Abdiel Rodríguez Reyes

Turner Morales, J. (2018). Sin autodeterminación no hay democracia. Repertorio de temas para interpretar la realidad latinoamericana. Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México (115 págs.)



Autor/ Author

Abdiel Rodríguez Reyes. Unversidad de Panamá, ORCID ID: 0000-

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abdielarleyrodriguez@ hotmail.com


Recibido: 19/11/22 Aprobado: 23/11/22 Publicado: 19/12/2022

Lo que nos supone el título homónimo de este libro, es que en Panamá no hay democracia. Por el tutelaje a la política exterior del imp la servidumbre como forma de relacionarse con Estados Unidos. Los gobiernos en las últimas tres décadas no han tenido la intención o capacidad para asumir el rol histórico de tomar las riendas de nuestro destino colectivo. En un momento de nuestra historia aspiramos a la

autodeterminación cuando dimos un paso importante cuando

pusimos fin al enclave colonial. Jorge Turner entendió la importancia de este proceso. Otros hicieron una lectura distinta y aún no reconocen el proceso de descolonización que supuso el Tratado Torrijos-Carter.

Hay un elemento contenido en todo el libro. La necesidad de contar con un proyecto emancipador para lo cual se necesita de la autodeterminación y la unidad. Son por decirlo así, dos caras de la misma moneda. Para que haya autodeterminación es imprescindible la unidad. Aquí podemos suponer la clave del libro, pero también la del presente político. Antes de iniciar con el contenido mismo, quiero señalar que el prólogo de José María Calderón Rodríguez no tiene desperdicio. Deja muy claro en qué consistía la mirada política de Turner, en la triada: emancipación, autodeterminación y unidad. Resalta, por último, pero no menos importante, “la libertad de pensamiento”.

El libro de ciento quince páginas está dividido en seis ensayos. Vamos a comentarlos cada uno. El rimero El ayer y el hoy de nuestra América. Tengo que confesar que coincido con muchos de los supuestos de Turner. En este primer ensayo nos plantea que:


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Lo que sí está fuera de dudas es que nuestros aborígenes llegaron a constituir desde siglos antes de la llegada de Cristóbal Colón, civilizaciones originarias, sin parangón en la historia de la humanidad, dotadas de pensamiento y escritura, y que pudieron organizar ciudades de personas amalgamadas por vínculos políticos, sociales, económicos y religiosos (Turner Morales, 2018, 27).

El primer comentario inevitable es sobre el eurocentrismo. Muchas veces esta ideología no nos deja contemplar nuestro rico pasado, y me refiero a antes de la invasión imperial española. Es una visión eurocéntrica no reconocerlo y suponer que nuestra historia inicia en 1492. Turner planteó que la condición de nuestro subdesarrollo está arraigada en la época colonial. En la forma cómo se configuró el mundo. En este periodo se ejerció un poder como dominación en las instituciones cuyo fin era ese. Aún continua vigente “Las divisiones políticas que trazó la monarquía española para nuestra región aún influyen, con correcciones, claro está, en las fronteras actuales de Nuestra América (Turner, 2018, 28).

La racionalidad instrumental de los españoles cuando vieron todos los metales preciosos que podrían robar fue aumentando en la medida del conocimiento que tenían de todas las riquezas de nuestro amplio territorio. Él hace referencia a las distinciones al proceso colonialista portugués del español. La familia real portuguesa se refugió en Brasil. En cambio, en el reino español, fue diferente. En el caso de las Antillas resalta nuestro autor, los indígenas fueron exterminados y suplantados por negros africanos esclavizados. Nos señala este aspecto para decirnos, además, que cada forma de rebelión tendrá sus particularidades.

Este texto fue escrito en el 2010, para esa fecha algunos países nuestros conmemoraron el Bicentenario de la Independencia de las potencias ibéricas. Turner nos invitó a reflexionar en ese contexto lo que aún persiste de ese mundo colonial, y las tareas pendientes no supera “[…] nuestras alternativas bajo la premisa de que sin autodeterminación no hay democracia” (Turner, 2018, 35). Los filósofos de la liberación plantearon la cuestión de la segunda emancipación y Turner habla en esos términos, de una segunda independencia. Es decir, tenemos una gran tarea por delante.

