Byron Ramírez Agüero
Autor/ Author
Byron Ramírez Agüero. Universidad de Costa Rica, ORCID ID: 0000-
0001-6933-0532,
ramirezagueroby@gmail. com
Recibido: 28/02/22 Aprobado: 16/03/22 Publicado: 19/12/2022
Resumen:
El presente artículo pretende responder a la pregunta: ¿Cómo se construye la relación entre literatura y política dentro de las propuestas filosóficas de Jacques Derrida y de Jean Paul Sartre sobre el objeto literario? El objetivo principal de dicha investigación es realizar un acercamiento a la forma en la que ambos autores trabajan el vínculo Literatura/Política a lo largo de una selección de sus obras, a partir de sus propias concepciones y proyectos filosóficos sobre el objeto literario; asimismo, se busca establecer relaciones entre ambas propuestas y esclarecer algunas de sus bases teóricas. Dicho estudio se encuentra basado en De la Gramatología (1971), Limited Inc. (2018), y otros textos de Jacques Derrida (y sus comentadorxs); y ¿Qué es la literatura? (1991), Sartre por sí mismo (1955), El existencialismo es un humanismo (1997), entre otras obras, de Jean Paul Sartre (y sus comentadorxs).
Palabras claves: filosofía política contemporánea, objeto literario, lenguaje, escritura, sociedad, compromiso, deconstrucción.
Abstract:This paper aims to answer the question: How is the relationship between literature and politics built within the philosophical proposals of Jacques Derrida and Jean Paul Sartre on the literary object? The main objective of this research is to approach the way in which both authors work on the Literature/Politics link throughout a selection of their works, based on their own conceptions and philosophical projects on the literary object; Likewise, it seeks to establish relationships between both proposals and clarify some of their theoretical bases. Said study is based on De la Gramatología (1971), Limited Inc. (2018), and other texts by Jacques Derrida (and his commentators); And what is literature? (1991), Sartre by himself (1955), Existentialism is a humanism (1997), among other works, by Jean Paul Sartre (and his commentators).
Introducción
Tanto Sartre como Derrida, abarcan el “objeto literario” como un fenómeno a considerar dentro de sus abordajes filosóficos, a partir de consideraciones que, aunque en gran medida son disímiles entre sí, confluyen en una idea común: ambos trabajan, de un modo u otro, la relación entre Literatura y Política. Sartre, según Morales (2005), fue el primero en ensayar formalmente dicha cuestión dentro de su pensamiento filosófico. Con base en esta afirmación, y tomando en consideración los abordajes planteados por Jacques Derrida sobre metafísica y escritura, resulta interesante ahondar en la forma en la que se construye en su obra este vínculo Literatura/Política, para así, posteriormente, generar un diálogo contrastivo con respecto a la manera en la que dicho vínculo se encuentra articulado en Sartre.
Por otra parte, se ha dicho en reiteradas ocasiones (así lo demuestra la literatura disponible) que la producción filosófica de Derrida, ya sea de forma latente o de forma directa, demuestra, inclusive desde los primeros textos relacionados a la deconstrucción, una preocupación por lo político que termina por configurar uno de los temas más discutidos sobre su filosofía. Teniendo en cuenta esto, resulta imposible pasar por alto la forma en la que se cruzan en su obra las posturas sobre la literatura y política, aún más teniendo en consideración la escasez de artículos que se detienen a retomar esta cuestión en Derrida.
Por otro lado, aunque existen trabajos donde se contrastan ideas concernientes tanto a la obra de Derrida como a la de Sartre de forma comparativa, la mayoría de ellos se centran en cuestiones como la ontología del hombre, la idea de verdad o la influencia (y las interpretaciones) que ambos tuvieron en relación con la obra de autores como Nietzsche y Heidegger. En este sentido, en cuanto a las propuestas investigativas que toman en consideración las posturas de Derrida y de Sartre (sus puntos de encuentro, pero principalmente sus diferencias), el presente trabajo se propone realizar un acercamiento contrastivo novedoso, tomando en consideración la forma en la que ambos autores entienden el vínculo Literatura/Política y las implicaciones que de este se derivan en sus propuestas filosóficas sobre el objeto literario.
