Amelia L. Gallastegui

Filosofía, Feminismo y Política: los planteos críticos

de una época


RESUMEN

El enfoque filosófico feminista y político que persigue este escrito, es fruto de la refle-xión actual situada en el contexto de América Latina. Uno que tiene diversos matices, máxime cuando el mismo proviene del pensamiento puntual de las mujeres cuyas expre-siones han sido cercenadas a lo largo de la historia de la filosofía occidental y que resu-mo con la intención de motivar el pensamiento. En este marco, el existencialismo filosó-fico que mueve el mismo, evidencia la toma de distancia con respecto al enfoque esen-cialista del ser y de la mujer, que en particular encarna la resistencia al hecho corriente que ha remitido y remite a la mujer a cierta “mística de la feminidad” (Femenías, 2006, 10). Urge cambiar de escenario discursivo, puesto que esta lógica se funda en un aspecto esotérico más que en una percepción real, racional, carnal, vivencial operativa, tanto para la filosofía como para la política del presente acerca de la mujer y no de la feminidad.



Autor/ Author

Amelia L. Gallastegui SFD N°22 (Argentina)

ORCID ID: 0000-0003-

1442-1570

Correo: ameliagallastegui49@ gmail.com


Recibido: 14/11/22 Aprobado: 15/12/22 Publicado: 13/11/23

Hablo desde la perspectiva que hoy descree de lo dicho y toma distancia de esta concepción arcaica donde las mujeres debieran responder en las prácticas a la representa-ción que las asume como un ser de obediencia y sumisión a los mandatos androcéntricos, rol que la sociedad y la cultura le han arrogado a lo largo de los siglos, hoy en proceso de ruptura radical. El presente es un tiempo de luchas reivindicatorias exponiendo los cuer-pos a la violencia, marco en el que estos se constituyen hacia adentro y hacia afuera del entorno en el que está inserto en un campo de batalla concreta-simbólica pues interpela los espacios comunes donde se gesta la violencia. Estos son socialmente aceptados, y ponen en escena la persistencia del androcentrismo opresor que, a pesar de la aparente apertura, pervive agudizando la fuerza de la violencia ante las resistencias que las muje-res ofrecemos en el marco real de la convivencia como parte del mundo cotidiano.


Palabras Claves: feminismo, política, filosofía,

existencialismo.


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Abstract: This paper takes a philosophical-feminist and political approach, that is the result of current thinking in the Latin American context. This approach has different nuances, primarily when it derives from the specific thinking of women whose expressions have been curtailed throughout the history of Western philosophy, which I summarize to pro-voke thinking. In this context, the philosophical existentialism that underlies this view, demonstrates its distance from the essentialist view of being and women, which particu-larly embodies resistance to the common occurrence it has referred to and endows wom-en with certain “feminine mystique” (Femenías, 2006, 10). It is of utmost importance to change the discursive scenery, since its logic is based on an esoteric, and not on a real, rational, carnal, existential operative aspect. This is important not only for philosophy, but also for contemporary politics, so as to begin to think in terms of women rather than femininity.


I speak from a perspective that today is skeptical of what was said previously and distances itself from the archaic notion that women’s practices should conform to a view which presents them as obedient beings and submissive to androcentric mandates. This is a role that society and culture have ascribed to them throughout the centuries, and that today is in a process of radical departure. The present is a time of struggles for recognition where bodies are exposed to violence and where they develop internally and externally in an environment that is part of a concrete-symbolic battlefield, as it chal-lenges the ordinary places where violence is bred. These are socially accepted and show the permanence of the oppressive androcentrism which survives despite the apparent openness and intensifies the violence against the resistance that women offer in the real context of coexistence as part of our daily life.


Keyswords: feminism, politics, philosophy, existentialism.


  1. Introducción


    El presente trabajo es parte de una búsqueda personal y fraterna de pensar en y con otras mujeres en la tercera década del siglo XXI, de las batallas cotidianas, algunas públicas y otras personales, silenciosas o no, que las mujeres hemos emprendido con la intención de cambiar el paradigma real de la violencia particular e institucional que experimentamos cotidianamente apuntado a una política real de reconocimiento y respeto formal y material de los Derechos Humanos en tiempo presente. En este sentido, el enfoque filosófico-político que persigo desde el contexto puntual de América Latina tiene diversos matices fruto de la lectura y las reflexiones que otras han hecho como aporte sustancial al cambio que persigo.

    En este contexto, la filosofía que orienta mi búsqueda existencial recupera otras lecturas del presente con las cuales ampliar y avanzar profundizando las críticas acerca de las prácticas sociales colectivas y de las acciones particulares que reaccionan rechazando lo que de novedad pueda aportar el pensamiento. Quizá las resistencias sean fruto de la experiencia puntual de marginación epistémica-política que ha hecho, en muchos casos a las mujeres alienadas de sí mismas al obturar la libertad en su proceso de subjetivación. La crítica a tales percepciones ha sido

    y es fruto de un proceso arduo de trabajo en el campo intelectual y práctico que conforman los diálogos y debates recientes acerca de la legitimidad de las demandas de los colectivos de mujeres que interpelan lo real exigiendo el respeto cabal de sus derechos. De ello se deriva la crítica social, material y epistémica. Esta será el punto de anclaje de un posicionamiento feminista en sus diversas conformaciones aunque en general rechazan aquel rol consignado de obediencia y sumisión a los mandatos sociales al cual propongo de-construir mancomunadamente. Por lo tanto, desarrollo, con otras mujeres, alteridades de este tiempo.


