Manuel Pulido Mendoza


La concepción de la mente en la teoría del conocimiento de José Ortega y Gasset


Resumen:

El presente trabajo de carácter histórico pretende presentar al filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1955) como uno de los precursores de la filosofía de la mente en español.

El filósofo español se formó en Alemania, con Wilhelm Wundt, entre otros maestros, quien fue autor del primer laboratorio de psicología experimental, y con los neokantianos Paul Natorp y Hermann Cohen. Esta experiencia le sirvió para obtener su cátedra de Psicología, Lógica y Ética de la Escuela Superior de Magisterio de Madrid en 1908, y la de Metafísica de la Universidad Central de Madrid en 1910.

Igualmente, es el introductor de la fenomenología de Edmund Husserl y el psicoanálisis freudiano en España y el mundo hispano, aunque su recepción de estas corrientes intelectuales fuese crítica. Este trabajo se propone describir todas estas influencias en la obra de Ortega y Gasset, muy especialmente en aquellos escritos dedicados a la psicología y la percepción humana, de los que se puede deducir una concepción de la mente y una posible teoría del conocimiento precursoras de su teoría de la razón vital, la circunstancia y el perspectivismo.


Palabras Claves: psicología, filosofía de la mente, teoría del conocimiento, razón vital, circunstancia, perspectivismo, percepción, José Ortega y Gasset,


Abstract:

This historical paper aims to present the Spanish philosopher José Ortega y Gasset (1883-1955) as one of the Philosophy of Mind forerunners in Spanish language.

The Spanish philosopher studied in Germany, among other teachers, with Wilhelm Wundt, author of the first laboratory of experimental psychology, and the neo-Kantian philosophers, Paul Natorp and Hermann Cohen. This experience helped him to get his professorship in Psychology, Logic and Ethics of the Escuela Superior de Educación de Madrid in 1908 and the Metaphysics tenure post at the Central University of Madrid in 1910.

It is also the introducer of the phenomenology of Edmund Husserl and the freudian psychoanalysis in Spain and the Hispanic world, although his reception of these intellectual currents was critical. This paper aims to describe all these influences in the work of Ortega y Gasset, especially in those writings devoted to psychology and human perception, from which it can be deduced a conception of mind and a possible theory of knowledge, forerunners of his vital reason, circumstance and perspectivism’s theory.


VOL. 2, No. 3: 61-68, Enero-Julio, 2021 / ISSN 2215.6089.


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Keywords: psychology, philosophy of mind, theory of knowledge, vital reason, circumstance, perspectivism, perception, Jose Ortega y Gasset.


José Ortega y Gasset (1883-1955) es el filósofo español por antonomasia, al menos para la primera mitad del siglo XX. Se ha estudiado profusamente su vida (véase la última y más completa biografía de Gracia 2014) y obra (Lasaga Medina 2012, solo uno de los últimos estudios de los numerosos existentes), y muy especialmente sus ideas filosóficas y políticas, que fueron sus principales preocupaciones intelectuales. Sin embargo, no se han estudiado tanto las ideas psicológicas que influyen en la conformación de dichas ideas.

Quizás haya que empezar señalando que Ortega, aunque rápidamente licenciado y doctorado en Filosofía en los años 1902 y 1904 respectivamente en la Universidad Central de Madrid, decide irse a estudiar a Alemania. Allá, en la Universidad de Leipzig, no tiene todavía decidida su vocación intelectual y profesional. Por eso, entre 1905 y 1907, estudia varias materias como alumno libre, no directamente relacionadas con la filosofía, como la propia lengua alemana, griego, matemáticas, química y psicología. Por las cartas que escribe a su familia (Gracia, 2014), sabemos que ha estudiado psicología con Wilhelm Wundt, creador de uno de los primeros laboratorios de psicología experimental en 1879 en la citada universidad alemana y autor del tratado Fundamentos de psicología fisiológica, que probablemente ha leído ya directamente en alemán en la primera edición de 1874, o algunas de su reediciones o traducciones al francés posteriores. En este libro, Wundt propuso el estudio de la mente humana de forma objetiva y científica, es decir, mediante el método científico.