Breve repaso de antecedentes
En primera instancia, es importante resaltar la casi inexistente presencia de investigaciones cuyo propósito se encuentre enfocado en comparar las formas en las que se construye el vínculo entre literatura y política tomando en consideración tanto la obra de Jacques Derrida como la de Jea Paul Sartre en pro de un abordaje contrastivo. No obstante, aunque no en gran medida, sí es posible encontrar investigaciones que trabajan esta relación Literatura/Política desde distintos enfoques en ambos autores por separado.
En lo que respecta a dicha relación en Jacques Derrida, es posible señalar el estudio de Manrique Carlos Andrés (2010) donde, tomando como base la obra Glas (1974), se plantea una revisión de los conceptos de escritura y política, partiendo de la base del sentido del lenguaje planteado por el filósofo argelino. A partir del
planteamiento derridiano acerca de la democracia, Carlos Andrés plantea que este, a través de las ideas expuestas entorno a la literatura, y específicamente en lo que respecta al sentido del lenguaje, cuestiona y desestabiliza la contraposición entre “Ilustración” y “misticismo”.
También, con base en el texto Glas (1974) y en la idea de deconstrucción, en el texto La literatura en el proyecto teórico y político de Derrida: una lectura, Gerbaudo (2006) estudia la forma en la que Derrida construye la comunión entre dos géneros discursivos a lo largo de sus textos: la literatura y la filosofía. De esta cuestión parte el autor para analizar los mecanismos por los cuales, según su estudio, Derrida crítica y problematiza distintos espacios y dinámicas de la realidad social, entre lo que se encuentra la idea política de moral.
Molina (2021), por su parte, explora el vínculo existente entre filosofía y literatura en Derrida a partir de experiencias aporéticas y paradójicas con la finalidad de establecer una interpelación acerca de los límites existentes entre ambos discursos. Según esta autora, la obra de Derrida hace evidente una indecidibilidad entre verdad y ficción que, a la vez, permite evidenciar un carácter indecible en su obra que repercute en distintas esferas del ámbito social.
Por su parte, en De la gran huelga literaria, Jacques Derrida y los desvíos del performativo, Valls Boix (2020) analiza la performatividad de la literatura en el pensamiento de Derrida y lo que llama un “potencial político”. Con base en este potencial nacido del proceso performativo de la literatura, Derrida ejerce, según el autor, su ejercicio de ruptura, abordando en este las distintas dimensiones sociales y culturales.
En cuanto al pensamiento filosófico de Sartre, gran cantidad de artículos, entre los que es posible mencionar a do Carmo (2018), Jitrik (1987) y Merino (2006), se proponen abarcar la relación entre literatura y política en su obra desde el abordaje biográfico del personaje de Sartre como autor y activista, tomando como base la consigna sartreana del “escritor comprometido” (Merino, 2006). Por su parte, Almeida (2016) estudia las implicaciones sociales de la concepción sartreana de escritura. A partir de este punto, el autor se encarga de profundizar en la noción de ética trabajada dentro del pensamiento de Sartre. De forma similar, Mora (2007) realiza una especie de revisión histórica de la importancia de la idea de “arte comprometido” que atribuye a Sartre en relación con conceptos como libertad y responsabilidad (Mora, 2007).
Respecto a los trabajos que toman en cuenta a ambos autores dentro de sus estudios, es posible mencionar en primera instancia a aquellos que se basan en la visión crítica que Derrida tenía respecto a algunas ideas de Sartre; tal como se presenta en Howells (1982) o Howells (2001). En otro orden de ideas, Benayas (2013) se dispone a indagar en la temática de la ontología del hombre que, según señala, conforma la base del pensamiento filosófico de Sartre en relación con Heidegger; para esto, aborda y contrapone los pensamientos de filósofos como Derrida y Sloterdijk, especialmente en lo que concierne a la idea de deconstrucción.
Otros estudios como Toth (2007) y Morales (2005) se enfocan en contrastar los abordajes que estos autores realizan sobre problemas filosóficos específicos; el primer mencionado trabaja la cuestión de la teología negativa en el pensamiento de estos dos filósofos; el segundo, Morales (2005) estudia los acercamientos fenomenológicos
que estos dos autores, Derrida y Sartre, realizan de la idea de literatura, señalando las diferencias existentes en sus distintos enfoques, y la importancia significativa que supone esta disimilitud dentro de sus pensamientos filosóficos.