  2. Pensar desde los márgenes


    Las reflexiones que motivan el presente artículo tienen su anclaje en la crítica a los fundamentos androcéntricos por los cuales las mujeres hemos permanecido al margen de los grandes relatos en la historia del pensamiento, de la filosofía. Persistencia concreta, real, que en tiempos recientes hace de los distintos campos epistémicos un campo de batalla donde el poder decimonónico insiste en mantener su hegemonía. Contienda donde la mujer permanece en asimetría legal y social en cuanto a los niveles de participación, tanto en la gestión de los poderes como en los ámbitos de toma de decisión epistémico-política conceptual y material. Cabe señalar que “[…] todas las rutas y lugares están marcados que podés, debés o no debés ocupar. Tu vida es espacialidad mapeada por el poder” (Lugones, 2021, 40). Ello conforma un mapa abstracto, porque las mismas son exclusiones legitimadas, incluso por aquellas instituciones o expresiones que abogan por el respeto formal de los Derechos de los otros y otras a integrar movimientos sociales y políticos.

    La realidad pone en evidencia que, cuando se dirimen los espacios de gestión

    del poder, se le asigna a la mujer un lugar de menor relevancia en el campo de las prácticas partiendo del presupuesto de su inhabilidad para la resolución de los conflictos políticos. De ello se deriva que la filosofía, como fundamento formal y crítica material de la política, tiene mucho que decir en esta instancia. Desde esta toma de conciencia surgen interrogantes como la siguiente: “¿Cómo se conforman nuestras descripciones y explicaciones de la desigualdad de género al enfrentarse a una considerable diferencia cultural y socioeconómica?” (Okin, 1996, 6).

    Estos, entre otros, son los aspectos por los cuales las creencias han sustentado y perpetuado estos criterios excluyentes a lo largo de los siglos, sea en la filosofía, la política u otros campos del conocimiento en Occidente. De ello puede inferirse que estos presupuestos discriminan u obturan en gran medida las posibilidades de expresar y difundir saberes, máxime cuando los mismos provienen de una visión del mundo propio del pensar de las mujeres. La puesta en tensión que funda las resistencias está dada porque, en cualquier campo epistémico en el que haya que actuar siendo conscientes del pleno ejercicio del poder y de sus derechos, la mujer es capaz de generar nuevas vías de acción que cambien el rumbo actual de la gestión del poder y de su fundamento y ello sin duda provoca rispideces y conflictos.

    La reflexión presente acerca de las prácticas, exige la criticidad del pensamiento y toma de posición expresa cuando se dirimen en ella el lugar de la filosofía y política en el contexto social de referencia, máxime cuando a la misma le atañen cuestiones

    relevantes tales como la solidaridad, la responsabilidad y el reconocimiento del otro ser como alteridad. Por estas razones, los interrogantes se hacen demanda, ya que “[…] mientras no se destierre el machismo de la subjetividad humana […] todo lo alcanzado puede derrumbarse” (Yáñes, 2012, 10). Este es un tema que debiera comenzar por hacer una revisión crítica, profunda, del marco conceptual, referencial y epistémico existente, dado que este no incluye o incluye en desigualdad de condiciones el pensar de las mujeres. La interpelación es necesaria ya que el contexto intelectual y político opera en lo real social desde una actitud de marcada indiferencia. De ello puede derivarse que aún hoy, cuando los derechos de las mujeres han sido pronunciados y legislados, en la práctica estos siguen siendo retaceados en el campo concreto de las acciones. Persistencia de las exclusiones que son producto, en gran medida, de la tradición androcéntrica que permanece en los sistemas y las instituciones.

    El recorrido iniciado parte de la hipótesis de que las mujeres pensamos desde los

    márgenes de la razón; ello tiene que ver precisamente con el bagaje negativo con el que ha sido y es pensada la mujer, marcando líneas de tensión incluso dentro de las mismas congéneres, desde la antigüedad hasta el presente. Somos conscientes de que estas ideas tienen como sustento la aparente incompetencia de la mujer para la filosofía y para la política, visión que se corresponde con el legado de poseer una cierta inmadurez propia, una racionalidad en trance de su propia constitución.

    Si bien esta visión de inhabilidad de la mujer para el pensamiento y la acción intelectual ha decaído en tiempo presente a partir de las luchas reivindicatorias que desde hace tiempo han comenzado en Occidente, cabe considerar el hecho de que en el presente las mujeres tienen mayor reconocimiento social. Pero también hay que reflexionar sobre estrategias y alternativas dado que las respuestas no son simples y aún hay mucho por de-construir y reconstruir. Es un camino arduo, conflictivo y un tanto azaroso, pero hay en las mujeres feministas una vitalidad renovada por la que no dejan de protagonizar luchas por “[…] la profundización de la igualdad y la emancipación” (Carosio, 2012, 10).

