Abdiel Rodríguez Reyes


Una lectura crítica a Diego Domínguez Caballero sobre la identidad y el

ser panameño


  1. A modo de introducción




    Entrando en la cuestión

    que nos

    convoca hoy, hacemos una lectura crítica a algunos ensayos de Diego Domínguez Caballero. Él influyó en

    varias generaciones;

    pensamiento filosófico a la altura de nuestros tiempos.


  2. Identidad y ser panameño

    Ya lo dice Carlos Beorlegui (2010): una de las características fundamentales del pensamiento filosófico latinoamericano es la búsqueda incesante de identidad. Diríamos que esto es un fenómeno global, el filósofo Michael Sandel (Premio Príncipe de Asturias en Ciencias Sociales, 2018) señala:


    […] la globalización neoliberal ha hecho que la gente se sienta que no pertenece a ninguna comunidad concreta más allá de la comunidad

    fue una figura representativa y respetable en la Universidad de Panamá. Ofrecemos aquí una lectura crítica, con respecto a algunos aspectos sobre la identidad y el ser panameño esgrimidas por dicho filósofo. No queremos forzar los textos a decir cuestiones que no aspiran decir; pero sí criticar aquellas exclusiones explícitas en su concepción de identidad y el ser panameño. Incluso, en aquellas afirmaciones dónde su concepción unívoca de la identidad y el ser panameño pierde de vista cuestiones centrales.

    ¿Sería mucho pedirle al filósofo?, ¿será que no logró o no pretendió ver los distintos aportes que alimentan nuestra cultura? De por sí, las reflexiones esencialistas ameritan ser tomadas con pinzas y si excluyen con mayor razón. Tenemos que entender al pensador en su contexto, con sus luces y sombras. La lectura crítica nos ayuda deshilvanar nuestros nudos y seguir avanzando en la fundamentación de un

    global. Y esto ha generado un

    deseo de reafirmar la identidad nacional y otras identidades más específicas. No podemos vivir sin identidades (Sandel, 2019).


    Esto crea una tensión en la cual, por un lado, están los nacionalismos excluyentes de lo exógeno y distinto y, por otro lado, un etnocentrismo exacerbado. No está de más recordar la necesidad de superar el binarismo y la univocidad. Además, Sandel nos habla de “hostilidad hacia los forasteros”.

    Con respecto al ser panameño, debemos problematizarlo. Muchas veces se usa sin la necesaria rigurosidad. Una cosa es hablar del ser panameño en general como una expresión propia de nuestro lenguaje cotidiano y otra ver cómo la tradición filosófica trató la cuestión. En ese sentido, Don Diego es fundamental; de él no

    se puede prescindir para pensar la identidad y el ser panameño. Podríamos hacer la crítica en ambos sentidos, pero aquí nos ubicamos en lo segundo: cómo nuestros clásicos tratan la cuestión. Una primera lectura ingenua y abstracta de una antología de ensayos de Don Diego titulada Razón y sentido de lo panameño que es fundamentalmente de carácter ontológico, no me permitió ver lo que encubre el texto en cuanto al reconocimiento de lo distinto.

    Cada pensador se mueve entre sus principios e intereses. Gran parte de las cavilaciones que resaltamos de nuestro filósofo son ontológicas, es decir, sobre el ser, tratando de desentrañar lo panameño. El ser se nos evapora entre las manos, es abstracto y metafísico. Sin embargo, desde finales de la década de los cincuenta, fue un tema es recurrente y ocupó gran parte de las preocupaciones de muchos de nuestros insignes filósofos, Moisés Chong en 1952 sustentaba su trabajo de graduación El pensamiento panameño, Isaías García en 1954 Autenticidad e inautenticidad en lo panameño y en ese mismo año, Ricaurte Soler Contribución para la historia de las ideas en Istmo durante el siglo XIX (pensamiento panameño y concepto de la nacionalidad). Se trata de una generación que tomó como suyo lo panameño, dando lugar a lo que se denomina la filosofía panameña1.