A continuación, con el propósito de servir de orientación a la persona lectora, se exponen una serie de conceptos fundamentales para el entendimiento del apartado posterior. En primer lugar, es necesario realizar un acercamiento a la idea de deconstrucción, pues esta resulta fundamental para el entendimiento de la mayoría de las propuestas derridianas. Grosso modo, se trata de una estrategia que permite “ [...] solicitar el orden filosófico tradicional mediante diversas estrategias de lectura que producen la dislocación de ciertos dualismos y jerarquías” (Biset, 2007, 10), donde el término solicitar es implementado según su etimología latina de “conmover como un todo, hacer temblar en su totalidad” (Derrida, 1989, 22).
En cuanto a los actos del habla, Derrida se refiere a ellos como acciones cuyo sentido, lejos de estar determinado por la intención del emisor, se encuentra sujeto a la diferancia que caracteriza a todo texto y, por ende, a la idea de iterabilidad o repetición. Derrida llama texto a “todas las estructuras llamadas ´reales´, ´económicas´,
´históricas´, socio-institucionales, en resumen, a todos los referentes posibles” (Derrida, 2018, 308), comprendiendo como referente a toda expresión, palabra, letra, forma u otro elemento que, como parte de la realidad, signifique; es decir, se encuentre estructurado a partir de la diferancia. En lo que respecta a esta última idea, Derrida utiliza el neografismo Diflérance (usualmente traducido como diferancia) para referirse al movimiento que se presenta a raíz de las diferencias espaciales entre signos y, la temporización y espaciamiento (el diferir) que actúa en todo proceso de significación (Derrida, 1994). Esta diferancia deviene, según Derrida (1994) de lo que une a cada uno de los elementos con el resto, la huella, que da lugar a la simulación de una presencia que no es; es en la huella donde es posible la diferencia (1994). Para englobar la posibilidad de todos estos “sistemas de significación” (Derrida, 1986), y a los sistemas mismos, se utilizará el término derridiano escritura, o archiescritura.
Sartre, por su parte, se refiere a la escritura como la ‘’descripción concreta
de lo que pasa en una conciencia’’ (Sartre, 1979, 43), ligando esta concepción a su idea ética de compromiso y a su pensamiento de la responsabilidad, donde cada persona es responsable de lo que es, por cuanto posee entera responsabilidad de su proyecto existencial en representación de toda la humanidad (Sartre, 1983). Son las posibilidades de significación de la ficción lo que permite la diferenciación de la literatura con respecto a otro tipo de ejercicios de escritura como la filosofía y la conecta directamente con sus preocupaciones sociales y políticas (Rojas, 2012), tal como se explicará en el siguiente apartado.
La literatura como objeto de estudio de la filosofía pasó a formar parte de los
abordajes formales de distintos autores y autoras, con mayor fuerza, a partir de
los inicios del siglo XX, en parte gracias a los cambios que este trajo consigo en el pensamiento de la época (do Carmo Gonçalves, 2018). En este sentido, Jean-Paul Sartre es considerado uno de los pilares de este tratamiento filosófico de la literatura y la ficción, al ser considerado por muchos estudios como el primer autor, o uno de los primeros, en trabajar el objeto literario dentro de sus obras y ensayos filosóficos, desde un punto de vista “formal” (Morales, 2005) a favor de su pensamiento existencialista; sin embargo, otros estudios señalan a Derrida como el responsable principal de la verdadera revolución en cuanto al entendimiento del texto literario en el siglo XX (Gerbaudo, 2006), su relación con la filosofía y los distintos abordajes que dieron lugar a una gran cantidad de postulados que tienen aún hoy en el presente siglo XXI gran relevancia en distintas ramas académicas y artísticas.
A continuación, con la finalidad de realizar un acercamiento a los postulados de ambos filósofos con respecto al abordaje de la literatura en algunas de sus obras, se estudiará la forma en la que ambos entienden el objeto literario, la literatura o el texto literario, y sus dimensiones políticas a partir de algunas de sus obras. En primer lugar, la visión sartreana de la literatura, en la que el objeto literario es entendido como herramienta de cambio social (producto de la libertad del sujeto) y, en segundo lugar, el abordaje por el cual Derrida realiza un acercamiento a su idea de texto literario como institución capaz de deconstruir la propia noción de institución.
