certeza. Ciertamente, La moral es infiel alberga temas de interés para quien se ocupa de temas éticos en campos diversos, como la literatura o la psicología, la sociología y la investigación científico-tecnológica (p.ej. en los comités de ética), las ciencias sociales y el arte.

El especialista en temas filosóficos comprobará que este libro permite apreciar las líneas generales de la producción sartriana. Zamora capta cambios que J-P Sartre ejercita a lo largo de varias décadas en el tratamiento de muchos temas o conceptos medulares de su interés. En tal sentido, la costarricense estima que Sartre emula lo hecho por Picasso en las artes plásticas pues, a semejanza de dicho artista, él gesta, adopta e incluso rapta temas y procedimientos de fuentes diversas, aunque lo hace con tal ingenio y visión crítica que sus aportes resultan tan originales y enriquecedores como polémicos.

En el apartado “Liminar” se presenta al libro como un trabajo “unitario y autónomo”. Para facilitar o fomentar una lectura selectiva y quizá libre o abierta a los intereses particulares de cada lector, Zamora decidió presentar y articular “este volumen […] de tal forma que pueda leerse integralmente, como un ensayo de ensayos” (XXI). Es decir: podría ser leído uno de los ensayos sin recurrir a los demás o, a la inversa, leer la colección cual unidad integral. En ambas intenciones se hallará un sentido autónomo, congruente y atinado de los propósitos planteados por su autor. Seguramente, quien se interesa en el pensamiento sartriano hará todo el recorrido, pero un apasionado de la psicología, de la ética aplicada, de la teoría socio-cultural, del humanismo o incluso del arte, podría agazaparse en alguno de los rincones que Zamora (autor maduro y polifacético, profesor universitario jubilado) ha sembrado con temas de evidente riqueza heurística. Se agradece la gran cantidad de notas al pie que, de haberlo querido (o de haberlo necesitado para aportarle puntos a su carrera académica) un autor novato hubiera podido convertirlas en otro buen libro. La moral es infiel ofrece un apartado preliminar, donde se compara la riqueza de la producción de J-P Sartre con una geografía imaginaria referida por Jorge Luis Borges en Del rigor en la ciencia. Luego informa que, como hemos dicho ya: el “libro navega por la fenomenología de J. P. Sartre; aunque a propósito de varios tópicos se visitan riberas de su marxismo” (XXI), con páginas dedicadas a la imaginación, a la psicología y a la teoría social. Pero todas las inquietudes y problemas planteados remiten a la ética y están orientadas por la tesis de que, pese a ser necesaria, “la moral absoluta

y definitiva es irrealizable mientras el ser humano exista”.

El primer ensayo (“Horror y encanto de las cosas”) rastrea aspectos biográficos de J-P Sartre y luego expone críticamente (es decir, describe, analiza y reconoce posibilidades, aciertos y limitaciones) la noción fenomenológica de conciencia, un concepto que, como es bien sabido, atraviesa la obra entera del gran filósofo francés. Aquí Zamora siembra una idea que desarrolla cuidadosamente en el segundo ensayo (“Un juego especular del ego”) al que atinadamente vincula, cual epígrafe, un parlamento del Othelo shakesperiano: I am not what I am.

“Entre la temporalidad y el ipse” es el título del tercer ensayo. Ahí Zamora advierte (de acuerdo con el filósofo mexicano con Jorge Martínez Contreras) que uno de los problemas complejos de ego sartriano es que, si bien posee características concretas (o, con lenguaje fenomenológico: es un ser-en-sí) también se presenta cual polo unificador de las conciencias espontáneas (cfr. 37). Se atiende y se procura definir, en este ensayo, el llamado circuito de ipseidad, en tanto se trata de “[…] una especie de circularidad del ser-para-sí trascendiéndose hacia el ser-en-sí” (39). El profesional en psicología y el psicoanalista encontrarán ahí un asunto interesante, polémico, pero medular seguramente en cualquier discusión en torno del ego.