Wilhelm Wundt es considerado el fundador de la psicología científica. Wundt, además de ser autor de más de cien experimentos publicados sobre las sensaciones y la percepción y, por tanto, uno de los padres de la psicología experimental, científica o fisiológica, fue un

autor que también incursionó en la psicología social-histórica, en lo que se llamó Völkerpsychologie, una modalidad de sociología de la cultura (Morris, 1997). En algunas cartas de 1907, Ortega señala que Wundt “acaso sea hoy la primera figura filosófica de Europa” (Ortega y Gasset citado en Gracia, 2014). La afirmación es un tanto ingenua en el aún joven y precoz Ortega, quien en su madurez del año 1934 ya lo considera uno de los “pensadores subalternos” del final de siglo europeo, “gran zapatero remendón de la filosofía” (Ortega y Gasset, 1997, 213). Pero no es óbice para reconocer que hay una importante influencia de este maestro y autor en la configuración de su filosofía, al que contrapondrá constantemente el pensamiento de Edmund Husserl como salida a sus errores.

En su Prólogo para alemanes, escrito en la madurez de 1934, pero publicado póstumamente, Ortega, hablando de sus influencias filosóficas alemanas, hace referencia a la generación previa a los neokantianos, los nacidos en torno a 1830, quienes serían para él los que presentaron un pensamiento filosófico más original y menos dependiente de las figuras de Kant y Hegel: Sigwart, Teichmüller, Wundt, Brentano y Dilthey. Aunque considera a Wundt el de peor calidad de todos ellos, el más tosco, frente a la genialidad de los dos últimos, declara que, por los temas intelectuales de estos, fueron la generación filosófica que estuvo “más cerca de nosotros”, al fundar toda la filosofía en la psicología, “porque no será necesario hacer notar que nuestra filosofía tenía que ser llamada, en la perspectiva de 1870, psicología” (Ortega y Gasset, 1994, 32)

Ortega es el primer hispano que hace una reseña de las teorías psicoanalíticas de Sigmund Freud en un largo artículo para la revista La Lectura de 1911, titulado muy elocuentemente, “Psicoanálisis, ciencia problemática” (Ortega y Gasset, 2004, 482-501). Del trabajo extenso y las

obras citadas (Freud, 1910; Breuer, 1911) podemos deducir que Ortega es de los primeros españoles en advertir la importancia que las teorías del vienés van a tener en el desarrollo de la psicología, aunque no las comparta del todo. Para él, “no puede ser más grave” (487) que Freud y sus seguidores hayan prescindido de intermediarios para curar el alma, o psique, interpretada como algo diferente al cuerpo fisiológico, lo que vuelve equívoco el carácter científico de la disciplina. Ortega llega a emparentar el método psicoanalítico, en su mero carácter descriptivo, con la metáfora o el chiste, al carecer de una concatenación lógica o mecánica en la conexión de los fenómenos psicoanalizados, lo que dotaría a la disciplina de un carácter ingenuo o de robinsonada, que ignora los avances de la psicología fisiológica o científica que él había estado estudiando con Wundt pocos años antes. Según cuenta el propio hijo de Ortega en sus memorias familiares, de Ortega surge la idea de la pronta traducción de las obras completas de Freud al español, idea que, por carecer en el momento de medios, le regaló a su amigo, el editor de la madrileña editorial Biblioteca Nueva, José Ruiz-Castillo (Ortega Spottorno, 2002, 311). La traducción corrió a cargo del germanista Luis López Ballesteros, quien recibió la felicitación del propio Freud por carta al poco de la publicación del primer volumen (según recoge Ruiz-Castillo Basala en Sánchez García, 2002, 128). Este se publicó, con prólogo del propio Ortega, en 1922 (Colina, 2003), adelantándose España y el mundo hispanohablante en treinta años a las traducciones a otras lenguas de todas las obras completas de Freud (Ortega Spottorno 2002). En dicho prólogo, Ortega (1922 en 2005, 411-412) señala que esta es una traducción “sobremanera acertada”, por su función divulgadora de los asuntos psicológicos. Para él, el valor del vienés consistía en que, independientemente de que los laboratorios médicos no hubieran encontrado la base somática de muchas de las enfermedades mentales, Freud se aventuró a curar tomando las enfermedades mentales como tales, patologías de