    Las reflexiones críticas que expresan estos escritos tienen en su matriz teórica la intención puntual de abandonar el concepto de trascendencia, las categorías a priori, los juicios analíticos de la razón pura y en su lugar intentan proponer la tendencia hacia la perspectiva de una lógica incluyente que abogue por la igualdad formal y material de los sujetos. Esta se conforma en una idea fuerte que parte de la percepción real de que la mujer, por estar excluida del escenario concreto de la política y de sus acciones prácticas, hace que su reflexión se torne más sagaz e incisiva. Ello, puesto que, “[…] las voces de todas las mujeres […] como pensamiento crítico, utopía ético política ofrecen importantes contribuciones para el pensamiento contemporáneo” (Carosio, 2012, 12). Percepción que se hace real, cobra cuerpo fáctico, material, en la interpelación a los sistemas instituidos como productos de una razón auto-centrada en los principios básicos de la modernidad, produciendo disrupciones.

    En este marco se puede pensar que, dentro de estos lineamientos, no hay lugar

    para las ingenuidades y que en las exclusiones sentidas y consentidas tiene su razón de ser la permanencia. Esto, dado que los mismos se dan en un contexto en el que los campos de participación social y política se conforman como campos de combates

    y no como campos de debate abierto a toda participación. En esta circunstancia, es imposible analizar cada detalle, y esta reflexión tiende a traer al plano comprensivo del discurso el hecho de que el punto de partida no será el ser es, la nada no es, tampoco sólo hay ser, sino la reinscripción puntual entre los seres, porque si hay cohesión hay sentido y, por lo tanto, la vida se hace experiencia sin menguar la inclusión de la sensibilidad en los escritos.


  3. Dar cuenta de los intersticios


    Lo típico del campo epistemológico que habitamos, es la resistencia al enfoque integrador que proponemos, que proviene de distintos campos del saber. El punto de partida de la crítica ha de ser la mística inmanente acerca de la subjetividad como proceso que es tematizada desde las diversas disciplinas como un tránsito que se da de manera particular en las mujeres. Buscar los intersticios es poner en jaque la consabida inmadurez para lo racional que nos ha legado la historia del conocimiento en Occidente. En este sentido, las praxis del presente hacen visible un posicionamiento crítico y audaz, una reflexión que opera develando aquellos esquemas racionales clásicos por los que se ha cercenado intencionalmente la puesta en el plano discursivo del pensamiento crítico de las mujeres y por lo tanto de sus posibilidades de acción concreta en el campo filosófico y político. La exigencia de ocupar los lugares de gestión se hace ineludible frente al conglomerado de conflictos que atraviesa la sociedad contemporánea. Pero ello exige considerar que, a pesar de las resistencias que subyacen a la apertura, la búsqueda de conformar un pensamiento propio e interpelante es siempre “una idea tensa”. La referencia a un modo de pensar la realidad más allá de los esquemas consabidos, parte de la toma de conciencia de las exclusiones que continúa generando el modelo político contemporáneo. Tal afirmación proviene de conocer y reconocer que éste refuerza, en tanto que sublima la idea de un yo “masculino” como centro que dirige las prácticas sociales y políticas dentro del marco de la tradición eurocentrista, dado que el mismo sigue reproduciendo la asunción de roles en función de preservar las buenas costumbres.

    Los espacios de presentación y representación debieran ser puestos en escena

    desde una simetría formal e incluyente de las diversas miradas o enfoques que atraviesan la sociedad contemporánea. Si se persiste en mantener las asimetrías, se reproduce la clausura filosófica, política, material, intelectual y del lenguaje que provienen de otras geografías corporales. Puede inferirse de ello que las ideas que conforman la crítica buscan hacer evidente que “[…] el debate teórico político que se desarrolla acuciado […] por la crisis civilizatoria […] afecta de manera específica a las mujeres” (Valdivieso, 2012, 20). Esta toma de posición epistemológica y práctica en la urgencia intelectual y política alimenta las resistencias de las mujeres feministas en el presente y lo hacemos siendo conscientes de que hay un alguien “[…] para quien el decir y el andar se tornan trazados puntuales de referencia que se instalan en un espacio distante de las delimitaciones de ayer” (Gallastegui, 2012, 12). En ello radica la fuerza puntual de estos escritos siempre tendientes a hurgar en los pliegues, a buscar puntos de fuga, a superar los márgenes de la exclusión y a promover la integración del otro ser dentro de un marco categorial que se reconoce por la diversidad de

    sus aportes. En tal sentido, la escritura expresa las huellas, materiales y formales, de aquellas que nos han antecedido, mujeres que actuaron llevando el cuerpo a las arenas del debate aún a costa de su propia existencia. Ello nos exige pensar a las mujeres, como alteridad no reconocida por la lógica de una razón excluyente que se mantiene operando en el campo formal y material de las disputas geopolíticas y epistémicas dentro del mapa intelectual de América Latina, ya avanzada la primera década del siglo XXI, y en el lugar que le corresponde dentro del marco de los Derechos Humanos a la libre expresión.

    Son estas, entre otras, las razones que invitan a profundizar en las matrices del pensamiento, a inscribir en sus intersticios una filosofía que tematiza el ser de unas y de otras como un trazado de violencia que se hace patente a la luz de los acontecimientos recientes. A estos eventos cada vez más frecuentes responden los hechos concretos de salir a las calles poniendo el cuerpo. Estas son acciones que demandan una perspectiva epistemológica que supere los márgenes instituidos de legitimidad, constituyéndose en marco teórico de todo debate filosófico-político que nos involucra es este tiempo. Porque las mujeres hemos aprendido “[…] de manera brutal que los partidos políticos no son espacios receptivos y que si no levantábamos nuestros asuntos nadie lo hará por nosotras” (Vargas, 2016, 196).