El ensayo cuarto es “El yo, los actores y una venus de mármol”. No solo se establece ahí que el yo (el ego) pertenece a las estructuras del mundo” que definen toda situación, sino que se afinca en la dimensión axiológica (valores éticos, estéticos, políticos, etc.) de la vida humana.

“Entre el diablo y el buen Dios” es el quinto ensayo. Para ejemplificar los derroteros “de la voluntad en terrenos de la moral” (73), Zamora (crítico de arte, filósofo y escritor) secuestra conceptualmente la conocida pieza teatral sartriana Le diable et le Bon Dieu. Logra con ello iluminar una evolución sartriana que ha alimentado, por décadas, el fuego de polémicas duras y, a la vez, muy provechosas desde el punto de vista teórico: la relación dialéctica entre la determinación, el individuo y la libertad. Como contrapunto de la citada obra teatral, Zamora invoca otra, igual de famosa en la dramaturgia de J.P. Sartre: Las moscas.

Un “Intersticio moral sobre la situación y la ficción” constituye el sexto ensayo del libro. Ahí se encuentran juicios filosóficamente profundos sobre la relación entre las personas. El concepto existencial-fenomenológico de situación y el tema de la mirada se ilustra con la imagen de un “Ego-fisgón-pegado-de-oreja-a-esa-puerta”

(87). Zamora también toca una cuestión estética que ha de resultar interesante para el teórico del arte, el estudioso de la imaginación humana y para quien ejerce la crítica artística.

En “Personalizarse con los otros” (el sétimo ensayo) se profundizan las

consideraciones anteriores sobre la existencia ajena, el fisgoneo y la situación.

En el octavo ensayo, titulado “Vampirización estética y moral” se considera si la libertad es inevitable y, de serlo de qué manera debe entenderse tal condición; luego se plantean los llamados “soportes de la imaginarización” a propósito del teatro; el tratamiento de Zamora en ese punto puede extenderse a otras manifestaciones del arte. Al final de este ensayo, el autor expone lo que llama “textura axiológica” (120). El noveno ensayo se denomina “Yo-cuerpo-para-si-y-para-otro”. Ahí se explica por qué “el fisgón [como cualquiera] es más que una conciencia ajena” (125) y qué hay (fenomenológicamente hablando) tras expresión “dolor de ojos”. El autor también se

extiende sobre “lo voluntario y lo involuntario”; en tal sentido señala que es diferente “elegir reflexivamente la comisión de un acto (o desear cual reflejo de sí algo) que la pura presencia irreflexiva (o no refleja, si se prefiere ampliar el dominio de la denotación intencional) del para-sí al en-sí. Escoger esto o aquello voluntariamente requiere de una relación del tipo que toma una conciencia como objeto de otra” (129-130). En este ensayo se esclarecen los conceptos existencialistas de angustia y náusea, que Sartre definió, ejemplificó y articuló en su obra puramente filosófica tanto como en su literatura. Del fisgón (como ejemplo) se pasa a los conceptos fenomenológicos de transfenomenalidad y conversión egótica. El primero remite a la contigüidad y simultariedad de las múltiples perspectivas que se develan en el fenómeno; según Zamora, con el segundo Sartre supera a Lacan al comprender que toda “toda intuición de Ego es un mirage perpetuamente decepcionante, pues a la vez entrega todo y no entrega nada”, dado que el ego nunca se presenta cual “totalidad real de las conciencias”, sino como “la totalidad ideal de todos los estados y de todas las acciones”. Por eso aparece “como objeto” y “no escapa de la transfenomenalidad” (145-146). Supone Zamora, siguiendo a Sartre, que un ego puede romperse, como en el caso del Orestes en Las moscas. Esa idea nos parece muy discutible; pero en favor de Zamora se puede afirmar que una labor de los terapeutas puede entenderse analógicamente como la reparación de algo que se ha roto o dañado. Al final de este ensayo se advierte que e ser del prójimo no es solo carne pura, sino cuerpo en situación.

Se retoma el tema anterior en el décimo ensayo: “Caricias y retorno al ser

mirado”. Zamora utiliza la expresión pseudo-escultura y afirma que acariciar “es modelar al prójimo-cuerpo” (159); luego a esa “mirada inexorable” de un prójimo que apunta sobre el fisgón y sobre todos los demás.