origen mental y no somático. Y aunque algunas de sus hipótesis le parecen “arriesgadas” y algunas “un poco excesivas y, sobre todo, un bastante caprichosas”, le reconoce la autenticidad de la observación, la agudeza y la originalidad de plantear el estudio psicológico de la libido y la función biológica de la sexualidad, el simbolismo oculto en los sueños, en los recuerdos de personajes del pasado, las mitologías, las religiones y otras cuestiones sociológicas que responderían a mecanismos psicológicos del inconsciente individual o colectivo.

Ortega no es, por tanto, un filósofo de la mente, ni un psicólogo, pero las cuestiones que pudieran considerarse propias de estas disciplinas pueden rastrearse en una serie de escritos menores, algunos editados póstumamente a partir de notas de cursos de filosofía o trabajos inconclusos. Dada su precocidad, podría considerarse un precursor de los estudios de la filosofía de la mente en español.

Así, en varias entregas de 1913 de la madrileña Revista de Libros, escribe una reseña de la obra de Heinrich Hoffmann, Estudios sobre el concepto de sensación, a partir de la edición original alemana de ese mismo año. Hoffmann era discípulo de Edmund Husserl, y así lo hace notar expresamente el filósofo madrileño. Dice Ortega que el “influjo -cada vez mayor- de la ‘fenomenología’ sobre la psicología tiende a separar en esta, del modo más radical y saludable, la descripción de la explicación” (OC, I, 2004, 624). La psicología tradicional, positivista, la que había estudiado con Wundt, habría confundido la clasificación y el estudio de los fenómenos de la conciencia con la construcción causal del mundo psíquico, según afirma en la misma página. Frente a esta visión reduccionista de la sensación, presenta el concepto fenomenológico de la sensación o la descripción fenomenológica de la percepción visual, más compleja. El análisis de la percepción de las sensaciones describiría una escala de actos, de voluntad, sentimiento,

pensamiento o imaginación, creados a partir de unos de primer grado, básicos o fundamentales o presentativos de la sensación. Las dos siguientes partes de esta reseña declaran insuficientes la inducción o la deducción como métodos primarios en la obtención de la verdad. Ortega se dispone, citando a Husserl, a hacer una descripción del método fenomenológico, donde la percepción tendría un valor ejecutivo o natural y un valor como fenómeno, en el que esa percepción es puesta en términos husserlianos “entre paréntesis”, en suspensión o pasividad, donde el sujeto “en lugar de vivir en la contemplación del objeto sensible, se ocupa en contemplar su percepción misma”. Así, para Ortega, siguiendo al mismo Husserl en la temprana fecha de 1913, el fenómeno “[…] es aquí simplemente el carácter virtual que adquiere todo cuando de su valor ejecutivo natural se pasa a contemplarlo en una postura espectacular y descriptiva, sin darle carácter definitivo. Esa descripción pura es la fenomenología” (Ortega y Gasset, 2004, I, 631).

Esta definición aproximaba las investigaciones de Husserl a la psicología. Aun reconociendo este riesgo, Ortega niega la mayor, encuadrándola dentro de “un nuevo territorio de problemas” más allá de la psicología descriptiva. Lo real tendría dos haces, es decir, lo que se manifiesta o aparece, el fenómeno, y lo que no se manifiesta. Eso que aparece, ese plano de objetividad primaria es la “conciencia de”. Ortega emparenta este proceder con todo el clásico idealismo desde Platón, pero lo novedoso de la fenomenología consistiría en


“[…] elevar a método científico la detención dentro de ese plano de lo inmediato y patente en cuanto tal de lo vivido. El error a evitar radica en que siendo pura conciencia de las vivencias, la objetividad primaria y envolvente, se la require luego circunscribir dentro de una clase parcial de objetos como la realidad. La realidad es ‘conciencia de’ la realidad; mal puede, a su vez, ser la conciencia de una realidad.” (Ortega y Gasset, 2004, 634-635).