    Esto es, sin duda, reflejo de la responsabilidad epistémica asumida que se expresa a viva voz en un alegato disidente, entablando con ello batallas conceptuales, gestuales y corporales desde una comprensión del ser abierta a las diferencias. Urge fortalecer y avanzar en la visión de conjunto que conforman las mujeres feministas latinoamericanas para renovar el imaginario social del ser mujer saliendo al cruce de los colonialismos instalados y naturalizados, sea tanto “[…] de lo discursivo, de la corporeidad, de la economía, de la política, la liberación y la diferencia […] las mujeres se reconocen en su historia pero el mayor conflicto es el relato de América Latina” (Gargallo, 2007, 17). De allí que, la emergencia y continuidad de tal empresa demanda construir un espacio vital de referencia presente y futura que posibilite despojarse de las categorías interpretativas por las cuales las mujeres hemos permanecido en los márgenes de los relatos instalados, siendo habladas por otros.


  4. Latinoamérica el trazado del feminismo epistemológico


    Desde mediados de siglo XX el feminismo latinoamericano está cobrando cada vez más fuerza militante y pensamiento situado; ello es producto de una locación marginal al imperio global del capital que pretende afianzarse en todo el territorio. Tal desplazamiento geopolítico-epistémico se patenta incluyendo en ella las mujeres mestizas, indígenas, negras, inmigrantes y de demás expresiones culturales de América Latina. De ello se sigue que, desde este enfoque latinoamericano general y de Argentina en particular, no se han logrado superar las delimitaciones en los diversos campos epistémicos, económicos, políticos, impuestas por las grandes potencias que dominan en gran medida el escenario mundial. Esto por cuanto en el marco formal de las ideologías imperiales, estas se implantan en el territorio a la vez que son reforzadas por las conciencias subalternas de nuestros/as compatriotas, de allí su permanencia y fortalecimiento. Ante la toma de conciencia crítica de la mujeres

    acerca de las imposiciones de antaño, hoy se hace interpelación, fuerza, demanda, y provocación, que cobran voz, sonido y discurso, curso creativo que se inscribe fuera de la razón decimonónica androcéntrica-masculina.

    La tarea en ciernes evidencia que “[…] la mujer recupera la semántica propia de su territorio, constituyéndose en la diferencia teórico y práctica que restituye unicidad al ser de su alienación inicial provocando rupturas en la hegemonía interpretativa” (Femenías, 2007, 28). En esta instancia, la palabra de las mujeres hecha filosofía, salta el cerco de la razón moderna y escéptica posmoderna involucrándose con lo político, acción puntual que produce disonancias en el recorrido unilineal y androcéntrico del conocimiento en Occidente cobrando hoy cierta visibilidad. Pues la feminidad siempre ha provocado disrupciones al paisaje chato de las masculinidades cuando irrumpe con el mapa sonoro de otras voces, con la inclusión sincrónica del cuerpo y de su ritmo, cadencia que va de unas a otras miradas, espacios de interacción donde el cuerpo de unas se va adecuando al ritmo de los otros cuerpos. Conjunción sensible que sobreabunda la interpretación básica del método y se inscribe bajo la piel como alegoría vital del encuentro.

    La provocación racional-sensible-corporal y apátrida de legados, busca por sus


    Hoy como nunca se da una reflexión sobre el sujeto y los cuerpos, el tema es quiénes han ocupado el lugar material de esta reflexión postergada y por qué la preocupación se ha limitado al cuerpo sexuado y generalizado sin poder articular una pregunta por la manera en que las políticas de racionalización y empobrecimiento estarían también definiendo los cuerpos que importan en una región como Latinoamérica. (Espinoza Miñoso, 2009, 3).

    propios medios desinstalar la representación formal de un feminismo intelectual de clase y en su lugar propone salir de este plano incluyendo en él a las excluidas del sistema. Esta alteridad pobre, marginal, sabe de qué habla cuando habla con voz propia instruyendo narrativamente acerca del otro sentido del discurso. Este es, sin duda, un recorrido en imágenes sobre las desgarraduras, las cicatrices y las huellas en los cuerpos que no pueden asirse con los conceptos y busca una traducción desde la entraña misma de ser y de habitarse mujer en nuestra América. Puesto que:

    Estamos poniendo en evidencia las exclusiones y discriminaciones en tiempo presente, contexto epocal donde algunas voces se perciben como un sonido discordante en las epistemologías legitimadas falologocéntricas porque interpelan el trazado unilateral del ejercicio de la palabra en los diversos escenarios epistémicos exponiendo otras razones, unas que involucran la experiencia de existir en un marco inusitado de violencia epistémica instando a la reflexión profunda de los actos y de los fundamentos que dicen legitimar este estado de la cuestión. Estas críticas exponen las asimetrías existentes y hace de las mujeres actoras revolucionarias de una época en un contexto distópico progresivo donde el acto de decir se inscribe en los bordes, fruto de las tensiones filosóficas, políticas y epistémicas que dominan las disputas en los ámbitos académicos de la geopolítica actual. Marco del relato que busca no redundar en el discurso con aquellos aspectos que muestran, en tanto que anulan, el derecho a la palabra.