El segundo ensayo, Simón Bolívar a través de los tiempos inicia con algunos datos biográficos. Por ejemplo, su padre y madre murieron cuando era niño, le dejaron una herencia familia millonaria, fue criado por Hipólita y sus maestros fueron Andrés Bello y Simón Rodríguez, no es difícil adivinar que fue un privilegiado. Pero lo que más nos llamó la atención fue un juramente que Turner resalta: “En 1805, en el Monte Sacro de Roma, a los 22 años, hizo un solemne juramento: no dar descanso a su brazo hasta conseguir la liberación de los pueblos sometidos al yugo español” (Turner, 2018, 39). Lo cual cumplió en las medidas de sus posibilidades.

Se resaltan algunos aspectos de su pundonor como militar, en particular sus largos recorridos. Fueron muchos sus logros en este ámbito. También hace referencia al Bolívar como pensador. Sobre lo primero:


Bolívar fue un militar grandioso porque su objetivo estratégico, el de emancipar y unir nuestras naciones para asegurar su supervivencia, le dio el ímpetu con el que se empeñó en


combates inverosímiles, logrando algunos de sus objetivos y dejando de herencia a las nuevas generaciones un hermoso camino a seguir (Turner, 2018, 41).


Eso fue lo crucial. Además, como pensador también tendrá su lucides. Así como tenía una práctica por la unidad y la emancipación, también tenían lustrosas ideas. Ahora aquí quiero enfatizar en un asunto. No es que las ideas abstractamente cambian el mundo únicamente. Son las prácticas mismas que cambian el mundo. A veces estas prácticas están en base a ideas, otras al calor de las mismas contradicciones. De esas hay que alimentarse. Turner en la parte intelectual de El Libertador, cita la “Carta de Jamaica”; pero lo que me llenó de curiosidad fue el diálogo de Bolívar con Alexander Pétion, ya recordarán que Haití fue la primera experiencia republicana y este mandatario haitiano le habló de abolir la esclavitud, petición acogida por Bolívar. Es decir, ya existe una experiencia revolucionaria que es incorporada al ideario de El Libertador.

Otro aspecto remarcado por nuestro autor fue la centralidad de Bolívar fundando repúblicas ante la antigua monarquía, y además, se pronunció como “demócrata, adversario de la reelección presidencial y partidario de la periodicidad de los gobiernos”, aunque contradictoriamente en la Constitución de la República de Bolívar, habla de una “presidencia vitalicia” y de un “Rey sin corona” (Turner, 2018, 43). Lo ideal es lo primero. A veces esto no lo entendemos cuando nos perpetuamos en los puestos de elección popular. Hay que oxigenar los procesos políticos con el relevo generacional. Cuestión difícil de entender según la evidencia empírica.

Al hacer un balance de los principales logros de Bolívar, Turner señaló los siguientes, de los cuales Panamá formó parte. Primero la Gran Colombia, integrada por Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, segundo Congreso Anfictiónico de Panamá. “Con altas y con bajas, la figura de Simón Bolívar ha atravesado los tiempos. En nuestros días está muy viva su presencia en América Latina. Su pensamiento ha resurgido al tenor de los requerimientos históricos” (Turner, 2018, 46). Reinterpretó la experiencia bolivariana, enalteciendo que su ideario sigue siendo de las tareas más fértiles hoy. Hugo Chaves intentó transitar por esa vía y como Ricaurte Soler habló “bolivarismo socialista”, muestran su presencia tanto en el campo de la política como de las ideas. Todo esto se tiene que reevaluarse a la luz de los acelerados cambios de nuestro tiempo.

Turner plantea que José Martí es el “sucesor” de Bolívar. De eso nos ocuparemos en este tercer ensayo José Martí, tan grande como Bolívar, desde sus primeras líneas nos dice: “el actualizador por excelencia del pensamiento de Bolívar y un pensador político profético lanzado hacia el futuro, que murió en la acción, luchando por concretar su prédica. Todo esto hace de Martí un hombre universal” (Turner, 2018, 47). Martí escribe uno de sus primeros esbozos “del dolor del presidio que mata la inteligencia y seca el alma” (Turner, 2018, 49). La experiencia de escribir en la cárcel como Gramsci marca cuando se es un preso político. Es decir, cuando es sancionada la posición ideológica divergente.