Como curiosidad, es en este trabajo en el que Ortega explica en una nota al pie cómo, para el término alemán Erlebnis, que pudiera traducirse como “vivir la vida” o “vivir las cosas” inventa el término “vivencia”, que actualmente está recogido por el Diccionario de la Real Academia de la Lengua por sugerencia de él, según se puede leer en la entrada del mismo término.

En la última parte de este escrito, “Sobre el concepto de sensación”, Ortega regresa a la crítica del libro de Hoffmann. Aquí le reprocha que de los constituyentes fenomenológicos de la visión se limite “la cuestión a las propiedades superficiales de la cosa”. Podría considerarse que está ya latente en este reproche toda su teoría sobre el perspectivismo, la superficie y la profundidad que tan solo un año más tarde va a desarrollar en Meditaciones del Quijote. Para el neurocientífico J. M. Fuster (2014, 27) este primer libro de Ortega también esbozó elegantemente el concepto de “entorno interiorizado”, esto es, de las representaciones internas o mentales del mundo que nos rodea, lo que confirma la influencia que los estudios de psicología y fenomenología tuvieron en la elaboración de las primeras teorías filosóficas del español.

Ese mismo año de 1913, Ortega presenta en el IV Congreso de la Asociación Española para el Progreso de las Ciencias un discurso titulado “Sensación, construcción e intuición”, que sirve de complemento a estas primeras notas sobre la fenomenología en relación a su exploración de la teoría del conocimiento. Dicha teoría partiría del empirismo en el que el ser estaría fundado en lo sentido, en la sensación, mientras que en la teoría del conocimiento idealista, más concretamente neokantiana, el ser estaría conformado por una construcción, un acto cognoscitivo o lo construido mediante el mismo. Frente a estas dos posiciones y a sus respectivas objeciones, Ortega presenta la intuición fenomenológica, leída en Husserl, como síntesis de las la tesis y antítesis expuestas. La intuición sería, por tanto, “una función previa aun a aquella en que construimos el ser o no ser”

(Ortega y Gasset, 1983, 498), es decir una suspensión anterior al juicio, una epokhé, como señalará, siguiendo al alemán, en sus clases de dos años más tarde (Ortega y Gasset, 1983, 424). En esta visión del conocimiento afirmaría que “todo nos es dado, no sólo las sensaciones, que el conocimiento es más bien un reconocimiento de las necesidades esenciales que nos presenta la intuición” (Ortega y Gasset, 1983, 499).

Complementan estas ideas tres entradas que Ortega dejó inéditas “Para un diccionario filosófico”. La primera, bajo el título de “Abstracción”, aborda el tema como operación o método lógico y en cuanto a mecanismo psicológico. El filósofo español vuelve a apoyarse en las Investigaciones lógicas de Husserl para la exposición y crítica de Locke y Mill sobre los objetos generales. Su conclusión es que no hay cosas generales en el mundo objetivo más allá de los objetos individuales a los que se aplican como atributo (la humanidad del hombre, por ejemplo). No obstante, la abstracción como función psicológica, a excepción de las percepciones e intuiciones, “yace en todas las demás formas de la actuación noética o intelectiva de la conciencia”, como la referencia o mención, la intelección o pensamiento.