    En esta ocasión solo nos ocupamos de Don Diego y el texto antes citado. Nuestro filósofo señala que definir o preguntar sobre nuestra identidad y ser es una cuestión moral, una necesidad.


    Para que el ser de una determinada comunidad humana pueda existir, se ha dicho y por pensadores de prestigio, es menester que esta comunidad esté estructurada por un mismo idioma, un territorio acotado, una misma economía y una cultura idéntica (Domínguez Caballero, 2004, p. 21).


    Si concretáramos estas afirmaciones,

    tendríamos que cuestionar sus implicaciones y consecuencias. No existimos, no somos una nación, no somos auténticos si no hablamos un mismo idioma, ¿Qué pasa con el lenguaje de indígenas, negros y negras que no hablan castellano y se quisieron y quieren comunicar en una lengua distinta? Obligar a un ser humano a hablar un lenguaje es una forma de violencia. La cultura idéntica presupone univocidad. Las formas, las costumbres, las vivencias y las experiencias que en Panamá conviven son distintas entre sí, allí reside su innegable riqueza.

    Con tantas culturas que influyen es difícil ser lo mismo. Somos distintos y semejantes entre nosotros. El concepto identidad, en cualidad de idéntico es excluyente. Todos y todas somos seres humanos con distintas formas de ser y de estar en el mundo. Nuestro filósofo añade, “estamos heridos de muerte” (Domínguez Caballero, 2004, p. 21) si no cumplimos con la definición antes expuesta. Estamos condenados a repetir las injusticias y vejámenes, de esclavitud y apartheid, si no somos sensibles a lo distinto.

    Por eso, es muy importante hablar de identidades en plural. En ese sentido, no hay que irse tan lejos, una institución como la UNESCO es un referente, con su Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural, (UNESCO, 2003) de apenas el 2001. En el primer artículo hay un planteamiento interesante: “la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica”.

    Es necesario cuestionarse sobre la identidad y el “ser panameño”, para no reproducir un discurso excluyente y no pocas veces chovinista. Con el ascenso público del supremacismo blanco en Estados Unidos tenemos que tomarnos con mucho cuidado el tema de la identidad. Muchas veces arraigarse a un idioma, un color de piel, un tipo de comportamiento nos puede llevar a normalizar discursos de odio. Una idea puede ser pensada en abstracto como positiva para cohesionar un proyecto de nación, pero puede tener

    consecuencias inesperadas no advertidas para el propio pensador proponente.

    Parece que nuestro filósofo buscó la identidad en la unidad unívoca. Veamos la siguiente cita que nos ilustra sobre la “tipificación del panameño”:


    […] es posible distinguir, por el momento, tres psicologías, la del interiorano, la del hombre de la ciudad y la del descendiente de antillanos […] que nosotros impropiamente llamamos criollos […] es menester observar […] la variada inmigración que hemos sufrido y los diversos intentos de ella, por integrarse plenamente a nuestra nación […] nuestras más ricas regiones están aisladas por falta de comunicación. El interior y las ciudades terminales han creado dos ritmos vitales, dos expresiones psicológicas. Cruzar el Canal, rumbo a nuestro interior, es entrar en otro mundo; sentir de manera distinta. La soledad campesina y la vorágine urbana se incrustan en tiempos y espacios diferentes […] Es de notar, además, que, en las ciudades terminales debemos distinguir dos mundos espirituales distintos: el capitalino panameño y el “criollo” o afroantillano; y estos dos están más separados el uno del otro, a pesar de su convivencia citadina, que el panameño de la ciudad y el panameño del interior. Son dos extraños […] cada uno de estos grupos afirma el ser panameño en una distinta dimensión e intención. Es menester, no hay duda, anular las diferencias mediante el cultivo de las virtudes nativas” (Domínguez, 2004, 38).


