J. Leonet Zelaya Morataya
Autor/ Author
J. Leonet Zelaya Morataya. Universidad de El Salvador,
Recibido: 18/10/22 Aprobado: 02/11/22 Publicado: 19/12/2022
La presente muestra pictórica denominada “Aves”, del artista reconocido Miguel Ángel Mira Mira, nos introduce a la producción actual de la pintura abstracta salvadoreña y su creciente evolución. Mira, quien también es docente y coordinador de la opción de escultura, en la escuela de artes de la Universidad de El Salvador, es un artista constante y prolífico, no solo en la pintura, sino también en la escultura, donde ha sido homenajeado en muchas oportunidades y sus participaciones a nivel local e internacional son muy variadas. En nueve piezas de la serie “Aves”, con la técnica de acrílico sobre lienzo, expuesta actualmente en galerías salvadoreñas; nuestro autor cultiva la abstracción de las formas, embriagado en el eterno vuelo de nuestras aspiraciones por conseguir paz y felicidad, a través de la esperanza-incesante –que no son más que nuestras diversas aventuras–. Hemos surcado la inmensidad desde siempre, como niños alados en un juego, somos por tanto, polluelos que aspiran volar: y ahí vamos, arrojados a la búsqueda –como lo hace el artista– con sus formas orgánicas, conjugando la vivacidad del color, para decirnos lo encontrado, no necesariamente en la inmediatez, sino en los niveles profundos de la conciencia y la inconciencia misma, por el gesto, la densidad del flujo y la liquidez de la pintura derramada, que como cristalinos ríos; brotan de sus manos. Es entonces su obra, una aesthesis perteneciente al cosmos visual-abstracto de un verde gramal: instaurado en la esperanza. La fenomenología, donde se conjugan las cosas presentes en su tránsito a la intuición intelectual, para captar la esencia pura, pero trascendente a la conciencia misma: es un arte que parece parafrasear el mismísimo método de Husserl,
pero en el mundo artístico de la creatividad.
En esta pequeña muestra pictórica, Miguel Mira, como es más conocido; nos hace evocar a grandes figuras del arte abstracto, como el ruso Wassily Kandinsky con su “composición VII” de 1913; para muchos considerado el padre del arte abstracto, por llevar al arte lejos de las tradiciones representacionales y acercarlo al abstraccionismo y, por supuesto, cómo olvidar al estadounidense Jackson Pollock, de
los principales representantes del expresionismo abstracto y su “Ritmo de otoño (número 30)”, así como su “pintura abstracta No. 5” de 1948. A propósito de la utilización de pintura por goteo, o vertido sobre lienzo que en pleno siglo XX pronto dio paso al popular término “pintura de acción”, action painting, es decir la famosa técnica de colada y goteo de pintura; cuya práctica se asemeja a la técnica empleada por Mira, de vertido sobre lienzo, pero con especiales diferencias por parte del anterior, en cuanto al grado de liquidez y espesura del acrílico, así como de proceso creativo, colores brillantes y cálidos, disposición, formas orgánicas, geométricas y el tiempo de secado, entre otros que conforman la originalidad de la obra de nuestro artista; además, por supuesto de su pincelada conceptual y esperanzadora que nos invita al disfrute de la obra –y por qué no–, al goce estético de la misma.
Somos, por tanto, “nosotros los arrebatados”, como dirá Christine Angot con su voz, en completa alusión a Jacques Lacan y la lectura de su “Homenaje a Marguerite Duras, por el arrobamiento de Lol V. Stein” en los cuadernos Renault Barrault”. Frente al vértigo del arte, seguimos siendo arrastrados y, ante la anamorfosis; la visión se escinde entre la imagen y la mirada, donde la mancha es la primera que ha de derivar en el tránsito a la extensión, la mirada se extiende, por ende, en el pincel sobre la tela, para hacerles deponer la propia ante la obra del pintor (Lacan 1965).