En Qué es literatura (1991), Sartre se plantea como propósito responder a distintas interrogantes sobre la acción de escribir: qué es literatura, para qué hacer literatura y para quién hacer literatura. Con base en estas preguntas, el autor piensa y desarrolla sus ideas sobre la literatura, la figura del autor, la noción de herramienta social, la idea de libertad de creación y de compromiso literario. En lo que respecta al primer capítulo, Sartre plantea un acercamiento directo a su idea de escritura, su “qué es”, centrándose en la escritura de textos literarios, donde el objeto literario pasa a ser comprendido como producto de la libertad del hombre, más específicamente la ‘’descripción concreta de lo que pasa en una conciencia’’ (Sartre, 1979, 43). El lenguaje del texto literario, según Sartre, se diferencia de otros lenguajes artísticos y demás en cuanto es el único que “trabaja con significados” (Rojas, 2005, 164); cuestión mediante la que Sartre diferenciará el texto poético del prosaico, afirmando que la literatura se encuentra más cercana al primero que del segundo (Sartre, 1991).
La idea sartreana de la literatura responde a la noción de que el ser humano no
es lo que es, sino lo que se hace, su proyecto; por lo tanto, al no existir naturaleza humana, ni dios creador, ni esencia previa a la existencia del hombre, cada una de las personas, desde el punto de vista existencialista, depende enteramente de sus actos (Sartre, 1983). Es esta la responsabilidad que plantea Sartre en múltiples obras, aunque más claramente en su texto El existencialismo es un humanismo: Cada uno es responsable de lo que es, pues, debido a su propia libertad, cada sujeto posee entera responsabilidad de su proyecto existencial (Sartre, 1983), de sus actos y del producto de sus actos. Así, toda decisión humana posee un peso ontológico inevitable. Entre estas decisiones, Sartre rescata en Qué es la literatura la acción de la escritura, desde
donde plantea su posición con respecto al objeto literario y su obligatoria conjunción con la intención del autor (Mora, 2007).
La noción de escritura en Sartre se encuentra totalmente relacionada con esta idea en la que el ser humano reacciona y actúa sobre el mundo social en el cual se encuentra arrojada su consciencia, hecha una sola instancia con este (Sartre, 1979). En este sentido, el ser humano es el medio por el que las cosas se manifiestan, y el objeto literario, por ende, un producto que se forja a raíz de la interacción del individuo con el contexto histórico que le tocó vivir (ídem) y una actitud social en relación con su proyecto de vida: “el mundo frente al que se halla el ser humano es mudo, por lo tanto, es necesaria la presencia de aquel [autor(a)] para hacerlo hablar” (Rojas, 2005, 165). Esta relación entre mundo y literatura es, para Sartre, inevitable e irrenunciable. Todo texto, incluido el texto literario, no puede, aunque lo intente, evadir la relación con la realidad social inmediata del individuo creador; por lo tanto, todo libro supone una toma postura política (Vargas-Gonzales, 2008), aun cuando su escritura pretenda evitar plasmar esta postura conscientemente: “Aunque nos mantuviéramos mudos y quietos como una piedra, nuestra misma pasividad sería una acción… El escritor tiene una situación en su época; cada palabra suya repercute. Y cada silencio
también” (Sartre, 1991, 0).
Este tratamiento político de la escritura responde a la idea de compromiso que estará latente en todo el abordaje realizado por Sartre sobre el objeto literario. La responsabilidad del ser humano, al saberse libre en el mundo, va más allá de ser un asunto meramente individual para este autor. Al contrario: el individuo no solamente responde por medio de la escritura al contexto social específico que le tocó vivir, sino que lo hace eligiendo al mismo tiempo por las demás personas (Sartre, 1983); su palabra es al mismo tiempo la palabra del mundo.
El objeto literario es, de este modo, para Sartre, no solamente un producto dado de la consciencia de un sujeto individual que actúa sobre la realidad social que se le manifiesta para desde ahí articular su ficción, sino que es la forma en la que el ser humano, como especie, actúa en representación de un proyecto y una realidad colectiva que intenta, mediante la literatura, ejercer su libertad en compromiso con la transformación de su tiempo (Vargas-Gonzales, 2008). En palabras del autor: “no hay ninguno de nuestros actos que, al crear al hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo una imagen del hombre tal como consideramos que debe ser” (Sartre, 1983, 34).