La entrada dedicada a lo “Abstracto”, como opuesta a lo concreto, retoma esta idea repasando su evolución desde el nominalismo escolástico y la expresión de lo individual y lo general como sinónimos de lo concreto y lo abstracto. En Stuart Mill, Wundt, Höfler, los nombres, los conceptos o las representaciones son constituyentes psicológicos del conocimiento, que llevarían a afirmar que son equivalentes a lo concreto y que, por tanto, lo abstracto no existe fuera de algún referente. Sin embargo, siguiendo las tesis de Husserl en las Investigaciones lógicas (1901), sería más un problema de todo y parte, o de dependencia o independencia de un objeto de conocimiento de otros. De este modo, en la conciencia no hay “ideas abstractas”, pero, afirma Ortega siguiendo a Husserl, que hay actos que, en unión o

dependencia con otros elementos psíquicos permiten el pensamiento de lo que se considera “lo abstracto” o “lo general” (Ortega y Gasse,t 1983, 470).

La tercera de las entradas para el citado diccionario filosófico es la dedicada al término “Apercepción”, que Ortega considera el eje de la psicología. La diferencia de la percepción sensible y primera como un segundo momento que consistiría en la interpretación de lo visto o sentido. Esta diferencia entre percepción y apercepción proviene de Leibniz y, pasando por Kant, llega a la psicología contemporánea a Ortega a través de Herbart. A este último dedica un párrafo para explicar las aplicaciones pedagógicas que tiene la teoría de la apercepción en su psicología asociacionista (“Nada entra en la conciencia sino en continuidad con lo que en ella hay previamente”, Ortega y Gasset, 1983,

479). Estas ideas, como la de que “el alma no tiene más función originaria que representar” (Ortega y Gasset, 2004, 698), serían ampliadas más tarde en 1914 el prólogo que escribe Ortega y Gasset a la traducción que Lorenzo Luzuriaga hiciera de Pedagogía general derivada del fin de la educación de Herbart (Ortega y Gasset, 2004, 681-705). Herbart sería la base de los estudios psicológicos de Wundt, “más experimentador que filósofo” a ojos de Ortega (1983, 473). En la teoría de Wundt, la fusión de sensaciones daría paso a la formación de estructuras psíquicas, o sensaciones complejas, lo que a su vez generaría las representaciones. Sólo en un tercer estadío esas sensaciones complejas, mediante la atención, se convertirían en los apercibidos.

En el primer volumen de la serie de ensayos de El Espectador, publicado en 1916, Ortega incluye un texto, “Conciencia, objeto y las tres distancias de éste. Fragmentos de una lección”, que sería lo único que el filósofo publicaría en vida del “Curso público sobre Sistema de Psicología” que impartiera en el Centro de Estudios Históricos de Madrid un año antes. El editor de sus Obras completas, Paulino Garagorri, localizó los apuntes de dicho curso entre los papeles inéditos de Ortega y los

publicó, junto con algunos de los trabajos anteriormente citados, bajo el título de Investigaciones psicológicas (1982). Estos apuntes tienen una redacción acabada en algunas lecciones, aunque, como suele ocurrir en los manuscritos inéditos que se publican póstumamente, queda meramente apuntada de modo esquemático y un tanto críptico. Con todo, las quince lecciones son un texto de gran valor e interés para entender la importancia que la psicología tuvo en el desarrollo de la obra filosófica del madrileño.

Sus investigaciones psicológicas son un intento de superar el de las ideas clásicas en psicología que, desde Kant hasta comienzos del siglo XX, habían estado prevaleciendo. El interés de este escrito radica en que también se detiene en la semasiología o filosofía del lenguaje, la ontología y la teoría del objeto o del conocimiento. Su propósito, declarado en la primera lección (Ortega y Gasset 1983, 345) era tratar uno a uno los problemas nodales de la psicología, de su sistema, a la luz de los nuevos fenómenos conocidos de él.