    Ahí está lo sustantivo para reflexionar. Existen tres perspectivas psicológicas, de las cuales la más alejada es la afroantillana. Nuestro filósofo señala la existencia de dos mundos espirituales distintos: el capitalino y el

    afroantillano. Lo que causa tensión es ¿cómo anular las diferencias? En favor de unas virtudes nativas, en este caso sería lo nacional, lo propio en contraposición sería lo extranjero que según nuestro filósofo “hemos sufrido”.

    Estas preocupaciones cumplen una función: la búsqueda de autenticidad, en el encuentro y reconocimiento. Como buen filósofo este encuentro y reconcomiendo es consigo mismo, para acceder a la afirmación de su ser nacional, a su identidad de panameño, a eso que nuestro filósofo llamó “hombres con sello nacional”.


  3. A modo de conclusión

Para terminar, una última pregunta ¿Qué pasó con el aporte de los negros y negras2? Para indagar sobre el sentido de esta pregunta en función de lo antes señalado, hay aportes como los de Eric Williams en Capitalismo y esclavitud que nos van dando algunas pistas globales, nos describe el papel desempeñado por la esclavitud de los negros y el tráfico de esclavos en la provisión del capital que financió la Revolución Industrial en Inglaterra”. En Panamá, George W. Westerman en Los inmigrantes antillano en Panamá nos habla del invaluable aporte de la población antillana en la construcción de infraestructuras como también de la cultura, este valor es intrínseco, es decir de suyo. Nuevamente ¿Por qué nuestro filósofo no puede reconocerlo? Panamá no ha sufrido la inmigración, se ha beneficiado de ella y no lo hemos reconocido en su justa dimensión. Cuando hablemos de la identidad y el ser panameño y adoptemos una visión unidimensional, se quedará fuera gran parte de las vivencias y experiencias reales de nuestros pueblos que confluyen en un mismo lugar.

Nuestro filósofo en su afán de búsqueda del ser panameño no reconoció lo distinto. Si seguimos la línea unívoca, sin cuestionarnos, sin criticar, no avanzaremos en la augusta tarea de ampliar nuestros horizontes para un mejor futuro a partir de nuestras experiencias históricas, mucho más diversas de lo que pensamos, mucho más ricas si nos reconocemos en esa diversidad.

Notas:

1 Véase Historia, espíritu y autenticidad de la Filosofía en Panamá y panameña (Moreno Davis, 2006), también Los estudios filosóficos en la Universidad de Panamá (Dominguez Caballero, 1963).

2 También nos podríamos hacer esta pregunta con el aporte de nuestros indígenas. Nos centramos en la cuestión de los negros y negras, ya que esta lectura crítica fue preparada para una actividad conmemorativa del Día de la Etnia Negra


Referencias


Beorlegui, C., 2010. Historia del pensamiento filosófico latinoamericano. Una búsqueda incesante de la identidad. 3 ed. Bilbao: Universidad de Deusto.

Dominguez Caballero, D., 1963. Los estudios filosóficos en la Universidad de Panamá. Panamá: Universidad de Panamá.

Domínguez Caballero, D., 2004. Razón y sentido de lo panameño. Panamá: EUPAN/INAC.

Moreno Davis, J. C., 2006. Historia, espíritu y autenticidad de la filosofía en Panamá y panameña. Panamá: IDEN.

Sandel, M., 2019. El Confidencial. [En línea] Available at:

https://www.elconfidencial.com/cultura/201 9-05-22/michael-j-sandel-filosofia-moral-entrevista_2013638/

[Último acceso: 30 12 2020].

UNESCO, 2003. Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural, Perú: Siklos S. R. Ltda.

Westerman, G., 2018. Los inmigrantes antillanos en Panamá. Panamá: Editorial Biblioteca Nacional.

Williams, E., 2011. Capitalismo y esclavitud.

Madrid: traficantes de sueños.


Recibido: 10/11/20 Revisado: 30/11/20 Aprobado: 09/12/20