A diferencia de los postulados de Jacques Derrida, abordados más adelante, para Sartre, la literatura no puede estar ajena a la intención del autor(a), pues esta se encuentra estrictamente posibilitada por la libertad de creación del sujeto, de su conciencia y, por tanto, es producto de la responsabilidad, o de la “tentación de la irresponsabilidad” (Sartre, 1991), que deviene en su proyecto; en cuanto se presenta la obligación de decidir en todo individuo, cualquier acción habla por su persona, pues forma intrínsecamente parte de la consciencia misma del sujeto, de esa pura posibilidad anclada al mundo. En otras palabras, la literatura es, dada su naturaleza, “una función social” (Sartre, 1991, 13) en todas sus posibilidades.
Dado que el objeto literario, para Sartre, se deriva de la situación social del autor(a),
en cuanto se encuentra condenado a estar comprometido a esta, la literatura permite reconocer y evidenciar las contradicciones de clase presentes en la sociedad y del orden social burgués que permite y preserva estas. La literatura, de este modo, actúa sobre la realidad social también evidenciando los mecanismos con los que la clase burguesa oculta sus herramientas de opresión en un momento histórico determinado (Vargas-Gonzales, 2008); tal como si se tratase de una radiografía de su tiempo y de su gente:
Si producimos nosotros mismos las normas de la producción, las medidas y los criterios y si nuestro impulso creador viene de lo más profundo del corazón, no cabe nunca encontrar en la obra otra cosa que nosotros mismos: somos nosotros quienes hemos inventado las leyes con las que juzgamos esa obra; vemos en ella nuestra historia, nuestro amor, nuestra alegría; aunque la contemplemos sin volverla a tocar, nunca nos entrega esa alegría o ese amor, porque somos nosotros quienes ponemos esas cosas en ella. (Sartre, 1991, 69).
Con lo anteriormente planteado, es posible concluir que la idea sartreana de literatura como herramienta de cambio se encuentra articulada tomando como base la responsabilidad del compromiso obligatorio del sujeto creador y la exigencia política y moral que la libertad de la escritura en este conlleva siempre a un accionar a favor de la transformación de su tiempo; pues para Sartre, todo escritor o escritora “aunque su situación esté totalmente condicionada, puede ser un centro de indeterminación irreductible” (Sartre, 1991, 21).
De este modo, el objeto literario se encuentra inscrito, como artefacto de la conciencia y producto de la libertad, en un contexto social determinado, en el cual, y para el cual, funciona como acción social del sujeto “a propósito del hombre entero, a todos los hombres de su época” (Sartre, 1991, 129) con la finalidad de desnudar los sistemas ocultos detrás de la lucha de clases y poder actuar sobre ellos con la intención de transformarlos.
El texto literario posee un lugar privilegiado entre los temas que fascinaron al filósofo Jacques Derrida, hasta el punto en que él mismo (Derrida, 1992) se refiere en distintas ocasiones a los motivos de dicha fascinación:
[…] me parecía, de un modo confuso, que la literatura era la institución que le permite a uno decirlo todo, en todas las formas. El espacio de la literatura no es sólo aquel de una ficción instituida, sino también de una institución ficticia que en principio le permite a uno decir todo. […] Decir todo es romper con las prohibiciones. Liberarse a uno mismo [s’ aflranchir] en todos los campos en los que la ley puede imponer la ley. La ley de la literatura tiende en principio a desafiar o suspender la ley. Le permite entonces a uno pensar la esencia de la ley en la experiencia de este “todo por decir”. Es una institución que tiende a sobrepasar la institución. (36).
La literatura en Derrida se construye a partir de la posibilidad de “sobrepasar”
una serie de oposiciones que, al mismo tiempo, la constituyen como un espacio no limitado entre la escritura y la lectura: sentido literal/sentido figurado, ficción/realidad, serio/poco serio (Carlos Andrés, 2010). Con respecto a este último punto, el abordaje de Derrida responde y confronta lo planteado por la teoría de los actos del habla sobre la implantación de la oposición que distingue las emisiones serias de las poco serias, catalogando a estas últimas como excepciones parasitarias (Derrida, 2018), entre estas, la literatura.
Se da, por tanto, desde el punto de vista de los actos del habla, una oposición entre los discursos serios, entre los cuales la filosofía tiene un rol fundamental, caracterizada por un lenguaje sin desvíos y la posibilidad de inscripción de la verdad (Ferro, 1992), y los discursos no serios, marginales, dados por la problemática que supone la ficción, el sentido figurado y el carácter performativo, donde el componente lúdico permite contradicciones, excesos y desvíos (Ferrero, 1992).
