Natasha Gómez Velázquez


Presente de la Filosofía en Cuba Informe de Historia, Cultura, y Crítica


Resumen:

El presente texto tiene como propósito esencial, efectuar un análisis de la situación presente de la Filosofía en Cuba, especialmente en los campos de la enseñanza, la investigación, y la divulgación general. Se hará una breve caracterización de la historia de las ideas filosóficas en siglos anteriores y las tendencias teóricas que se desarrollaron en ese período. Además, este texto comprende una sistematización de los aportes fundamentales del proceso de masificación e institucionalización de la enseñanza de la filosofía.


Palabras claves: filosofía; crítica; actualidad; Cuba; enseñanza de la filosofía.


Abstract:

This text makes an analysis of philosophy in Cuba today, especially in the fields of education, research, and general diffusion. A brief description of the history of philosophical ideas in previous centuries and theoretical trends that were developed in this period. The text also includes a systematization of the fundamental contributions of the process of massification and institutionalizing the teaching of philosophy.


Keywords: philosophy; review; present; Cuba; teaching philosophy.


  1. Antecedentes de las ideas filosóficas en Cuba

    La trayectoria del pensamiento filosófico cubano se remonta al contexto de la cultura y la sociedad colonial, y está condicionada en sus orígenes por esa circunstancia. En ese sentido, al igual que en toda la región latinoamericana –probablemente-, la Filosofía en Cuba ha estado marcada hasta hoy por la tensión entre una vocación utópica emancipadora que se expresa de manera preferente como resistencia natural a nivel de existencia y de ser autóctono –no como racionalidad teórica-, y por otra parte, una génesis y esencia importadas. Se trata de un hecho político y cultural. Aceptar la

    consumación de un fenómeno de apropiación es ya un proceso de naturaleza colonial, pues la Filosofía nace como canon del pensamiento occidental. De manera que incluso, nuestras expresiones “heterodoxas” de saber son valoradas, medidas, identificadas, y nombradas empleando los instrumentos y pautas de la Historia de la Filosofía tradicional.

    Este dilema, resultó objeto de atención por importantes estudiosos latinoamericanos, especialmente durante la mitad del siglo anterior. Así, por ejemplo, el maestro Leopoldo Zea disertó sobre la “preocupación por la originalidad” de nuestro pensamiento (Zea, 1957, 11). De hecho, puede afirmarse que ese


    VOL. 2, No. 3: 103-112, Enero-Julio, 2021 / ISSN 2215.6089.


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    tipo de reflexión nutrió una de las líneas argumentales más frecuentadas de la filosofía de la región.

    ¿Será que el saber filosófico en sí es ajeno a la cultura latinoamericana? Por otra parte, ¿es posible ignorar la especificidad de la Filosofía –la propia de la tradición griega- en un mundo globalizado, o despreciar su capacidad reflexiva?

    Quizás el interés de este Congreso por asuntos relativos a la mente y la cultura contribuyan a disolver esta tensión permanente y cargo de conciencia, que significa hacer filosofía en América Latina. Cuba no fue ni es la excepción.

    En sentido general, el desarrollo de la Filosofía en Cuba suele ser periodizado por los especialistas nacionales en tres etapas (Guadarrama; y Rojas, 1998, 41-42), atendiendo a sus condicionantes sociales y a la preocupación intelectual específica de sus representantes. Se considera que la primera etapa abarca desde el siglo XVI hasta mitad del XVIII, y estuvo caracterizada por el predominio de una especie de escolástica que se generó al interior de instituciones religiosas. Con posterioridad, se extiende otro período en el que alcanza cierta hegemonía el pensamiento ilustrado, y se inicia en el siglo XVIII hasta 1878 aproximadamente. Una tercera época en la que se destaca el positivismo (Enrique José Varona), y coincide con los años de maduración de la conciencia nacional entre 1878-1920. Seguidamente en el curso del siglo XX, se produjo una difusión de distintas corrientes filosóficas de génesis fundamentalmente europea, aunque también se visibiliza el pragmatismo norteamericano.

    En fin, la trayectoria de las ideas filosóficas en Cuba ha transitado por el neotomismo; pragmatismo; filosofía de la vida; racionalismo; humanismo; existencialismo; fenomenología; neokantismo; marxismo; etc. (Guadarrama; y Rojas, 1998, 359-361; Pita (s/f),

    64). En esa trayectoria se reconoce fundamentalmente el valor de la obra de tres pilares: José Agustín Caballero (1762-1835);

    Félix Varela (1787-1853); y José de la Luz y Caballero (1800-1862).