Turner en la voz de Martí planteó una cuestión de sumo interés para la descolonización. “maneja la idea de que el opresor no puede ser libre, señalando


que España no puede serlo mientras tenga en la frente manchas de sangre” (Turner, 2018, 49). Muchos años después, Monserrat Galceran hablará de que Europa necesita descolonizarse política y epistemológica. Esta es una idea hegeliana al final de cuentas. De que el amo también tiene que liberarse. Martí fue deportado a España donde estudió y en esa coyuntura tuvo lugar la Primera República Española de 1873-1874. Allí exige Martí la independencia de Cuba, siendo los ideales republicanos incompatibles con la colonización. Martí fue un viajero del mundo. No por elección necesariamente. Se recorrió gran parte de nuestra América, Estados Unidos y Europa. Allí estableció Nuestra América en contraposición a la América Europea. Como nos planteó Enrique Dussel, Estados Unidos es la continuación de Europa en el continente americano.

Turner revive la cuestión del indígena en Martí, al posicionarse este último por considerar la conquista como “una empresa de robo y violencia” resaltando la actitud de Martí de “insaciable sed de conocimientos sobre nuestras culturas aborígenes” (Turner, 2018, 52), solo resta emular a los maestros. Según nuestro autor, pareciera que Martí escribiera in situ de algunas ciudades indígenas, aquellos textos sobre esa temática. Reconoce la parte positiva de Bartolomé de las Casas del cual habla del poder de su corazón por ponerse en el lugar de la defensa del indígena.


José Martí, profundamente antirracista, que amaba a los indios como amó a los negros y a los seres humanos, sabía y así lo escribió, que la larga duración de la Conquista y la Colonización había interrumpido el proceso económico y cultural aborigen dando paso al mestizaje (Turner, 2018, 53).

Martí, asume el mestizaje y en ese sentido coincide con Bolívar. En ese sentido, se vuelve un defensor de nuestro mestizaje identitario. Y, en el campo de las ideas, “el amor ardiente de lo propio” (Turner, 2018, 54). El no idealiza al indígena, nos dice que, “sobre la necesidad de la unidad latinoamericana, quizá recordando la amarga experiencia de la división india ante los conquistadores españoles” (Turner, 2018, 55). La historia es lo que paso, no lo que quisiéramos que pasara. La desunión y conflictos internos de nuestros pueblos indígenas, facilitó aún más la victoria invasora.

Martí no fue un apologeta de Bolívar, incluso en algunos casos lo criticó. Si bien pondera la figura en todo su esplendor no es seguir a pie de juntilla todo. Es importante la autocrítica. Fue también un diplomático, pero siempre revolucionario. Martí si bien apostaba por la liberación del yugo español, no significaba la claudicación ante los Estados Unidos, y advertía los peligros de este, en particular “[…] a la naturaleza expansionista de Estados Unidos” (Turner, 2018, 59). Martí fundó periódicos, partidos y se agitaba en el combate, con rifle en mano y mochila al hombro, aunque sabemos que no le fue bien muriendo tempranamente. En definitiva, Martí siempre estuvo:


[…] a favor de Nuestra América, recordó insistentemente que la desunión era la causa, desde la Conquista, de nuestra malograda historia, enriqueciendo el pensamiento de El Libertador al apuntar los nuevos peligros que nos amenazan en virtud de la agresión del neocolonialismo estadounidense en la región (Turner, 2018, 62).


El cuarto ensayo Las islas del Caribe. El enfrentamiento de los esclavos con los imperios. Aquí vemos la importancia del Caribe, tanto para Bolívar como Martí lo fue. En la actualidad, también, resalta su importancia. Turner enfatizó en su análisis a las Antillas Mayores (Haití, República Dominicana, Cuba, Puerto Rico y Jamaica). En el Caribe se experimentó distintos tipos de colonización, el inglés, francés y español. Lo cual hace de esa rica experiencia de resistencia, un ejemplo digno. El imperialismo estadounidense entierra sus garras con mayor fuerza en el Estado libre asociado de Puerto Rico y el bloqueo contra Cuba.

Con respecto al Caribe isleño, nos dice Turner que la colonización fue violenta. Los salvajes no son nuestros pueblos aurorales, los salvajes fueron quienes llegaron a exterminar a los demás, como si fueran bestias, a robar, a mentir, a traicionar, “la conquista forzosamente tiene que haber sido muy despiadada para desaparecer a los indios”. Se establecieron las encomiendas, se instrumentalizó la tierra, los indígenas y negros fueron tratados como no humanos.