    La reflexión profundiza el gesto hacia los polos de la gestión del poder y de los procesos intersubjetivos buscando aportar a la política otra visión de la realidad en la conjunción antes que en la dispersión. Ello genera un cúmulo de interrogantes que no sabemos si buscan respuestas afuera o hacia adentro mismo del propio sentir- pensar; solo sabemos que estos motivan la revuelta dando la imagen de una diáspora epistémica que persigue lograr su propio destino. ¿Cuál es el imaginario social a la hora de posicionarse ante una mujer para un cargo político? ¿Cómo se interpreta desde la opinión pública el discurso político de las mujeres? Consideramos que hay que andar y deliberar desde la simetría formal de los enunciados y las lógicas para operar con eficiencia en una sociedad que descree de la razón femenina y la sigue considerando en gran medida a nivel de la emocionalidad, ya no hay lugar para ingenuidades, pues las luchas y las batallas han de dirimirse en un mismo campo. Porque en las prácticas sociales, sexuales, políticas, económicas, epistémicas apuntamos a la deconstrucción- reconstrucción con una impronta filosófica de alto impacto.

    Estas críticas conforman un cúmulo de acciones que persigue la puesta en juego de

    la reflexión crítica de las mujeres feministas, máxime cuando insistimos en ser llevadas al plano de la política como posibilidades plena de concretar en la prácticas el desarrollo puntual de las ideas. Estos son puntos a partir de los cuales se promueve un estatus del ser menos excluyente. Porque cada conformación ideológica se constituye en y con otros y otras. La interpelación que manifestamos pone en evidencia la fuerza creciente de las demandas de las ideas emergentes concibiéndolas parte de una dinámica por la cual el campo político-filosófico y ético está en constante reconstrucción. Ello es una visión conjunta del mundo que debiera ser el punto de partida para pensar y actuar. En este marco ha de impregnar “[…] la reconstrucción de una feminidad resignificada positivamente […]. Hay una práctica política antirracista y antisexista que valora los aportes a una historia en la que las mujeres han sido invisibles (Femenías, 2005, 171). Es decir, estos son planteos auspiciosos que ponen al descubierto la intención integradora del pensamiento y la acción mancomunada y solidaria que perseguimos con la intención firme de aportar otra visión de la filosofía y de la política desde la proyección feminista que exponemos en el campo epistemológico contemporáneo que tiende a la contextualización histórica y corporal de las ideas.

    Continuar con el desarrollo de estas tesis, dentro de la medianía cuerpo-mundo-

    pensamiento, exige considerar que la configuración de las mismas, dentro del campo filosófico puntual, nos llevan a entablar batallas metodológicas e interpretativas buscando promover otras dimensiones del lenguaje y de la acción. Por ello, cabe señalar la necesidad perentoria de considerar las implicancias intersubjetivas que exponen los colectivos sociales de mujeres feministas de abogar por la conformación crítica de un marco filosófico y político, es decir, epistémico, con mayor intensidad y despliegue, uno en el que se integren todas las opciones y adhesiones al paradigma feminista hoy. Es un presente, en el que las subjetividades entran en diálogo, en conversaciones donde las contingencias y las divergencias se constituyen en parte fundamental de este proceso social siempre inconcluso. “Las mujeres de todo el continente estamos invadiendo calles, plazas y demás lugares públicos exigiendo ser escuchadas” (Fernández, 2006, 117).

    Precisamente, retomar aspectos de los párrafos anteriores nos orientan en la continuidad de este recorrido y en la responsabilidad de hacer inteligible las ideas que se cruzan y entrecruzan trazando vías inéditas de acción, es decir, buscar las huellas en el relato implica reconocer que estamos haciendo referencia a la experiencia de escribir y re-escribir vivencias y comprensiones que de por sí se constituyan en un alegato insustituible para que “[…] los silencios y las voces en América Latina.” (Argumedo, 2009, 18) hagan rebelión, una revelación por la que el ser, nuestro ser, se involucre con su geografía personal, territorial y de su cultura con intenciones firmes de expresar otras cartografías sociales y corporales sin pretensiones de abstracción ni logicismos. Su riqueza radica en la inscripción de un trazo como innovación semántica que descree de lo universal y se afinca en lo particular. Hacer filosofía y política exige prestar atención a los dominios saturados de exclusión constitutiva o estructural, buscando reformularlos.

    La confrontación semántica tiene como punto de anclaje un pensarse y un

    sentirse fuera de la ajenidad histórica que nos atraviesa, percepción intersubjetiva en la que se hacen visible las distintas fracciones que conforman lo social y sus imaginarios, cuestión que exige un rediseño de lo político-social para romper con aquellas formas de organización que han permanecido inmutables a lo largo del tiempo. Este desafío, llevado al plano de la acción interpelante, cuestiona la matriz unidireccional de los discursos, del lenguaje cifrado y descifrado en el marco formal de la razón, hegemonía interpretativa que hoy busco exponer a la reflexión para deconstruirla desde otra visión epistémica, una que aprendió del sincretismo las voces ancestrales y se anima a traducirla.