    Al interior de la Filosofía academicista se desarrolló la labor de la Sociedad Cubana de Filosofía (1946-1959), cuyos intereses se movieron en torno al dilema antinómico –y muy conocido- entre “cubanidad-humanidad” o “filosofía cubana-filosofía universal” (Pita, (s/f),

    43). En los años cuarenta se incorpora el “Grupo de la Sociedad Cubana de Filosofía” que contaba con un Instituto para la enseñanza de la Filosofía, y aparece la “Revista Cubana de Filosofía” cuyo primer período comprendió los años de 1946 a 1959. En su interior se desarrollaron líneas variadas de intereses investigativos, a partir de motivaciones muy individuales. Estas, en sentido general, eran a fines con los presupuestos filosóficos europeos y relativos a las “nuevas tendencias en el pensamiento hispanoamericano”. A la vez, manifestaban preocupaciones muy universales como: “¿qué es la Filosofía?” (Pita, (s/f), 45; 64). Desde la perspectiva temática, se observaba la inclinación hacia la delimitación de la Filosofía dentro del mundo de la cultura, específicamente en relación con la ciencia y la estética. También se siguió cierta línea teológica (Pita, (s/f), 64).

    A través de todo ese recorrido, se ha generado –a veces en sus márgenes, tangencialmente, en diálogo, o en síntesis dialéctica- un pensamiento nacionalista que con seguridad, ha superado a la Filosofía académica e institucional en sí. Probablemente, también esta tendencia se haya manifestado de manera notoria en nuestra América.

    En la etapa de la Revolución Cubana que se inicia en 1959, se generalizó la enseñanza del marxismo. Esta teoría política contaba con importantes antecedentes intelectuales y políticos durante la primera mitad del siglo XX: Carlos Baliño (fundador del Partido Revolucionario Cubano junto a José Martí en 1892; del Partido Obrero Socialista de Cuba en 1905; y del Partido Comunista de Cuba en 1925); Julio Antonio Mella; Rubén Martínez Villena; e importantes figuras asociadas al Partido Socialista Popular (PSP).

    Durante estas últimas cinco décadas y medias, también se han sostenido en Universidades e Instituciones cubanas, investigaciones especializadas sobre el pensamiento latinoamericano en general con toda su heterogeneidad, a la vez que se estudia y enseña la Filosofía “universal”. Un interés especial por el conocimiento de la trayectoria de la Filosofía en Cuba en siglos anteriores ha alcanzado importantes resultados que se expresan en abundantes publicaciones.

    Sin embargo, lo más novedoso en este sentido, es la prosperidad de los estudios histórico-teóricos sobre el desarrollo de la Filosofía institucional en las últimas décadas al interior del ámbito nacional. Estas investigaciones en particular se iniciaron hace alrededor de 20 años, y los contenidos derivados ya se han establecido como cursos de pre y postgrado. En la actualidad, el diagnóstico se encuentra esencialmente concluido, y la problemática se ha establecido como tema de actividades docentes, científicas, investigativas, editoriales, y culturales.


  2. De la historia reciente

    Quizás el resultado más importante de estos estudios relativos al lugar, calidad, y destino de la Filosofía institucional en la Cuba de las últimas décadas, ha sido la restitución de valor y significado del trabajo intelectual, cultural, y pedagógico, de un segmento de profesores del primer Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana (fundado en 1963). En años recientes, algunos de ellos han sido reconocidos con Premios Nacionales de Ciencias Sociales o Historia.

    Ese círculo académico habanero, resultaba y resulta significativo por su valor simbólico y su ejercicio en la Universidad más importante del país; la amplificación de sus criterios de entonces a través de ciertos medios de difusión; las Polémicas conceptuales de dimensiones públicas que desarrollaron -cuyos interlocutores eran instituciones y nombres establecidos-; los proyectos editoriales que generaron-culturales, teóricos, y políticos, todo a

    la vez-; el novedoso Programa docente de enseñanza de Filosofía marxista que propusieron, ajeno a la norma mayoritaria por entonces. En general, sus intereses de estudio excedían el campo propiamente filosófico y se extendían hacia una multiplicidad de discursos y saberes.