Derrida da vuelta a esta lógica mediante su tratamiento de escritura (archiescritura), donde, desde una visión deconstructiva, transloca esta jerarquía con base en la idea de que toda emisión es significativa en cuanto es repetible, tanto en contextos serios como en no serios, parodiados o citados (Derrida, 2018). Esta lectura derridiana de los actos del habla da pie a una inversión de lo serio y lo poco serio (o lo “no serio”), donde se demuestra que las emisiones serias son casos especiales de las emisiones poco serias.
Para Derrida, el texto “es una esceno-grafía, una puesta en escena de las huellas, las trazas y las estrías, de todas las modalidades posibles de una tipología de injerto” (Ferro, 1992, 150), por ende, desde este punto de vista, el texto se encuentra compuesto por la posibilidad de múltiples lecturas, no necesariamente excluyentes entre sí, espacio donde además confluyen otros textos y donde el origen no solo desaparece, sino que no existe; pues todo signo se encuentra articulado tan solo en la huella que forma la ilusión de presencia: “Cada texto injertado continúa irradiando hacia el lugar de su extracción y transforma asimismo al afectar el nuevo terreno” (Derrida, 1972, 533).
Desde esta visión, la literatura deja de ser un caso parasitario del lenguaje para ser entendida como un espacio en constante transformación; en lo que respecta a los otros discursos estos pueden ser entendidos, desde esta perspectiva, como ejemplos de una especie de archiliteratura, donde igual como sucede con el texto literario, la lectura y la escritura participan en igual medida de un accionar siempre en movimiento. Así, Derrida, al descomponer la jerarquía entre discurso serio y poco serio, deconstruye también la distinción entre filosofía y literatura que múltiples filósofos y académicos, entre ellos Sartre, defendían:
Una tarea: estudiar el texto filosófico en su estructura formal, en su organización retórica, en la especificidad y diversidad de sus tipos textuales, en sus modelos de exposición y de producción
-más allá de lo que se llamaba en otros tiempos los géneros- […]. En suma, considerar la filosofía como un ‘género literario particular’ que bebe de la reserva de una lengua, que dispone, fuerza o aparta un conjunto de recursos trópicos más viejos que la filosofía. (Derrida, 1994, 334).
Esta situación en la que la visión deconstructiva derridiana permite comprender la filosofía como parte de un espacio literario permite además la deconstrucción de la jerarquía entre lectura y escritura, en la que tradicionalmente se coloca a esta última por encima de la primera; a la vez que se desestabilizan las jerarquías dadas por el fonocentrismo y el logocentrismo tradicional. Por tanto, de este modo, Derrida propone la lectura como un ejercicio activo que se encarga de desconocer las restricciones y el aseguramiento del sentido único (Ferro, 1992) y el objeto literario como el producto de un tipo de escritura, y la acción de la lectura, en el cual se intensifica el límite del sentido, se anula y se desmontan los límites sociopolíticos:
[…] lo político, ya no se constituye por las fronteras y los bordes que marca la institución de la norma, deja de ser policy-making y se ejercita como ficción. En esta ficción que no es una utopía, ni tampoco un proyecto calculable, sino la urgencia impostergable de una cierta escritura que sucede en cada momento. (Carlos Andrés, 2010, 99).
De tal forma, la literatura se encuentra compuesta, por una parte, gracias a la escritura, entendida como proceso de significación y a la lectura, entendida, ya no como un suplemento de la escritura (ese suplemento del suplemento del habla, según la lógica fonocentrista), sino como parte de un proceso de creación/recreación sin principio ni fin (Almeida, 2016), permitiendo así que la ficción actúe en la literatura como la interacción por la cual se hace posible cruzar “la frontera entre la filosofía y la literatura, entre una cierta ilustración y un cierto misticismo, […] entre una cierta razón y una cierta superstición” (Carlos Andrés, 2010, 99).
El texto literario, desde la visión derridiana, funciona (es posible) en cuanto se presenta fuera de la limitación de un sentido previo riguroso, lógico y absoluto. En este potencial que permite la escritura literaria reside su marginalidad, su inestabilidad, su proliferación sin estructuras determinantes y puntos de fuga múltiples (Ferro, 1992).
Como si de un acto de rebeldía se tratase, la escritura literaria se proyecta más allá de la busca de verdad logocentrista en un devenir textual donde los movimientos de lectura y de escritura configuran la inversión del centro y lo marginado; mediante esta visión deconstructiva propia de la noción de escritura derridiana, es posible entender la literatura como un espacio donde se despliegan una cantidad ilimitada de operaciones y posibilidades interpretativas.