    La inclusión de las mujeres al debate político contemporáneo busca descorrer el velo de lo obvio del relato decimonónico centrado en una sola visión, la de los hombres, y hacer visible los supuestos que desde el marco del discurso siguen abonando su exclusión. Cabe reconocer que en muchos casos la teoría feminista recupera el aporte de diversas intelectuales incluyendo en ellas las disputas por la de-colonialidad, del saber, del poder, del pensar, del ser, procurando pensar una interculturalidad que incluya los cuerpos. Ha habido, sin dudas ampliación de los espacios de participación política más activa de las mujeres. Sin embargo los riesgos de cooptación o silenciamiento han comenzado a ser prácticas políticas que restringen su audibilidad (Vargas, 2016, 206). La visión del mundo de nosotras las mujeres feministas trata de incorporar una dimensión del lenguaje en la que se articulen razón y sensibilidad, dando lugar a un renovado panorama interpretativo, preguntándome acerca de si la imposibilidad del habla o de la escucha de aquello que las mujeres dicen en contextos geopolíticos más amplios responde en gran medida a los nexos existentes entre poder y conocimiento en la medida en que estas hacen visibles las implicaciones políticas en la producción y distribución del conocimiento. Para las mujeres de América Latina, las implicaciones sociales, y por lo tanto políticas, a las que hago referencia, tienen diversos matices: la dominación corporal, material, intelectual, jurídica y del lenguaje que domina el contexto epistémico desde hace siglos, hace imprescindible la emancipación intelectual-social-sexual. Los márgenes que impone la razón se resisten a que toda forma de expresión verbal y discursiva trasgreda el horizonte formal del lenguaje. Las mujeres feministas

    latinoamericanas pretenden una “de-colonización discursiva tanto de las hegemonías feministas del Sur, como de las del Norte” (Espinoza Miñoso, 2009, 7). Para lograr hacer entendible esta tesis, es necesario abandonar aquella kantiana noción de inmadurez que se le ha arrogado a la mujer desde hace siglos y considerar que la subjetividad es un proceso de autorreflexión que no hace distinción de género. La conciencia crítica acerca de este proceso en las mujeres cobra fuerza y emerge rompiendo con el supuesto de que la mujer es una subjetividad nómade o trashumante, pre-juicio con el que se fundamentara su exclusión. Estoy haciendo mención directa a una visión del mundo que incluye en el proceso racional y organizacional de lo social y político a la imaginación, territorio fértil para pensar críticamente haciendo de cada acto, en y con otros seres, un acontecimiento.

    El feminismo como movimiento social y político colectivo busca un cambio radical partiendo de principios y valores comunes para diferenciarse entre sí en algunos aspectos conformando grupos con diversas temáticas, actitudes y lenguajes que le darán su propia fisonomía. El mundo de la vida instruye acerca del mundo del lenguaje y de sus variaciones semánticas a partir de formas imaginativas de pensar, sentir y actuar con los que las mujeres buscan la emancipación de las distintas formas de exclusión de las diferencias “[…] se busca un discurso propio para ganar autonomía […], se inicia un proceso de reflexión interpersonal de reflexión crítica acerca del bagaje político-cultural que motiva tales acciones” (Vargas, 2016, 201).

    Todo cuestionamiento genera, sin duda, una reescritura en la cual el despliegue del marco de referencia instruye acerca de la posibilidad del mismo, de dar lugar a exponer otros alegatos. Entiendo que llevar la experiencia concreta a la escritura implica, cuando se trata del abordaje político, filosófico, desentenderse en cierto modo de la radicalidad normativa habitual y, por consiguiente, de las vertientes ideológicas que expresan ciertas modalidades del discurso. Las cuestiones relacionadas con el género y, de modo más general “[…] con el estatuto y la representación de las mujeres, están ausentes o se las aborda superficialmente en las distintas áreas problemáticas y geopolíticas en debates y simposios contemporáneos” (Braidotti, 2004, 56). Es decir, se debe actuar reinscribiendo la historia de los seres desde otra percepción del tiempo y del espacio, apuntando al quiebre estructural de los relatos que en el presente permanecen como hace siglos intentando sostenerse como un trazado argumentativo que analiza, describe y estipula los modos de articulación entre este, las prácticas políticas, el dato y la gestión puntual de los saberes, acciones en las que las mujeres han sido excluidas o incluidas selectivamente. Esto en la medida en que la inclusión a la que hago referencia exige de teorías que sustenten las prácticas políticas puesta en acto en igualdad de condiciones y derechos, terminando con las postergaciones. El riesgo de no someter las prácticas políticas a la crítica interpersonal constante, puede producir una acción espejo de las políticas que las mujeres decimos superar.

    Siguiendo el curso de estas reflexiones, quiero señalar que, en Argentina, hay un

    recorrido histórico que vincula a las mujeres con la política. Pero ello no implica que, en cierto modo, lo haya hecho siguiendo el patrón teórico de la política clásica, cuestión de marco que no vamos a profundizar, pero que es necesario mencionar poniendo de manifiesto el coraje y la convicción humana que desplegaron la mayoría de ellas desde distintos lugares de enunciación en la gestión del poder. En tiempo presente,

    las exclusiones de ayer aparecen en los distintos espacios sociales, intelectuales, filosóficos, epistémicos, políticos apuntando a la inclusión en los debates de este tiempo a aquellos movimientos de mujeres feministas en sus diversas orientaciones. Colectivos sociales que se expresan como movimientos reivindicatorios emergentes y que cobran fuerza política en la medida en que se articulan con agrupaciones políticas de distinta índole, básicamente de izquierda en Argentina y en gran parte de América Latina.