    Por tanto, el significado de su trabajo no puede medirse cuantitativa ni cualitativamente en términos de obra escrita, que fue muy escasa. Incluso, no puede afirmarse que sus apreciaciones teóricas fueran el resultado de reflexiones propias de intelectuales maduros. Más bien al contrario. Quizás por el carácter emergente de esos jóvenes profesores –convocados con urgencia para formarse como docentes de Filosofía marxista para todas las carreras universitarias- y su particular voluntad de saber, no poseían prejuicios teóricos. Esto posibilitó que se repusieran con bastante celeridad a una iniciación manualística en los estudios, y emprendieran una búsqueda que podía ser considerada –atendiendo a su excepción en el contexto- heterodoxa.

    Las emociones y búsquedas intelectuales que parecieron mover al menos a una parte indeterminada del colectivo académico en formación dieron lugar a la antológica revista mensual Pensamiento Crítico (1967-1971); contribuyeron a dar vida además a El Caimán Barbudo –con pretensiones teóricas-; a la inestimable y añorada obra de Edición Revolucionaria. Gracias a esta última se publicaron por primera y en no pocos casos única vez en Cuba, importantísimos textos y autores clásicos –de Filosofía, cultura, política y ciencia (sociales y naturales)- sin los cuales no se puede pretender una cultura, y que hoy constituyen objeto de deseo. Entonces era posible leer buena parte del heterogéneo pensamiento contemporáneo. Claro, gracias también a la irreverencia frente a los derechos de autor. Después, no fue más así […]. Además, aquel colectivo de profesores publicó la revista Referencias, destinada a dar a conocer todo el material que no podía ser incluido en Pensamiento Crítico.

    Precisamente Pensamiento Crítico parece ser hoy una publicación de culto en algunos sectores intelectuales cubanos (Gómez, 2014). Está considerada como la revista más importante de Ciencias Sociales -si es posible clasificarla-editada hasta hoy en Cuba. Estadísticamente sus páginas se encuentran abrumadas de la palabra directa de los movimientos de liberación nacional de la época y de documentos de la historia cubana, especialmente del siglo XX. Incluyó también textos sobre historia universal; política -números dedicados a los movimientos contestatarios de Francia y Alemania 68, así como a la defensa de los derechos civiles en los Estados Unidos-; economía -emas de interés latinoamericano como el subdesarrollo y el colonialismo-; cultura -estética y cine-; cibernética; documentos emitidos por la Iglesia Católica; etc.

    En menor medida Pensamiento Crítico recogió textos propiamente teóricos -o fragmentos de ellos-, sobre todo de estructuralismo y marxismo. Respecto a este último -y en consecuencia con sus motivaciones investigativas y docentes-, publicó ciertos escritos que enfocaban esta teoría desde la perspectiva de su construcción histórica y no desde el prisma sistematizador de los manuales al uso.

    Esa destacada empresa intelectual se realizó entre 1966 y 1971. Brevísimo tiempo, para un colectivo en plena formación, pero explicable en un momento de la historia cubana en el que el diario era todo un plazo. La sed de saber llegaba hasta cuestiones tan aparentemente ajenas a la imaginación del hombre común como la genética, siempre pasando por la literatura universal, y por el proyecto que dio inicio al Instituto del Libro y ratificaba la ambición utópica: El Quijote. Era la época de la constitución de innovadores proyectos teatrales, educativos, musicales, científicos, productivos, y en general, de inconmensurables proyectos de todo tipo. Y todo había comenzado, como debe ser, por el principio: la campaña de alfabetización.

    Entre tanto, las preocupaciones por la aceptación acrítica del canon del marxismo soviético se comenzaron a manifestar bastante rápido en el seno del colectivo de profesores de Filosofía de la Universidad de La Habana, y se mantuvieron a todo lo largo de la década del 60. Esto ocurrió no solo en el campo propiamente teórico e intelectual, pues la resistencia también fue explícita en ciertos ámbitos de la cultura (Pogolotti, 2007); de la política y la economía real.

    En la Universidad se comenzó a dudar del conjunto de respuestas ciertas y definitivas que proporcionaban los manuales de Filosofía y a partir de ahí se desató una peculiar voluntad de saber que condujo a ese grupo intelectual a la convicción reiterada de “pensar con cabeza propia” (Martínez, 1967) y al rechazo de ese tipo de texto. De manera que protagonizaron la denominada “Polémica de los Manuales” (1966), expuesta al público a través de medios impresos de entonces. Esta presentaba argumentos filosóficos, pedagógicos y políticos contra ese tipo de libro para la enseñanza de la Filosofía marxista. Paralelamente, uno de sus miembros desarrolló en la prensa otra polémica que versó en lo fundamental sobre la asimilación de la ciencia a la religión y la contemporización de la Iglesia Católica.