En el undécimo ensayo se atienden las “Intenciones psicoanalíticas y progresivo- regresivas”. Hay referencias al enfoque fenomenológico de la psicología. Se termina con un subtítulo provocativo: “El yo es del ello y el futuro es del pasado” (117), aunque nos parece más provocativo el título del duodécimo ensayo: “Amores difíciles” que retoma, como es evidente, un legado del celebrado literato Italo Calvino. Zamora lanza en ese apartado una mirada crítica sobre el amor; ejemplifica sus notas con pasajes biográficos de Sartre, pero también con ciertos amores imaginarios, como los de las piezas teatrales de dicho filósofo.

El décimo tercer ensayo se denomina “Autenticidad: entre el hecho y el derecho”. Otro texto provocativo, donde el autor afirma que “hasta la libertad se enajena” y que toda conciencia moral inventa sus ardides para desculpabilizarse moralmente y culpar a los otros. Zamora ya ha dedicado textos a ese tema, a propósito de autores como Freud, Fromm, Wyss y el costarricense Rafael Ángel Herra. En este noveno ensayo también analiza los motivos secundarios de lo que algunos filósofos han denominado proyecto existencial; y compara el famoso imperativo kantiano con una concepción sartriana que lleva a los virulentos conceptos de autenticidad y de pasividad; termina recordándole al lector que todos escogemos esto o aquello dentro del marco de “lo ya dispuesto” (217). El ensayo décimo cuarto es “Otras advertencias sobre la libertad y la espontaneidad”. Advierte Zamora sobre los usos (a veces confusos o complejos) que sartre da al término libertad. Explica, además, cómo, desde la visión fenomenológica es posible hablar una “intención sin voluntad” (323), lo cual, más que llamativo, es

asunto para una reflexión tanto conceptual como metodológica; y lo es, seguramente, sobre todo para quienes nos ocupamos de la investigación científica y de la objetividad del mundo. Muy interesante, a propósito de ese tema, resulta el apartado “Desde una libertad inclemente hasta lo práctico-inerte y la pasividad. Por asunto tan álgido, Zamora deja fluir su pluma crítica de forma precisa; termina con un apartado dedicado a lo que se permite y lo que se censura.

El ensayo décimo quinto tiene otro título confrontativo: “Violencia asoma hasta en el amor”. Según Zamora, no hay compañía sin conflicto. Sigue en esto a Sartre cuando considera que, desde su origen, en las relaciones humanas (en todas) “el terror es el primer estatuto común” (249) y que así es tanto en la separación (de la pareja, de un grupo, de cualquiera) como en “la unión”. Insiste: el “amor se descalabra; y no es debido a una fórmula psíquica, ni por una distracción externa, sino por la fragilidad

-quizá mejor decir: la imposibilidad- de imponer al otro [en todo momento y bajo cualquier circunstancia o relación] la imagen de-mí que yo deseo” (253). Desemboca ese apartado en la búsqueda de “la buena fe de la mala fe”. Los dos apartados finales son: “El prójimo te tiene afuera” y “Valor de ser, hacer y tener un ego.”