El primero de los problemas que aborda es el de cuál es la materia de investigación de la psicología. Al rescate de este propósito sólo puede acudir a la metaciencia por excelencia, que es la filosofía. La filosofía cumpliría la función de una ciencia auxiliar o principal de las disciplinas científicas, al ser el método que fija el método en el resto de ciencias. En cuanto a la definición de las fronteras entre lo psíquico y lo físico, la diferenciación entre lo interno y lo externo de la psicología clásica se considera insuficiente, desde Berkeley, pasando por Wundt y Natorp. En el momento en que el hecho de la percepción pasa a ser objeto de la misma percepción, quizás mediante un juego de palabras aparece la reflexión o la conciencia que abre la puerta a la filosofía desde la psicología. Por esta razón, Ortega ataca la psicología fisiológica de su maestro Wundt, pues, sin caer en la mística o la metafísica, quiere dejar muy claro la separación entre física o fisiología y psicología.

Otra de las cuestiones que ocupan las lecciones de Ortega son su teoría del objeto que puede ser estudiado desde la ontología, la lógica, la semasiología y la axiología, esto es, si el objeto existe o no, si es verdad o no, si tiene sentido o no y cómo lo valoramos. Con esta teoría del objeto, aborda las condiciones de la verdad en la ciencia y, en concreto, en la psicología. Esto le lleva a contraponer la concepción del ser en la filosofía de la Antigüedad, como aquello que es pensado, el objeto, con la concepción de ser en la Edad Moderna, donde el ser es el pensar del sujeto, lo que convertiría a la psique, a la conciencia, en el centro del universo. Él propone la necesidad de superar dialécticamente estas dos posiciones, la realista y la subjetivista, en una nueva síntesis que resuelva las relaciones entre el ser y el pensar, “se trata, pues, nada menos que de un nuevo reparto de jurisdicciones entre sujeto y el objeto”. Él expresa la esperanza de que España colabore en esta tarea y, a su modo, la acometerá con su propuesta de un sistema de la razón vital en las décadas siguientes.

En este intento expone las tres distancias a las que puede situarse el objeto del sujeto: la inmediata como presencia o presentación sensible; la segunda como representación, imagen o recuerdo; la tercera, como referencia o mención, conceptualizado mediante palabras. Ortega llega a preguntarse: “¿No será esta diferenciación nuestra entre percepción y representación de un lado, mención de otro, una fórmula más prieta y exacta de la genial distinción de Husserl entre lo que él llama actos de ‘intención significativa’ y actos de ‘cumplimiento de la significación’?” (Ortega y Gasset, 1983, 400).

Estos serían actos primarios de la conciencia sobre los que, siguiendo las teorías de Maier, operarían los actos secundarios en los que los objetos se relacionarían de algún modo con otros objetos. En un tercer momento aparecen los actos expresivos, la palabra, la frase, como un nuevo estrato de actuación (Sigwart, Cohen, Natorp, Lask en Ortega, 1983, 403-404). Un cuarto tipo de teorías del juicio sería el que,

siguiendo a Husserl, concibe la conciencia no como una cosa que se refiera a otra, sino que es el referirse mismo, es decir, mera intencionalidad: “Esto afirman las teorías del cuarto tipo: el juicio es un asentimiento o disentimiento, una aprobación o desaprobación, un reconocimiento positivo o negativo de la validez del juicio” (Ortega y Gasset, 1983, 408).

Los apuntes de las lecciones siguientes están algo menos desarrollados y expresados de modo esquemático y algo críptico, pero siguen siendo importantes para demostrar el uso de las ideas fenomenológicas en estos años de configuración del primer pensamiento de madurez de Ortega. Uno de ellos es el de la idea de la realidad ejecutiva, no consciente, de la vida cotidiana espontánea y la suspensión de misma mediante la “transvida o vida virtual”, en la que consistiría la reflexión, siguiendo la definición fichteana de vida y filosofía: “Por eso la filosofía es lo contrario a la vida” (Ortega y Gasset, 1983, 414).