    Todo esto evidenciaba las tensiones teóricas, culturales, sociales, y políticas de la situación cubana. Uno de sus signos fue la “Polémica Económica” (1963-64). Esta tuvo otros actores y se desarrolló también en publicaciones periódicas. Aunque no guardó relación con el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, la discusión sí poseía naturaleza filosófica. Se movía en el campo de la Economía Política y bajo la apariencia del tecnicismo - “cálculo económico”; “sistema presupuestario”; funciones del dinero; etc.-, realmente se polemizaba en torno a los fundamentos económicos, políticos, sociales, culturales, humanísticos, utópicos, y en fin filosóficos, de la sociedad. En este debate público participaron altos dirigentes y ministros cubanos como el Che Guevara, funcionarios y

    especialistas del gobierno, y teóricos nacionales y también extranjeros como Ernest Mandel y Charles Bettelheim.

    Esos debates se desarrollaron a partir de experiencias e información heterogéneas. En ese contexto, el mundo intelectual cubano de los años sesenta -sobre todo el habanero- estuvo especialmente expuesto al pensamiento francés ya consagrado, o que se establecía y legitimaba entonces. Las discusiones teóricas que se desarrollaban en Francia y en particular la circulación de ideas en torno al marxismo generó en Cuba especial interés tanto en círculos académicos como políticos. La presencia francesa, y también soviética, se extendía por publicaciones periódicas y formaba parte de la política editorial. Durante la visita efectuada en 1964 al Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana por el Presidente de la República Osvaldo Dorticós Torrado, y a instancias de los profesores, dijo que existía “todo un desarrollo polémico en Francia […] del cual hemos pedido la mayor cantidad de material posible para comenzar la traducción” (Dorticós, 1964). Por cierto, tanto el Presidente Dorticós como el entonces Primer Ministro Fidel Castro, fueron visitas frecuentes a la Universidad por esos años y siguieron de manera cercana la constitución y desarrollo del primer Departamento de Filosofía.

    La teoría francesa que llegaba era a veces ortodoxa, conformaba un panorama heterogéneo de programas y preocupaciones teóricas, frecuentemente medidos en el terreno del debate. Estuvieron a disposición de los cubanos las “Semanas de Pensamiento Marxista” organizadas en París; la ola de estructuralismo; el final –o quizás la metamorfosis- del existencialismo y la fenomenología; la teoría de la “reproducción”; y las pasiones del althusserianismo y del antialthusserianismo. Los nombres de Debray –que terminó viviendo en Cuba por un tiempo y fue visita habitual en el Departamento de Filosofía-; Garaudy; Sartre; y por supuesto el de Althusser, fueron muy frecuentes en revistas. Ocasionalmente se leyó también a Bourdieu; Rochet; Levi Strauss;

    Lefevbre; Besse; Dolle; Gorz; S. de Beauvoir; Morin; Godelier. A mitad de los 60 una parte de este pensamiento también se colocó con visibilidad en el ámbito universitario cubano a través de libros de texto.

    Las tesis de Sartre y Althusser, resultaron entonces de amplia circulación. El 22 de febrero de 1960, el suplemento cultural Lunes de Revolución anunciaba: “Sartre a la vista” (Editorial, 1960). Agregaba que vendría acompañado de Simone de Beauvoir. La Habana, una ciudad “fácil” en 1949 cuando la visitara por primera vez, ahora lo “desorientaba” (Sartre, 1961, 57). Ciertamente, eran tiempos de búsquedas y encuentros. La estancia de Sartre incrementó el interés por su obra que, en sí misma polémica, se vio envuelta en los humores políticos y teóricos que fecundaban el pensamiento cubano. Su discurso sobre ideología, política, arte, cultura, marxismo, existencialismo, y filosofía, se resemantizó en medio de los debates locales de entonces (Gómez, 2005).

    Como resultado de esta visita se editó un conjunto de textos de y sobre el filósofo francés que aparecieron en un volumen titulado Sartre visita Cuba, y además una serie de escritos cortos y entrevistas en diversas publicaciones culturales. Una tercera visita a La Habana a propósito de un Congreso Cultural en 1968, quedó suspendida por su estado de salud.

