Julio Minaya Santos

Semblanza de Lusitania Francisca Martínez Jiménez, filósofa y pensadora feminista dominicana



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Julio Minaya Santos


Recibido: 29/11/21 Aprobado: 13/12/21

Tengo el honor de presentar a la filósofa, escritora y pensadora feminista dominicana Lusitania Francisca Martínez Jiménez, con ocasión de su reconocimiento por parte de la Dirección General de la Feria del Libro Santo Domingo 2014, que ha designado con su nombre a una de las calles de la Plaza de la Cultura. Esta distinción ha sido un acontecimiento significativo para el quehacer filosófico nativo. De ahí que sus colegas de la Asociación Dominicana de Filosofía (ADOFIL) lo celebremos con ánimo festivo.

Discípula del filósofo dominicano Juan Francisco Sánchez (cariñosamente Tongo), Lusitania Martínez vio el sol por vez primera en San Cristóbal, ciudad desde la cual viaja a Santo Domingo en 1970, con la finalidad de cursar estudios de Licenciatura en Filosofía Pura. Pero desde antes estaba ya zambullida en el mundo filosófico. Tenía muchas preguntas sin respuestas y, dentro del tenso ambiente que vivía nuestro país tras la revuelta de abril y la segunda ocupación de Estados Unidos en 1965, ella estaba llena de confusión.

Lusitania reconoce que Tío Tongo (como cariñosamente llamaba al profesor de filosofía que la acoge en la Universidad Autónoma de Santo Domingo) ofreció una interesante salida


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a sus múltiples inquietudes: “En algún momento su agradable serenidad, su serena, pero viva inteligencia intuyó mi desesperada búsqueda de certidumbre” (“Krishnamurti y Tío Tongo”, Episteme. Boletín Bimestral, núm. 9, julio-agosto 1995, 17-19). Por esta vía llega a Krishnamurti, con lo cual se abre hacia otra perspectiva teórica que, si bien distaba del existencialismo y el marxismo que ejercían mayores influjos en ella y eran corrientes de pensamiento muy de moda para entonces, le siguió interesando porque le ofrecía ideas relacionadas con el dominio de las pasiones y los deseos.

¿Qué lleva a Lusitania Martínez, todavía una

adolescente inmersa en estudios de secundaria, elegir la filosofía como opción profesional? Debe consignarse que ya a los 15 años, según refiere Ylonka Nacidit Perdomo, asumía la función docente en el liceo experimental Manuel María Valencia, de su pueblo natal; pero también había leído ya El ser y la nada de Jean-Paul Sartre y el Segundo Sexo de Simone de Beauvoir (“Lusitania Martínez, creadora del término “generosofiando” (Acento.com, 25 de junio de 2018).

En la Universidad Autónoma de Santo Domingo, que la acoge en los inicios de los setenta del XX, borboteaban las turbulencias ideológicas propias de la guerra fría. En ella vemos a la radiante joven Lusitania Martínez pasar de estudiante a catedrática. Sin embargo, su espíritu de superación y emprendimiento no estaba hecho para detenerse en el nivel de grado; razón por la que gestiona una beca que le facilita realizar estudios doctorales. Al culminarlos en la Universidad Complutense de Madrid, la vemos de regreso a su país, donde asume la docencia que pronto le catapultará a la dirección de la Escuela de Filosofía, por dos periodos consecutivos, entre 1975-1980.

Quien conoce a Lusitania Martínez sabe de

antemano que las labores administrativas no se avienen con su personalidad. Ello explica que lejos de pretender escalar en el tren burocrático, la joven profesora tome la decisión de ensanchar su preparación académica, esta vez con un sesgo práctico, al gestionar otra beca para cursar una maestría en Sociología Rural en la Facultad

Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO), de México. De retorno a su país, Lusitania Martínez reanuda sus labores académicas y de investigación. Pero ocurre un fenómeno importante: los estudios sociológicos la llevan a contemplar con inusitado interés la cultura rural, específicamente el movimiento mesiánico que orbitaba en torno a la carismática figura de Liborio Mateo, líder campesino que enfrentó en 1922 la ocupación militar de Estados Unidos. Se traza como objetivo desentrañar las causas y el carácter de la Masacre de Palma Sola, de 1962, acción con la cual se pretendía sepultar las influencias del mesianismo liborista en la provincia de San Juan de la Maguana. Resultados óptimos de este estudio de investigación cualitativa quedarían expuestos en su obra Palma sola, opresión y esperanza: su geografía mística y social (1991). Aunque publicado a inicios de los noventa, este libro es su

principal contribución teórica de los 80.