El arte y abstraccionismo salvadoreño, en términos originarios es muy variado, como en otras partes del mundo, sin embargo, parte de un arte parietal o rupestre y se distingue primordialmente de pinturas y petrograbados que se encuentran por todo el país, pero se puede destacar Igualtepeque, península que se ubica en Metapán, lago de Güija, departamento de Santa Ana; donde encontramos el cerro de las figuras, constituyendo quizá, el mayor sitio arqueológico con representaciones rupestres datadas en El Salvador.
Según las investigaciones, se estima que fueron grabados en tiempos de la cultura Olmeca, anterior a la llegada de los españoles, posesionándolo en la época del período postclásico mesoamericano, pero no fue hasta 1942, gracias a los esfuerzos de exploración e investigación del arqueólogo estadounidense Stanley Boggs que se dató y sistematizó el arte rupestre de la localidad. Al respecto, en 1992 se publicó un libro llamado “Las estrellas y las piedras”, esfuerzo del escritor Ricardo Lindo en colaboración con Edgardo Quijano; para dar a conocer las investigaciones realizadas, así como Revisitando a Stanley Boggs. Apuntes para la arqueología salvadoreña: cuadernos de 1943 y 1944” un texto del arqueólogo y antropólogo salvadoreño Federico Alejandro Paredes Umaña; donde compila una serie de textos inéditos de quien es considerado el padre de la arqueología salvadoreña y que es fruto de la búsqueda de sus cuadernos de campo en las bibliotecas del Museo Peabody de Arqueología y Etnología en Harvard, entre otros.
Luego con la invasión, colonización y la “educación” religiosa española, muchas
de las representaciones fueron deformadas, destruidas e instrumentalizadas, para los intereses de los mismos. Nuestra región y poblaciones originarias vivieron entonces, su oscurantismo, a partir de la imposición de las tendencias renacentistas. Y es, solamente en los códices, el telar prehispánico y los topónimos, donde se esbozan abstracciones que se van diluyendo con el paso del tiempo, entre las diferentes manifestaciones sociales y las lógicas del poder.
J. Leonet Zelaya Morataya
Siendo entonces, hasta el siglo XX, a finales de la década de los cuarentas y principios de los cincuentas, cuando simultáneamente, en Europa están en apogeo las corrientes vanguardistas abstractas (informalismo); en El Salvador trabajan artistas como Carlos Cañas, Noé Canjura, Mauricio Aguilar, entre otros –y, por supuesto Pedro Acosta García–, a quien se le atribuye realizar la primera exposición abstracta local. Posteriormente los embates de la guerra civil, a partir de finales de los setenta vuelven a dejar en pausa las manifestaciones artísticas –como es lógico suponer–, y va ser hasta los ochentas y noventas que aparece nuevamente la abstracción con artistas como Roberto Hueso, Roberto Galicia, Antonio García, Héctor Hernández, Mauricio Linares, Óscar Soles, Hernán Reyes, Víctor Barriere, Francisco Zayas y Nicole Schwartz.
No obstante, es con la siguiente generación de artistas que reúne figuras como Rafael Flores, Alberto Merino, Fernando Pleitéz, Juan Carlos Rivas, Tomás Carranza, Álvaro Pérez, David Duke Mental y Rodrigo López Argüello (Rolo); de finales del 2005 y durante el 2006, cuando se hace presente el trabajo de nuestro invitado Miguel Mira, perteneciente a esta producción artística-salvadoreña de la abstracción, en el concierto de la plástica conceptual, hasta la fecha.
Para finalizar este breve comentario, es importante mencionar la inspiración que la obra en mención induce: invitándonos a la poesía; volviéndose en sí misma provocativa, además de insurgente y al mismo tiempo positiva.
Somos como aves volando, recorriendo el cielo, persiguiendo anhelos y felicidad en cada amanecer, con la inteligencia emocional y los sueños por frontera. Esperándonos están, el arcoíris y la irreverente primavera.
Lacan, J. (1965) “Homenaje a Marguerite Duras, El encantamiento de Lol V. Stein”. El psicoanalista lector (2007-2022). Accesible en: http://elpsicoanalistalector. blogspot.com/2012/04/jacques-lacan-homenaje-marguerite-duras.html
El color de las aves, abstracciones de un presagio venidero de esperanzas en el horizonte