    Sin embargo, posiblemente fuera Althusser el filósofo extranjero contemporáneo más difundido –y quizás estudiado- en las publicaciones nacionales de la década del 60 (Gómez, 2002). El encuentro inicial de los cubanos con su obra teórica se produjo casi in situ. En 1964 Ediciones Venceremos da a conocer el pequeño folleto Contradicción y superdeterminación, y para 1966 se estaba imprimiendo Por Marx y Leer El Capital, con el sello Edición Revolucionaria. Inmediatamente después empiezan a publicarse piezas sueltas como Teoría, práctica y formación teóricas. Ideología y lucha ideológica (1966); Acerca del trabajo teórico (1967); Materialismo Dialéctico y Materialismo Histórico (1967); El lugar de la

    Filosofía en la enseñanza (1967); Dos cartas sobre el conocimiento del arte (título editorial, 1967); Lenin y la Filosofía (1969 y 1970); La Filosofía como arma de la revolución (1969). Estos escritos circularon en diversas revistas culturales y en la antológica Pensamiento Crítico.

    Al presentar con insistencia a Althusser ante los lectores, se promovió el interés en particular por una región o vertiente del discurso marxista con la que los cubanos no estaban familiarizados -humanismo; fetichismo; hombre; enajenación; ética; subjetividad; joven Marx-puesto que la popularización del marxismo se había efectuado fundamentalmente a través de los manuales soviéticos. A pesar incluso de su dogmatismo en algunas cuestiones, el althusserianismo aportaba también la motivación por el estudio histórico y epistemológico de la obra marxiana.

    Pero no hubo en Cuba alineación, idolatría, o exclusividad respecto a Louis Althusser, como tampoco hubo antialthusserianismo. Así lo atestiguan, por ejemplo, los textos de Martínez Heredia –Director del Departamento de Filosofía y Pensamiento Crítico- “Althusser y la Filosofía” de 1970, o su anterior “Marx y el origen del marxismo”, con la Nota acompañante sobre el estudio del joven Marx de 1968. Incluso, examinando las huellas de las búsquedas y los hallazgos de esa generación de profesores, es posible percibir –sobre todo indirectamente-cierta indisposición hacia algunos presupuestos que sostuvo Althusser. Quizás los enunciados sobre el “antihumanismo teórico” y las nociones de “ciencia” e “ideología” proporcionaron material de debate a un colectivo docente en formación y con algo más que avidez por el estudio.

    El tema de la Filosofía en los años sesenta en Cuba, la riqueza de sus inquietudes pedagógicas, investigativas, de difusión y consecuentes debates, se ha legitimado. Las importantes investigaciones de reconstrucción genealógicas que se conducen desde aproximadamente veinte años atrás sobre ese

    asunto han logrado publicar lo perdido en el tiempo y provocar nostalgia. Sin embargo, esta reacción necesaria se ha generado en un circuito bastante reducido, y no es suficiente. De manera que no ha conseguido amplificar en su totalidad –como se esperaba- el potencial reflexivo, crítico, y proactivo que le es inherente. Las experiencias de entonces y las certezas provenientes de esas investigaciones no lograron convertirse plenamente en una orientación práctica para conducirnos hoy. Los ejemplos intelectuales de los años sesenta, debieron motivar un replanteo fundamental de la teoría, una reconstrucción personal y colectiva de los conceptos y su historia, o una consciencia crítica generalizada sobre la Filosofía corriente.


  3. De las condiciones de posibilidad hoy

    En la actualidad, Cuba cuenta con un amplio y preferente soporte institucional para la Filosofía y su enseñanza. Desde la Reforma Universitaria de 1962 existen programas docentes de este saber que abarcan a toda la Educación Superior y que coordina esfuerzos en un Departamento específico a nivel de Ministerio. Este último, también rige todo el ciclo de enseñanza de Ciencias Sociales: Filosofía y Sociedad; Economía Política; Teoría Sociopolítica; e incluso Problemas Sociales de la Ciencia y la Tecnología (Historia de Cuba, transita de manera independiente).

    Por otra parte, la carrera se estudia en las tres Universidades más importantes del país (las de La Habana; Santiago de Cuba; y Santa Clara) y tiene –como corresponde- una Comisión Nacional de Carrera que perfecciona el Programa de Estudios (en este mismo momento, nos encontramos en ese proceso). Anualmente se editan libros de texto de utilidad para la docencia, que son resultado de las investigaciones desarrolladas por los propios profesores.