Cabe advertir que estas investigaciones las lleva a cabo sin desmedro de su vida académica y filosófica. Por ejemplo, son inolvidables las lecciones de existencialismo dictadas hacia 1983 en la asignatura Filosofía Contemporánea, inspiradas en el humanismo existencialista de Jean Paul Sartre, filósofo que la cautivó desde su primer acercamiento al mundo filosófico. Y hablando de Sartre y su doctrina, nos encontramos ya con Simone de Beauvoir, filósofa existencialista con la que se había identificado ya en los estudios secundarios, y cuyos postulados filosóficos y culturales asumirá la naciente pensadora como matriz teórica fundamental de sus reflexiones en cuanto a filosofía de género, en adición a la pensadora española Celia Amorós, otra exponente paradigmática de dicha perspectiva teórica.

Siguiendo dicha ruta temática, y llegada

la década de los noventa, las preocupaciones intelectuales de Martínez se enrumban más decididamente por el problema de la situación de marginación y desigualdad social y de género que padece la mujer en el marco de un país pobre y pequeño, tras lo cual abraza el ideal emancipatorio de la igualdad de género. Al servicio de este proyecto pone toda su capacidad de investigación y reflexión,

llevando tanto al seno de la universidad estatal, como del Ministerio de la Mujer, de las instituciones feministas del país y de la opinión pública en general, el debate innovador sobre los temas y problemas cruciales que afectan la dignidad y los derechos de la mujer. Puede vincularse lo realizado por Lusitania Martínez en el seno de la sociedad dominicana, con el concepto “desobediencia cultural” postulado por Raúl Fornet-Betancourt en su filosofía intercultural. Tras el acopio de saberes de corte humanístico, que abarcan la filosofía y las ciencias sociales, nuestra intelectual logra obsequiarnos varios escritos en torno a la perspectiva filosófica y la epistemología de género. Comenzando con “La teoría feminista y la investigación social” de 1991, y su obra Actitudes femeninas ante los oficios no tradicionales (Análisis de un caso: Los Mina Norte, R.D., de 1994), hasta culminar con otro libro presentado en la UASD como resultado de su rol como investigadora. Nos referimos a su estudio del 2010: Filosofía y género: relación entre los discursos filosóficos y el

androcentrismo y sexismo.

Como expresión de la dimensión internacional que revistieron sus aportes acerca de la temática aludida, Martínez fue invitada por la UNESCO en abril del 2011 al Congreso de Filosofía y Africanidad, celebrado en la Universidad de Lafayette, Indiana, Estados Unidos. Del mismo modo, y como forma de asumir roles más concretos, aceptó presidir el Centro de Solidaridad para el Desarrollo de la Mujer (CE-MUJER), en Santo Domingo, y dirigir el Departamento de Estudios de las mujeres y la Familia de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UHPHU).

Uno de los pasos de mayor trascendencia dados

por la académica e intelectual fue la creación en el año 2008 de la Cátedra Extracurricular de Filosofía y Género “Simone de Beauvoir”, en la Escuela de Filosofía y la Facultad de Humanidades de la UASD, pues con ello asegura imprimir carácter de institucionalidad y de continuidad a iniciativas emprendidas con anterioridad, así como planear y desarrollar nuevas actividades de cara a la capacitación y empoderamiento de las mujeres, con el apoyo de la universidad estatal, el Ministerio de

la Mujer y varias instituciones ligadas al movimiento feminista dominicano. Además de permitir aunar voluntades, dicha cátedra permite captar nuevas gestoras para impulsar la corriente del feminismo ilustrado, no solo en la capital, sino en pueblos del interior. Entre ellas se destaca la joven filósofa Ingrid Luciano, quien asume roles de liderazgo y garantiza la extensión de los planes de trabajo en la nueva generación de mujeres.

Un aspecto que no podemos soslayar es su apoyo al grupo gestor que creó la Asociación Dominicana de Filosofía (ADOFIL), convirtiéndose en socia fundadora de dicha entidad en 2009. Pero si los esfuerzos y empeños empleados por Lusitania Martínez parecen no dejar espacio para otras tareas importantes, debe aclararse que no es así. En la misma Universidad del Estado creó y dirigió la Maestría en Metodología de la Investigación Científica y Epistemología; aparte de dirigir la Unidad de Posgrado de la Facultad de Humanidades.

Por otro lado, la proyección de su trabajo la llevó a prestar valiosos servicios en la Academia de Ciencias de la República Dominicana, llegando a ser la primera filósofa nativa que recibe la investidura como Miembro de Número de dicha institución. Allí, con el apoyo entusiasta del doctor Mario Bonetti, a la sazón presidente de la entidad, coordinó durante varios años la Subcomisión de Filosofía y Epistemología, desde la cual se desarrolló el Programa de Jornadas Filosóficas, espacio de lecturas y debates abiertos al público con la finalidad de fomentar el cultivo de la filosofía. Dentro de las personalidades ya fallecidas que desfilaron por el salón principal de la Academia en las tertulias figuran Alfonso E. González, Rosa Elena Pérez de la Cruz, Tomás Novas, Luis O. Brea Franco y el padre Jesús Hernández.