Ortega aborda el tema filosófico del conocimiento de la verdad, intentando ser “nada ‘moderno’” y sí muy “del siglo XX” (Ortega y Gasset, 1983, 433), esto es, rechazando el subjetivismo extremo sin volver a caer en el realismo de los antiguos. La verdad en sí existe, pero siempre queda reducida a la radical subjetividad -entendida como punto de vista parcial, perspectiva o condicionamiento temporal, generacional, cultural- del sujeto que la aborda. Ortega considera que este paseo por la lógica, la metafísica, la gramática, es todo un excurso para llegar al núcleo de la psicología, que sería el “fenómeno de soledad radical que van sintiendo los individuos humanos conforme van individualizándose más, esa fatal incomprensión e incomunicabilidad en que vienen a desembocar a la postre las más profundas amistades y los más leales amores” (Ortega y Gasset, 1983, 443-444). No obstante, en su opinión, los estudios de la psicología, en crisis desde finales del siglo XIX, habrían encontrado una “repentina primavera” en los estudios de la significación que supone la obra

de Edmund Husserl. El radical descubrimiento del alemán sería que la palabra no sólo va de hombre a hombre sino que tiene una función en nuestra vida mental solitaria, lo que se llama uso endofásico del lenguaje: “[…] palabra en su uso coloquial o diálogo es, en efecto signo del acto mental que realiza el que habla” (Ortega y Gasset, 1983, 452).

Fruto de esta preocupación por la psicología sería también la semblanza dedicada a Henri Bergson, publicada el 16 de septiembre de 1915 en el Semanario España, todavía dirigido por él, en donde alaba el intento de superación de la psicología del positivismo por parte del francés, mediante la exposición del “[…] verdadero espíritu profundo del hombre, que es todo inestabilidad, fluencia, inquietud, profundidad en el momento” (Ortega y Gasset 2004, 1014). Como recoge José Ortega Spottorno, el hijo del filósofo, en sus memorias familiares (2002, 293), su padre cultivó a lo largo de su vida la amistad de pedagogos, médicos psiquiatras, psicólogos o endocrinólogos, como el citado Lorenzo Luzuriaga, Gonzalo Lafora o Gregorio Marañón. La psicología fue siempre una preocupación transversal del filósofo José Ortega y Gasset que podría seguir rastreándose a lo largo de su extensa obra escrita.

Como conclusión, podemos afirmar que Ortega, por su curiosidad y estudios en Alemania, fue el introductor de las corrientes más novedosas de la psicología de comienzos del siglo XX para el mundo hispánico. Su descubrimiento anecdótico y coyuntural del psicoanálisis, pese a su postura crítica, no debe ser desdeñado. Él es la razón indirecta de la pronta recepción de estas teorías en el mundo hispánico. Aunque terminaran representando el positivismo o el idealismo decimonónico que se propuso superar en el siglo XX, hay que destacar la influencia de sus maestros Wundt, Natorp y Cohen, y muy especialmente sus ideas sobre la psicología. Del mismo modo, cada vez son más los estudios (véase San Martín 2012 y la bibliografía citada en él) que destacan la

importancia de la fenomenología, en concreto el magisterio de Husserl, en la conformación de las primeras ideas filosóficas originales de Ortega y Gasset. Sin duda, en Husserl y sus ideas psicológicas, entre otras muchas influencias, habría que cifrar buena parte del germen de su empresa filosófica perspectivista, de la circunstancia y de la razón vital. Por todo ello, puede afirmarse que Ortega es uno de los primeros impulsores modernos de la filosofía de la mente en las letras españolas.


Referencias

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Fuster, J.M. (2014) Cerebro y libertad. Los cimientos cerebrales de nuestra capacidad para elegir. Barcelona: Ariel.

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Tomo XII. Madrid: Alianza Editorial.

   (1994) Obras Completas. Tomo VIII.

Madrid: Alianza Editorial.

  (2004) Obras Completas. Tomo I. Madrid: Taurus.

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Ortega Spottorno, J. (2002) Los Ortega. Madrid: Taurus.

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http://www.elseminario.com.ar/biblioteca/W undt_Psicologia_fisiologica.html.


Fecha de recibido: 04/10/2020 Fecha de revisado: 25/02/2021 Fecha de aprobación: 25/03/2021