    Como parte del diseño de los planes de postgrado, se ha constituido desde hace largos años, un Tribunal Nacional de Grado Científico al que se someten los aspirantes (nacionales y extranjeros) a obtener el nivel de Doctor en

    Ciencias Filosóficas. Este Grado se encuentra estadísticamente bien representado entre los profesores de las Universidades de las distintas provincias del país. La posibilidad de obtener esa calificación ha estimulado diversidad de investigaciones en el campo de la Filosofía, algunas muy sólidas y aportativas.

    También existe un Instituto de Filosofía adscrito al Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), dedicado en su totalidad a desarrollar líneas de investigación que resultan mayormente de interés nacional y latinoamericano.


  4. De la historia y los hechos, a la crítica y la proposición

Es posible que la Filosofía en sí no constituya un saber propio de nuestra época y sobreviva solo como un capricho de intelectuales (me incluyo). Probablemente las condiciones de posibilidad de generar un corpus propositivo como tratado ya no regresen jamás. La Filosofía, tal y como la queremos (los que aquí estamos), sigue siendo demasiado griega. La especialización y disciplinariedad del conocimiento (aunque aspiremos a la integración de saberes); la disposición institucional de la sociedad actual; y la lógica competitiva y de sobrevivencia (a nivel macro y micro), conspiran contra el amor a la sabiduría. En ese sentido, trabaja también la exigencia de la sociedad contemporánea de no pensar, interrogar, o dudar, sino ir directamente al frente e identificarse con lo realmente existente.

Por otra parte, es cierto que la reflexión y la crítica filosófica constituyen hoy imperativos vitales para la humanidad. Pero ese secreto, solo lo conocemos nosotros, los filósofos. Así que nuestra utopía es, de momento, gremial.

Quizás todo eso constituya el denominador común del sostén precario de la condición filosófica en el mundo y también en América Latica. Por tanto, resulta probable que lo que expondré a continuación, sean atributos bastante generalizados de los dilemas de la Filosofía en toda nuestra región. Me referiré

especialmente, a los procesos de difusión a nivel ciudadano y a través del sistema educativo.

Hace mucho tiempo, la comunidad académica y científica cubana se debe a sí misma una reflexión extraordinaria sobre la filosofía corriente, aquella que ha formado parte de la educación, la academia, la ciencia, el trabajo editorial, y la divulgación general. Esa deuda de pensamiento, estudio, y debate, se remonta a la época en que hubo conocimiento suficiente; conciencia teórica para hacerlo (no siempre fue así); masa crítica calificada y con actitud.

La reflexión que corresponde debe ser extraordinaria (en su sentido literal); de proyección abierta (por los alcances sociales que ha tenido este asunto que abarca, por ejemplo, a casi todo el sistema educacional); radical; y fundarse realmente en el conocimiento y la investigación.

Una precisión más, no se trata de la confirmación del pasado-presente por medio de consultas a expertos, sino de un debate que involucre a especialistas con capacidad y disposición para avanzar. Ha de cuidarse también, que las premisas de un eventual debate no sean apriorísticas: basadas en la tradición, la norma, la doxa. Estas constituyen actitudes tan interiorizadas, que no suelen ser identificadas y reconocidas, de manera que es posible que se continúen reproduciendo. Definitivamente, hay que avanzar en un conjunto de cuestiones, pues la Filosofía y los filósofos tenemos una responsabilidad social.

Junto a la creación de condiciones institucionales favorables de diverso tipo que seguramente han ido ganando terreno en todos los países (cada uno con sus particularidades) –en la educación, la edición, la investigación-, es posible percibir tendencias hacia la comprensión unilateral del saber filosófico, a partir del encantamiento con un autor, teoría, o corriente de pensamiento: a veces proveniente del pasado, a veces de la última moda (la edición de ayer). Todavía hoy, nos encontramos encantados con alguna piedra filosofal. De hecho, cada filósofo tiene la suya, pero esto no debe proyectarse como sesgo de nuestra práctica.