El Caribe llegó a convertirse en el foco del interés de las grandes potencias de la época no sólo por su condición de puente entre las Américas y Europa, sino porque sus tierras tropicales feraces permitían el cultivo de productos de los que carecían las metrópolis, y bajo el procedimiento de la esclavitud pudieron lograr la más voluminosa concentración productiva antes de que las maquinarias fueran el punto de apoyo para la gran producción (Turner, 2018, 65).

En no pocas ocasiones se ha planteado que la grandeza de Europa, su bienestar y progreso, es el resultado del expolio de la periferia latinoamericana y caribeña. El modo de producción capitalista encuentra un antecedente en ese modo de explotación y producción. Los blancos esclavistas serán quienes se provecharán de todas las circunstancias posibles. “Los esclavos fueron la mercancía predilecta de las transacciones comerciales” (Turner, 2018, 66). Es bochornoso que aún existan quienes justifiquen la colonialidad del poder. Turner, me parece, otea correctamente el asunto de si la clase o la raza, cuando, al referirse a la revolución en Haití, lo hace como una “[…] lucha de clases ataviada con ribetes raciales” (Turner, 2018, 68). No debemos obviar el análisis de clases sociales aun cuando sea una cuestión racial, como tampoco hacer lo contrario.

Turner va analizando las experiencias del Caribe. Cabe resaltar que nuestro autor también nos va mencionando algunos estudiosos como Juan Bosch. Otro dato interesante que podemos desprender de esta reflexión es que tanto en Haití con Toussaint Louverture, o dominicana con Bosch, y más tempranamente con Bolívar y Martí, vemos que estos sujetos históricos, en particular los tres últimos, teorizaron al respecto, lo cual es importante en las luchas emancipatorias. Vamos aprendiendo de las prácticas primordialmente, pero también de las teorías que transitan por las vías de la emancipación.

Cuando se analiza el Caribe de las Antillas Mayores en particular, nos advierte nuestro autor que, no podemos hacer abstracción con respecto al imperio estadounidense. La intervención en dominicana fue constante en los asuntos internos de ese país, como ocurrió en Panamá. Aunque sea sutilmente en ocasiones no deja


de ser una violación a la soberanía. No es una lucha pasada, es una tarea inconclusa. Lo mismo podemos decir del asedio a Cuba. Una experiencia interesante socializante, es constantemente asediada por el imperio estadounidense, con el nefasto bloqueo entorpeciendo todo. La forma de fondo que va planteándonos Turner, línea por línea es el análisis histórico, de cómo pasamos de la dominación colonial española a la influencia neocolonial estadounidense y cómo van operando las resistencias en esos dos momentos hasta lograr la emancipación.

En el caso de Jamaica, a veces no lo ubicamos en este universo revolucionario. También hay experiencias de “grandes insurrecciones” (Turner, 2018, 75). Cuando nuestro autor analiza la situación de Puerto Rico la considera “la más deplorable”. Ya que allí, en esa condición de Estado Libre Asociado, el Imperio yergue sus intereses. Resalta a figuras como “Eugenio María de Hostos y el médico Ramón Emeterio Betances” (Turner, 2018, 77). Turner nos va presentando los principales problemas de cada uno de estos países y también resaltando a sus principales figuras históricas las cuales comparten un mismo núcleo común de la emancipación.

Como es la norma, Estados Unidos influyó en la vida política de ese país. Cuando le declaró la guerra a España, esta derrotada […] les cedió Puerto Rico a los yanquis como botín de guerra y así sigue hasta la fecha” (Turner, 2018, 78). El modo de operación es influir en este país, para quedar con el control total o parcial de estos territorios, o por lo menos, influir definitoriamente en sus asuntos internos. Es decir, quedar bajo su paraguas de influencia.


El Puerto Rico colonizado por Estados Unidos se fue conformando durante las décadas sufridas en una sociedad con algún desarrollo agrícola y procesos semi-industriales con salarios bajos, y no pudo evitar el ir acumulando una población flotante de desocupados de hasta un 40% de la población, condenada a vivir de la asistencia pública federal. Pero nunca perdió su identidad nacional (Turner, 2018, 78).