    La reflexión crítica que expongo a la mirada de las otras, retoma los avances epistemológicos de otras geografías y los reinterpreta en función de conformar un marco teórico sustancial que recupere como aportes de singular valor lo que otras han hecho, integrándolo. El ser no se reconoce en soledad y las mujeres sabemos de ello porque ellas “[…] han sido capaces de sobrevivir en la memoria colectiva a pesar de los hostigamientos o la represión […] Líneas que recuperan las tradiciones culturales populares propias de nuestra América profunda. (Argumedo, 2009, 25). En el sostenimiento cultural, en las ceremonias sincréticas con las que las mujeres desafiaron el exterminio del cuerpo, de la religiosidad, del tiempo, del espacio, de la vida, es decir, en estas prácticas estratégicas de supervivencia, están inscriptas las huellas de una historia social y política que no ha sido puesta en el relato pero que como trazado histórico hay que recuperar.

    El desafío de estas reflexiones es que las mismas despliegan un aspecto no

    considerado relevante para la teoría política anclada en la razón filosófica de la modernidad, dado que intento hablar de tiempos y de pensamientos plurales, de experiencias concretas que integran las diferencias provenientes de ideas, y que hoy se expresan como una avanzada crítica de los contextos políticos donde lo “moral” pretende abundar en el dato sin considerar la puesta en juego, en la gestión del poder, un lugar de relevancia, una teoría política representacional que no excluya o ponga cupo a la participación política de las mujeres. Porque en estas circunstancias, mi intención apunta a poner en evidencia que toda acción u omisión de aquellos aspectos concretos que afectan a la realidad social, debieran ser llevados al plano del diálogo, del debate o de la conversación abierta a otras dimensiones del lenguaje, aunque para ello es necesario re-describir los sentidos para adecuar los conceptos a la época integrando las y los más jóvenes al debate contemporáneo filosófico, político.

    Si bien es cierto que esta perspectiva tiende a una apertura no esencialista de

    lo que las mujeres son, y en su lugar propone una concepción abierta de lo que el otro ser está siendo, social, sexual e identitariamente consigo misma y con los otros, ello demanda el respeto al derecho inalienable a ser partícipe de la política. En este sentido, abogo por la reconstrucción de la idea de lo que es ser habitándose a sí misma, toma de conciencia de hospitalidad negada al reconocimiento, tanto en las miradas, como del cuerpo y de la voz que desaparece, y no se hace audible en la sincronía voraz del presente. De allí que “[…] nos interesa tomar como eje de nuestras preocupaciones las crisis de un conjunto de categorías y herramientas teóricas para pensar las condiciones actuales” (Ciriza, 2002, 43). Si en verdad los actores sociales en el campo concreto de la política quieren mantener su fuerza discursiva, debieran considerar en ella la inclusión de otras voces y miradas, tanto como la percepción integrada de una cartografía de las diferencias, tanto formales (discursivas) y no

    formales, tales como la corporalidad, el gesto, la sensibilidad, la imaginación, el azar, la incertidumbre y la razón como recurso necesario pero no excluyente de otras manifestaciones.


  5. Conclusión


Dar cabida a la crítica audaz y nada sutil que pone sobre el tapete la emergencia de los colectivos sociales de mujeres involucradas con su presente, me exige tomar la palabra, interpelar lo real-discursivo demandando la igualdad de la mujer a condiciones sociopolíticas y epistémicas con mayor autonomía. En cuanto al campo intelectual, es dable considerar la inusitada militancia de los colectivos sociales feministas de llevar a las calles, al campo político, una racionalidad no estereotipada que concibe esta alteridad combativa como imagen, figura, materialidad del ser como analogado no circunstancial en la experiencia teórica y fáctica del pensamiento y de la acción en las presentes circunstancias.

En este contexto, la búsqueda de sentido produce hoy un cierto recorte epistémico que atraviesa el campo de las teorías y de las prácticas políticas, haciendo de ellas sinuosos trazados polisémicos, complejidad que pone en evidencia una noción de alteridad siempre inconclusa porque remite a una clasificación ideológicamente centrada en el perspectivismo masculino que domina el escenario de la política contemporánea sin poder afianzarse en toda su relevancia. Este constituye un punto de anclaje en el que se conjugan las visiones geopolíticas y epistémicas en América Latina sin considerar o considerando en menor grado las cartografías de las diferencias que conforman los grupos de mujeres feministas con sus adhesiones y distancias. De allí que la resistencia de las mujeres a ser consideradas como una racionalidad en estado meramente conjetural y sin historia reduplica su esfuerzo en pos de ganar autonomía y fuerza contestaría. En el mismo sentido y dadas las condiciones expuestas “[…] vuelve la incomunicación con el mundo porque este, pasó a existir como un a-significante donde todo se equivale” (Vilela, 2000, 352). La puesta en acción de esta perspectiva, demanda que la misma sea considerada como proceso continuado de desconstrucción-reconstrucción, puesto que este opera fuera del marco circunscripto del relato racional decimonónico apuntando a promover otras opciones. Es decir, estoy haciendo referencia crítica a visiones del mundo cerradas a las prácticas de integración puntual de otros saberes y pareceres cuya exigencia de inclusión se conforma hoy en un espacio tensional del discurso, dado que en este aparecen expuestas (como contracara), las resistencias de quienes han sido y son proclives a mantener fosilizada la noción de alteridad y el criterio de realidad.