En la medida en que especialmente la educación alcanza masividad, se genera otra fuente de problemas. Esta proviene del ejercicio de personas de profesión filosófica y no de vocación (también formación) filosófica, que se pronuncian desde fuera de la teoría y la investigación, al puro nivel de doxa e influyen en el gran público. Una de sus consecuencias es la comprensión y exposición positiva de la Filosofía, que termina por convertirse en letanía y crea a nivel ciudadano un reflejo condicionado problemático ante ese saber.

No puede pretenderse que la enseñanza de la Filosofía transcurra por un curso lineal y positivo. Las contradicciones y polémicas de su historia y presente no pueden seguirse interpretando según los términos de la lógica aristotélica: si un enunciado es verdadero el otro es falso. La voluntad polémica de ayer y hoy, no obedece esencialmente a la erudición ni a características personales (aunque sin duda esto está presente). La Filosofía es crítica y contradictoria en su interior. Ni lineal, ni positiva, ni siempre y únicamente exitosa. No se le puede adjudicar una razón teórica a priori, porque no se escribió de una vez, tiene inconsecuencias, búsquedas, reconstrucciones, vacíos, y desplazamientos hacia problemáticas a veces muy coyunturales. Incluye el planteamiento de proposiciones conceptuales consistentes, también de tesis que permanecen abiertas, y otras que pudieran ser reconsideradas. Las discursividades se emprenden a partir de intereses de estudio personales que llegan a convertirse en programas investigativos, por lo que la Filosofía presenta un panorama muy diverso. En fin, la Filosofía es irreductible a causa, principio y unidad. Debemos proteger esa multiplicidad.

Por supuesto, esto no significa que se asuma la historia y actualidad de la Filosofía de manera relativista. Significa solo que debe dialogarse en actitud de respeto con cada teoría y autor en sí, sus proposiciones, temas y problemas. Siempre con preguntas que nos incluyan e interpelen.

Resulta necesaria, entonces, una deconstrucción lógica e histórica a la vez, que contribuya a concretar una definitiva ruptura con esa Filosofía sistémica fundida en monolito falso, que confunde todo en un solo pensamiento.

Por otra parte, la práctica teórica mantiene divisiones disciplinares. Se entiende por Filosofía lo que queda de la decantación del pensamiento, una vez que se ha separado de la economía, la historia, la sociología, las ciencias, el arte, la política, la cosmología, etc. Pero la Filosofía, si no es integrativa, no es (por cierto, ya era “transdisciplinar” antes de que se inventara el término). Cuando prevalece el reduccionismo, entonces la retórica especulativa, abstracta y general, ocupa su nombre y lugar. Paradójicamente, esto comprende la propia formación profesional de los filósofos, que suele ser disciplinar, incapacitando para efectuar interrogantes y estudios fundamentales, y además se orienta en contra de la naturaleza del amor a la sabiduría.

Descuidar, excluir, omitir, o desconocer sistemáticamente la capacidad crítica y reflexiva de la Filosofía, en favor de un saber positivo que se acompaña de un libro de certezas, no es un simple error cometido en nombre de la “síntesis”, la “didáctica”, la “masificación”; o de que el auditorio no es “especialista”. La Filosofía solo vive como duda e interrogación, esa es su existencia y responsabilidad ciudadana.

No está de más recordar también, que el campo de la inteligencia, la cultura, la mente, la autorreflexión, y el ejercicio del criterio, puede ser desarrollado a través de la Filosofía de manera ejemplar, pero no de manera única. Por tanto, hacer ciencia o literatura y enseñarla –biología; matemática; arte; comunicación; diseño; incluso las primeras letras, números, palabras y emociones-, es también una posibilidad de formación filosófica. La educación institucional –para referirme solo a ella- ocupa todo el espacio escolar. ¿Por qué confinar esas capacidades –que son de naturaleza ciudadana y existencial- a la clase de Filosofía?

Anualmente se efectúan importantes eventos científicos en el área de Ciencias Sociales y Filosofía en todo el mundo. En el caso de Cuba, los más significativos reúnen a estudiosos latinoamericanos; y a filósofos cubanos y estadounidenses. Otros de convocatoria menor –sobre todo de carácter nacional, a veces interinstitucional- han ganado espacio, regularidad, y verdadero interés en los últimos años. Estos han devenido foros especialmente provechosos por la espontaneidad de sus debates y la fuerza de sus argumentos. A veces logran convertirse en verdaderas reuniones de trabajo, como debe ser.