Cada cierto tiempo, hay conatos de reivindicaciones autónicas. De muy variado tono. Tanto revolucionario y diversos descontentos de jóvenes cansados de esta colonización como también de la corrupción de los gobernantes de la isla. El problema de fondo es el modelo colonial que aún Estados Unidos quiere seguir imponiendo a nuestros países, en algunos casos concretamente como en Puerto Rico, y otras de forma muy sutil a través de los intereses de su política exterior.


A lo largo de su existencia los mejores ciudadanos han enfocado el derecho de su país a la independencia desde diferentes perspectivas. Pero el periodo más emotivo transcurrió durante los años en que el insigne Pedro Albizu Campos, un mulato vertiginoso egresado de la Universidad de Harvard, fue Presidente del Partido Nacionalista a partir de 1930. Para don Pedro, una nación que había sido convertida en colonia mediante una violencia desatada no podía desechar del todo el uso de la respuesta violenta para liberarse (Turner, 2018, 79).

Cuando decimos que las reivindicaciones son de todo tipo, en realidad es así. Incluso sin descartar como diría Walter Benjamin, la violencia para restituir derechos, como es el derecho a la autodeterminación de nuestros pueblos. Turner nos plantea


dos tareas que se deberían resolver juntas. A través de “la unidad de propósitos” (Turner, 2018, 80). Además, asume un enfoque internacionalista. Cuando plantea que “los esfuerzos nacionales no bastan para cambiar la realidad política de las colectividades”. Este es un aspecto que algunas veces olvidamos, me refiero al carácter internacional de las luchas de nuestros pueblos por la emancipación, para lo cual la solidaridad entre países en análoga condición. Otro aspecto que suscribimos de nuestro autor es que el desarrollo de la historia no es lineal. Hay avances, hay retrocesos, hay curvas etc. Ese es el punto, incluso Turner nos dice que la historia es a veces caprichosa.

Los textos de nuestro autor tienen vigencia, él nos recuerda algunos problemas y nos damos cuenta de su pertinencia en la actualidad, los problemas internos de la posibilidad de los estados nacionales y su pasado colonial, como también la lucha internacional. Haití es un caso importante históricamente, fue el primer país que se independizó y la primera República. Al parecer las potencias nunca le perdonaran eso. Pero no serán ellos quienes escriban nuestra historia, sino nosotros mismos con el legado de nuestros antepasados.


El conjunto de América Latina debe asumir a largo plazo la responsabilidad central de sacar adelante a Haití de la hecatombe social vivida y de la magna destrucción del terremoto que le ocasionó medio millón de muertos y heridos y casi dos millones más de personas sin techo, dejándola postrada y sin recursos en una pobreza absoluta (Turner, 2018, 81).

Estas líneas parecen haberse escrito hoy. Las cosas en Haití no pintan bien. El magnicidio de Jovenel Moise es otro síntoma más de la crisis sistemática en ese país. Pero no podríamos emanciparnos, sin la solución definitiva de la crisis de nuestro país hermano. Su pasado de lucha es parte del legado glorioso de nuestras luchas. Hoy, así como los negros haitianos se enfrentaron a los colonizadores en el pasado, tenemos que encarar las nuevas colonizaciones bajo nuevas formas de resistencia.

El quinto capítulo, Medio siglo de la revolución cubana. La excolonia que se hizo socialista. Allí retoma de Manuel Cabieses que “[…] la Revolución Cubana es el acontecimiento más importante del siglo xx en la región” (Turner Morales, 2018, pág. 83). Es otro digno ejemplo de resistencia.


[…] con la permanencia militar de Estados Unidos en el país, al final de la contienda, se tuerce la posibilidad de una república soberana. En los cuatro años previos a la toma de posesión del primer presidente de la República, Tomás Estrada Palma, en 1902, la implantación de una gobernación militar yanqui sienta las bases para una nación subordinada política y económicamente. Este origen neocolonial traza un perfil político que asemeja a Cuba con los países latinoamericanos más dependientes (Turner, 2018, 85).

Esto nos retrotrae al título homónimo. Si no somos soberanos, no puede haber democracia, porque hay de por medio un tutelaje. Una posición distinta por otro cause es la vía antiimperialista, anticapitalista y socialista. Si bien las revoluciones socialistas tienen un común denominador, también tienen sus “modalidades específicas”, como señala Turner. No todas las revoluciones son socialistas, hay revoluciones burguesas,


en fin, los cambios que las mayorías esperan para mejorar sus condiciones de vida

son a través de revoluciones donde lo social impere.