Los análisis dan cuenta de que hoy se instala una ficción de apertura que se hace

visible cuando en la confrontación se reduplican los esfuerzos buscando minimizar los impactos de quienes trabajan por una sociedad más igualitaria y un pensamiento emancipador. La puesta en escena obliga a desandar el camino sinuoso de los argumentos y contraargumentos, dando lugar a una nueva apuesta epistemológica “[…] ya que no se trata de la dialéctica entre dos diferencias que culmina en la síntesis manteniendo el estatus quo de las relaciones, sino de superar esta clausura” (Peñalver, 2008, 111) propugnando por el afianzamiento de una nueva semántica.

Podría decirse, extendiendo los límites de este razonamiento, que vale instruir a otras mujeres acerca de cómo redimensionar los márgenes de la racionalidad incluyendo aspectos que aborden la sensibilidad, el gesto y la experiencia para exponer las falencias de los fundamentos teóricos de ayer, para comprender los significantes de las acciones prácticas hoy. Ello sin duda involucra las prácticas políticas que intentan abordar resolutivamente la complejidad del mapa social del presente puesto que se hace sin tender a la inclusión de las alteridades y de la conflictividad que las atraviesa. Entendamos que la imaginación humana es una variable prácticamente imperceptible a la mirada del entorno, pero no por ello es menos rica que cualquier otro ámbito de expresión, máxime cuando se trata de desarticular el rígido trazado de los axiomas buscando ir más allá de la tautología y en su lugar producir la integración de otras razones y zonas de contacto con las que habilitar otras corpografías.

Cabe pensar aquí en la relevancia indudable de las huellas para la construcción de

un relato, de una memoria que las interprete y traduzca reconociendo el valioso aporte de otras significaciones en la que cruzan estrategias, creencias e identificaciones en el terreno de la lucha política, social y humana, en la que las mujeres están exigiendo una participación igualitaria. En esta se juega la justicia y las políticas de identidad, el reconocimiento de las diferencias y las filiaciones identitarias del presente. “Los cambios sociales entre relaciones e historia y el modo subalterno de concebirse a sí misma/mismo parece hoy no contribuir a la construcción de dirección que encauce la praxis emancipatoria” (Ciriza, 2002, 44). Porque retomar la crítica formal, puntual, acerca de los fundamentos heredados no implica, de por sí, que las mujeres estén exentas de prejuicios y supuestos acerca de otras cartografías corporales, sexuales, de clase o discriminatorias acerca de la alteridad que las confronta cada día. “Muchas teorías feministas pese a que han dado cuenta de la omisión sexista, han dejado de lado otras referencias” (Okin, 1996, 185). En este sentido la tarea en ciernes es desandar las huellas de la exclusión y la marginación conformando con ellas un relato histórico referencial de toda crítica, sin quedarnos prendadas de ellas y en su lugar exigir “la participación de las mujeres en los debates políticos y en las políticas públicas” (Okin, 1998, p. 186) en un plano de igualdad.

En definitiva, quiero dejar en claro que parto de concebir una concepción de

alteridad basada en el derecho humano básico de preservación de la vida, de la dignidad humana y del ejercicio pleno de la libertad; en estos confluye el proceso de subjetividad e intersubjetividad identitaria por el cual la crítica que expreso tiene como norte una teleología que no se cierra en sí sino que busca integrar todas las voces, las de aquellas y aquellxs seres excluidos de las instituciones sociales que conforman los sistemas, tanto el intelectual como el social, el político y el económico del presente, propugnando por la apertura hacia otros trazados discursivos, lo que amerita un distanciamiento. Esta nueva percepción del mundo de las mujeres feministas, que se da en los albores del tercer milenio, demanda para si el reconocimiento, la solidaridad y la justicia, evitando la crueldad formal y material de las instituciones. Dado que para el escepticismo en auge, es un tiempo donde extinguirse y extinguir lo diferente sea la peculiaridad de las identidades nómadas, la subjetividad herida demanda reconocer que ello da en su propio núcleo de sentido constituyéndolas en desgarraduras, talladuras en la fina piel que recubre el cuerpo y que se busca sanar dando lugar a

una nueva tendencia humanista y solidaria. Porque, pensar y hacer filosofía desde las mujeres y para el mundo, es salir al encuentro de las otras en búsqueda de subsanar los tiempos de extrañamiento, de censura o de autocensura; ello implica sentirse capaz de superar el ciclo de mudez no electiva, buscando el anclaje político que haga perceptibles las resistencias y la autonomía del presente. Estas son las marcas que impone una nueva generación intelectual que, al menos como son pensables hoy, producen disrupciones en el trazado filosófico político, inscribiendo una nueva concepción de razón, una en la que las mujeres han sentado precedentes.


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