Sin embargo, los programas de esas actividades deben garantizar la presencia de los estudios de Filosofía en sí, pues estos temas suelen sacrificarse en favor de asuntos relativos a la “actualidad” o la “pertinencia” (entendidas de una manera muy peculiar). También debe trabajarse más por estimular las presentaciones provenientes de investigaciones seguidas y sustentadas con criterio personal, o que intenten transgredir la norma de conocimiento establecido, aunque fuera por medio de un enfoque peculiar. Cualquier reunión de filósofos ha de mostrar capacidad integrativa de saberes: dialéctica de historia, política (también a nivel noticioso), economía, filosofía, arte, situación ambiental, avances científicos, cultura.

Los espacios de gran convocatoria y amplificación deben ser reservados a voces dispuestas hacia la reflexión y la crítica, así como a la superación del discurso construido a la medida de la norma. Hay que incorporar variedad de fuentes históricas y teóricas, emplear recursos hermenéuticos que expongan las posibilidades analíticas e interrogativas de la Filosofía. Si, en cambio, se mantienen las tesis reiteradas de sentido único, entonces se seguirá alejando a estudiantes, ciudadanos, y opinión pública del interés por la Filosofía.

En la actualidad, reconsiderar y pensar la Filosofía -su enseñanza, divulgación, edición, investigación, producción-, no ha de ser un acto coyuntural. Nos encontramos en un espacio y lugar que exige meditación y decisión. Este

ejercicio no puede ser postergado más. Paradójicamente, pareciera que existen actitudes de nihilismo y escepticismo hacia toda la Filosofía. Un estado de fatiga y pereza ante el trabajo inmenso de volver a empezar, e intentar retomar la senda esencial constructiva, crítica y reflexiva.

El objetivo no puede consistir en engañarnos: efectuando una exégesis más; sustituyendo aleatoriamente el discurso teórico que se repite por uno “nuevo” o “actualizado” (que consiste en cambiar el orden y posición de asuntos en un sistema, o en reincorporar los que en otro momento se pusieron en reposo empleando el mismo criterio voluntarista); o injertando contenidos ajenos a la preocupación filosófica, utilizando de manera instrumental su nombre ¡Y pretender hacer todo esto sin que medie un verdadero ejercicio intelectual o desde fuera de la teoría! No. Se trata de preguntarnos si: ¿la Filosofía corriente, es Filosofía? Eso obliga a estudios y debates que no son de un día, lógicamente.

Además, pasa por el imperativo epistemológico, de carácter personal e institucional, de deconstruir con voluntad radical, lógicas y esquemas de pensamiento convertidos en convicciones que permanecen con carácter inercial. La tarea resulta muy difícil. Uno de los obstáculos que no puede ser subestimado en los eventuales procesos de información, debate, reflexión, y decisión, radica en nosotros mismos. Las personas que, por vocación, profesión, y/o situación en el sistema institucional nos encontramos comprometidos con el destino de la Filosofía. De manera que cualquier acción de consideración o juicio tiene implicaciones existenciales y sociales que se resisten, por definición, al autoexamen crítico.

En fin, la educación, la investigación, y la edición, deben transmitir este sentido ensayístico, inacabado, y ajeno a la verdad –en su formulación clásica-, que es propio de la Filosofía. Esta perspectiva, resultará más eficiente y aportativa en correspondencia con los propósitos formalmente declarados de los diversos proyectos, además de que se conduciría

por caminos más cercanos a la auténtica esencia intangible y a la vez imprescindible de ese saber.


Referencias:

Dorticós, O. (1964) Acta de la visita del Presidente de la República Osvaldo Dorticós al Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Inédito.

Editorial. (1960) Sartre a la vista. Lunes de Revolución. La Habana: No. 48.

Gómez, N. (2014) Definiendo el Pensamiento Crítico. Revista Temas. La Habana: No. 80.

Gómez, N. (2002) El pensamiento althusseriano entre los cubanos. Revista Utopía, Universidad del Valle del Cauca. Colombia: No.15.

Gómez, N. (2005) La presencia de Sartre en las publicaciones cubanas de la década del 60. Sartre-Cuba-Sartre: huracán, surco, semillas. La Habana: Ediciones Imagen Contemporánea.

Guadarrama P.; Rojas M. (1998) El pensamiento filosófico en Cuba en el siglo XX: 1900-1960. La Habana: Editorial Félix Varela.

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Fecha de recibido: 04/10/2020 Fecha de revisado: 25/02/2021 Fecha de aprobación: 25/03/2021