Décimo sexto: “Reverberar la identidad desde los otros”. Se recurre aquí a un personaje de la pieza teatral Huis clos (A puerta cerrada): Inés (la lesbiana) quien le recuerda a Garcin (el personaje cobarde) que nadie es más que su vida, es decir, que el ego de cada cual no es más que lo hecho. Zamora emprende una ruta explicativa que va del Dasein heideggeriano a la noción de praxis individual que Sartre acuñó en su versión del marxismo. No nos parece extraño que el capítulo siguiente se titule “Giro del método”. Debemos apuntar que aquí el propósito de Zamora no consiste en ahondar en las coincidencias y diferencias que existen entre la “ideología sartreana” y “la de Marx o Engels”, dado que las mismas podrían ocupar otro libro (como el mismo autor indica); pero es de esperar que en un futuro no muy lejano Zamora se dedique a tal labor. En este décimo sétimo ensayo se explica brevemente el método progresivo-regresivo que Sartre adopta o rapta de Lefebvre: descripción, análisis-regresivo, enfoque histórico-genético (Sartre le aporta modificaciones leves). Seguidamente, Zamora sigue un criterio del mexicano Martínez Contreras, pues al igual que él entiende que para Sartre “el hombre es práctico, en el mismo sentido exactamente en que la conciencia es intencional” (281). Este ensayo se dilata en veredas teóricas de la intencionalidad, la necesidad, la escasez y el trabajo. Hay una “Apostilla sobre la vastedad del marxismo sartreano” y otra dedicada a lo que Zamora llama “aljibes dialécticos” (285). Termina con una explicación que titula “Ego, grupo y valor en la lucha de clases” (289).

En el décimo octavo ensayo (“Ilusoria búsqueda de lo auténtico”) se mapean

críticamente los “Rumbos de la reflexión moral” sartriana y lo que Zamora llama “Afluentes de una moral inconclusa”, como es precisamente y por diversas razones la del filósofo francés.

“Responsabilidad: desde la ontología hasta la moral” es el nombre del décimo noveno ensayo de La moral es infiel. Se trata de un trayecto que va desde la “responsabilidad allende la reflexión” (tema complejo y controversial) hasta la “Conciencia moral entrampada”, pasando por una noción de epojé que ha sido “desbordada por la praxis” (322).

El último texto de este largo ensayo de ensayos es, precisamente, el que da su nombre al libro: “La moral es infiel” (329). Seis son sus apartados: “Relativismo axiológico”, “Precisiones sobre el amor y la exigencia·”, “Valores y desvalores”, “Lo que debe hacerse”, “Carácter objetivo de la prescripción moral” e “Imperativos y normas”.

Con Roberto Castillo (el prologuista) se puede afirmar que, a partir de su profunda investigación de textos sartrianos, Zamora ha planteado problemas éticos fundamentales. También ha preguntado sobre la posibilidad de fundar “una axiología universal y apodíctica, tal como suponía Kant “o, si por el contrario (y con Sartre), debemos entender que toda axiología, moral o deontología es producto de criterios contingentes. En tal caso, la ética solo puede aspirar a dar cuenta, a posteriori, de lo que ha sucedido. Y (también con Sartre) cómo el futuro es siempre algo que está pendiente y en construcción, algo que depende de nuestras acciones; por eso resulta imposible construir una ética apodíctica y universalmente válida. Según Zamora, fracasan en tal sentido las morales religiosas y las exigencias que se autodenominan verdaderas. Pero, si la base de toda moral es empírica, debemos pensar que la ética solo puede tener el rango de un constructo relativo o de una descripción de cuentas.

La moral es infiel termina con un “Colofón” donde se evoca lo desarrollado en

sus páginas. Se indica ahí que “la ética inconclusa de Sartre representa una herencia vasta […] más útil por sus cuestionamientos y propuestas” que por sus resultados. Por eso, el autor nos invita a meditar sobre el breve texto de Bertrand Russell que él ha dispuesto al principio, como epígrafe del apartado “Liminar”: “El valor de la filosofía de be ser buscado, en una larga medida, en su propia incertidumbre”. Reconocemos el esfuerzo de Álvaro Zamora en tal sentido y volvemos la mirada, de nuevo al texto de Roberto Castillo, el prologuista, para afirmar con él que este es un “[…] libro extraordinariamente escrito, que refleja la pluma de un filósofo auténtico y que al igual que Sartre ve la necesidad de expresar sus más profundas convicciones a través de la ficción, a través de la metáfora, y del raciocinio más depurado” (XV).

El libro cuenta con un índice onomástico y uno analítico, ambos se agradecen; también ofrece una nutrida sección de bibliografía.

Recibimos con beneplácito la noticia de que, en su campo, La moral es infiel ha sido galardonada por la Asociación Internacional de Críticos (AICA), filial Costa Rica, como la mejor investigación teórica del año 2022.