Sin embargo, y a diferencia de lo que otros pensadores como Searle criticaban y señalaban sobre la libertad interpretativa de la escritura y del signo en algunos postulados derridianos (Derrida, 2018), la inestabilidad del texto, entre estos el texto literario, no es sinónimo de un relativismo absoluto de interpretación sobre el contenido de la obra, pues aunque Derrida concibe una idea de texto no limitada a la intención del autor(a) ni a su contexto de creación (a diferencia de Sartre), ni a cualquier otro parámetro extratextual, Derrida no defiende la idea de un relativismo absoluto. Todo texto literario, como cualquier sistema de significación, se encuentra sujeto a la diferencia en cuanto es esta, su carácter iterativo, la interacción de sus huellas y el espaciamiento que da lugar a la diferencia entre signos, lo que da lugar a los procesos de interpretación y transformación constante entre escritura y lectura; su horizonte:
[…] hace falta que haya cierto juego de la diferancia, de la no identidad. No de la indeterminación, sino de la diferancia, o de la no-identidad a sí en la determinación misma. La diferancia no es la indeterminacy. Hace posible y necesaria la determinacy. (Derrida, 2018, 310).
La literatura, de este modo, actúa, al mismo tiempo, como una institución histórica, funcional en un cierto marco legal (editorial, nacional, biográfico, etc.), y como una posibilidad deconstructiva donde su naturaleza performativa actúa más allá de las fronteras sociopolíticas ejecutadas por parte de la normatividad institucional (Carlos Andrés, 2010): “una “institución” que se deshace a sí misma, puesto que el carácter distintivo de su ejecución, la modalidad específica de la escritura literaria, consiste en cruzar o suspender las fronteras de todo régimen institucional o legal” (96).
Un acercamiento a la forma en la que tanto Jean-Paul Sartre como Jacques Derrida abarcan el objeto literario dentro de sus postulados filosóficos, permite evidenciar en ambos un tratamiento de la literatura como espacio de transformación, donde la ficción permite articular una serie de mecanismos que, de alguna u otra forma, actúan sobre las dimensiones sociopolíticas, anulándolas, alterándolas o sobrepasándolas. Sin embargo, el abordaje de ambos autores presenta una serie de diferencias entre sí, fundamentadas en distintas nociones sobre la idea de escritura, texto y ficción.
En el caso de Sartre, el objeto literario responde directamente al proyecto político de su autor(a), el sujeto creador; por tanto, la literatura se presenta como una herramienta por la cual el individuo ejerce su libertad a favor de la transformación social de su tiempo. El objeto literario, de este modo, se encuentra ligado de manera irremediable a su contexto inmediato de creación, en cuanto responde a la interacción sujeto/mundo, por la cual se constituye la noción de compromiso literario en Sartre. El contexto y el proyecto de su autor(a) determinan la función del objeto literario para con el mundo en el que se encuentra inscrito; es esta función la que determina la esencia misma de la escritura desde el punto de vista sartreano.
Por su parte, Derrida trabaja una idea de literatura fuera de toda limitación absoluta, que se aleja de la determinación de la intención del autor y de su contexto inmediato, pues la noción de escritura trabajada por este autor presenta al texto como un sistema de significación en constante transformación dada la diferancia a la que se encuentra sujeto, cuya presencia se encuentra meramente simulada por el funcionamiento de la huella.
Así, la literatura, a pesar de estar inscrita en una situación institucional conformada por instancias editoriales, jurídicas, culturales, entre otras, posee la capacidad de actuar como un espacio de transformación de estas propias estructuras
institucionales, un espacio de conjunción de múltiples textos donde además la lectura viene a ser parte integral de este movimiento de significación dando lugar a la amplitud del espectro interpretativo del propio contenido de la obra.
Por tanto, esta noción de literatura como un espacio entre escritura y lectura (sin jerarquía entre estos) se encuentra ligada a la idea de desconstrucción mediante la cual se trastocan las oposiciones tradicionales entre los discursos serios y no serios que defendían diversas teorías como las de los actos del habla; de este modo, la literatura deja de ser percibida como un discurso marginado para ser entendida como una instancia que hace posible sobrepasar cualquier catalogación o frontera sociopolítica aparentemente predominante en otra clase de discursos, en este caso archiliterarios.
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