Idealmente esto sería cubierto por una revolución socialista. Marx es el principal teórico de las revoluciones. Su arsenal teórico nos permita reflexionar al respecto, él no pudo vislumbrar nuestras realidades dependientes, sumariamente lo trató, pero no profundizó porque su locus de enunciación eran las grandes potencias.


Además de las circunstancias que hacen posible las revoluciones, otro asunto que atrae la atención de los investigadores es el de hasta dónde es posible el socialismo en un solo país, como movimiento profundo de transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales, inserto en la hostilidad de un mercado mundial capitalista (Turner, 2018, 86).

Por eso hay que entender a Turner como un pensador latinoamericanista, porque él está preocupado para la emancipación de nuestros pueblos, la solidaridad internacional y la unidad. El mercado mundial capitalista coloniza todos los ámbitos de nuestras vidas, convirtiendo todo en mercancía. Cuando Marx dijo que el capitalismo convirtió hasta el poeta en asalariado no es un asunto menor, es que todo, hasta una de las experiencias más bellas y creativas del mundo como es la poesía, se haya convertido en una mera mercancía. La hostilidad es que no haya espacio para la belleza para el amor, más allá de lo crematístico. Pero lo que más le preocupa a Turner es el carácter internacionalista de la lucha.

Nuestros gobernantes en la época neocolonial y todavía aún, pero más firme en aquel entonces, con la época colonial, no escatimaban en la servidumbre como modo de operar. Los países en la etapa neocoloniales solo se encargan de proveer materias primas. También resalta Turner las condiciones subjetivas de la lucha en Cuba a partir de la figura de Fidel Castro y su excepcional visión y práctica política, con un programa de lucha “[…] para un gobierno distinto, enunciando seis problemas básicos a afrontar en Cuba: el de la tierra, el de la industrialización, el de la vivienda, el del desempleo, el de la educación y el de la salud popular” (Turner, 2018, 88). Lo cual logró y el pueblo digno cubano cuenta con muchas garantías, a pesar del nefasto bloqueo. A pesar de todo, Cuba “[…] sigue resintiendo el periodo especial y asombrosamente mantiene su disposición de enfrentar la realidad sin claudicar ante la adversidad que se presente” (Turner, 2018, 89). Cuba no puede estar cerrada al intercambio lo cual imposibilita el bloqueo.

El digno ejemplo y la proyección latinoamericanista, es lo que más encono,

según nuestro autor, al imperialismo estadounidense. Aunado a la política interna y la geopolítica, otro aspecto señalado por Turner es el tema climático, el cual afecta a muchos de los países del Caribe. A la hora de analizar nuestra situación regional no podemos obviar el tema climático que es en mucha medida un factor de riesgo imprescindible. Turner también pone como tarea “inmediata” la integración de países latinoamericanos con la inclusión de Cuba. En nuestras luchas del presente se torna fundamental tener una posición política contra la dominación del neoliberalismo.

El sexto y último capítulo México, florido y espinudo. ¿Qué pasó con la centenaria revolución mexicana? Enfatiza en los “despertares gloriosos”. México es un gran país, con grandes contradicciones. Turner nos señalará que, para conocer


nuestras realidades latinoamericanas, hay que conocer México en su diversidad y contradicciones. Se puede contemplar la estratificación en la sociedad colonial de entonces, jerárquicamente: los peninsulares, los criollos, los mestizos y los indios. A pesar de que a estos últimos se les marginó, aún esa resistencia continua contra los embates de la modernidad capitalista. A pesar de todo, México hizo su Revolución:


La Revolución Mexicana no fue una revolución burguesa como la francesa ni tampoco una revolución de aspiración socialista. Fue una revolución en un país neocolonizado y de capitalismo dependiente, cuyos reclamos correspondieron a las exigencias emanadas de su composición y su necesidad social (Turner, 2018, 103).

Valoración final. Puedo suscribir todo lo planteado por Turner. Al menos en este texto, sin excepción alguna. Tanto por la forma y el fondo. Siempre nos está recomendando alguna lectura. En el ensayo que es el género utilizado aquí, con el buen uso del castellano, hace cada idea fuerza, una trinchera ideológica desde donde pensar críticamente, algo tan necesario como útil hoy, donde el pensamiento único campea.