Todo lo reseñado hasta aquí, empero, no

agota el conjunto de contribuciones teóricas y de trabajo promocional que conforman el legado a la sociedad dominicana de nuestra filósofa de la cultura. Falta referir sus relevantes aportes en lo que atañe directamente al estudio del pensamiento filosófico en el lar nativo, para cuyo conocimiento y divulgación nos ha obsequiado una obra que

marca un verdadero hito. Nos referimos a Filosofía dominicana: su pasado y su presente, esfuerzo bibliográfico contenido en tres tomos, publicado en el año 2010 gracias al apoyo editorial del Archivo General de la Nación. En un total de 1992 páginas se recoge gran parte de nuestros escritos filosóficos, desde el siglo XVIII hasta nuestros días.

Al valorar el novedoso compendio logrado por Martínez, Jesús Hernández, director de la Biblioteca Antillense Salesiana (BAS), incansable promotor del libro filosófico dominicano asegura que la recopiladora “da un paso hacia adelante sobre los dos tomos de Armando Cordero en Panorama de la filosofía en Santo Domingo (1972)” (Biblioteca Antillense Salesiana (BAS). En Marcha 2010. Argos, 2010, 78). Hernández elogia el valor proyectivo de la obra, la universalidad expresada en fuentes bibliográficas, pluralidad de personas y temas, así como su actualidad, dado que incluye trabajos de la última generación filosófica del país. Y concluye: “Por estas y otras benemerancias aplaudo a Lusitania Martínez por su valentía. Auguro éxito a su empresa. Reitero el valor proyectivo como estímulo a seguir trabajando los que estamos en estos menesteres”.

Aun cuando el Covid-19 ha dificultado el

desarrollo normal de sus actividades, la asidua investigadora ha entregado al Archivo General de la Nación un cuarto libro, donde realiza un recorrido sobre los principales aportes bibliográficos del devenir histórico de la reflexión filosófica en el país, con especial énfasis en la producción intelectual realizadas por filósofas y pensadoras nativas. El mismo entra en la fase de diagramación entre febrero y marzo de este 2022.

Ahora, luego de presentar ese lado práctico y teórico de la vida de nuestra pensadora y teórica del feminismo en el país, permítanme hurgar brevemente en su persona, tal y como la he podido ir medio conociendo y contemplando desde hace tres décadas. Según mi apreciación, los dos rasgos básicos de su personalidad consisten en ser fiel a sí misma, en vivir según piensa, con lo cual rinde tributo a la existencia auténtica, aunque con ello complique su diario vivir. La otra cualidad a la que rinde culto

permanente es su espíritu de inconformidad, lo cual explica su disidencia cultural. Lusitania es la rebeldía encarnada. Lo reconoce: “Soy una rebelde con causa que nunca se ha encontrado cómoda en este mundo cargado de una enorme cantidad de injusticias y desigualdades. Y ello siempre será rotulado como una disfuncionalidad conductual de la peor clase” (“Krishnamurti y Tío Tongo”, 1995). De ahí que nada lo da por supuesto; todo lo pone en tela de juicio, desde los aspectos más triviales de la vida cotidiana hasta las más encumbradas conclusiones a que nos conduce el filosofar con rigor. A todo le advierte aristas o notas discordantes. Para ella, pues, los muebles del salón mental nunca están bien colocados, motivo por el cual casi siempre tiende a disponerlos de otra manera.

Ícono contemporáneo de la filosofía dominicana

contemporánea, Lusitania Martínez es una rompe-esquemas. No resulta raro que a todo el mundo ella le vaya complicando la existencia. Clara señal de que se está frente a una verdadera filósofa. Me la complicó a mí desde que la conocí en su despacho cuando fui a inscribirme para estudiar la carrera de filosofía. Con una sonrisa pícara me despachó qué sé yo cuántas preguntas y exhortaciones que me pusieron la cabeza del tamaño de una catedral. No olvido aquello de: “¿Qué te traes a la UASD a estudiar filosofía”? ¿Crees que esto sirve para algo?”. Buscaba que los nuevos estudiantes estuvieran seguros de la carrera que abrazaban.

Muchos de los aquí presentes vivieron la

debacle ideológica y la crisis filosófica que trajo consigo la caída del socialismo soviético y del Muro de Berlín a finales del XX. En la escuela de filosofía de la universidad estatal, los miembros de la generación de los ochenta como que medio nos habíamos curado en salud, pues si bien se había participado de la utopía marxista, no se descuidó la lectura de Platón, Plotino, Descartes, Kant, Nietzsche, Andrés Avelino o Juan Francisco Sánchez… Quiero decir que nos abrimos con ojos críticos a la vastedad del mundo filosófico. Eso nos llevó a ser cautos, y hasta cierto punto escépticos, sin quedar aprisionados entre dogmas o capillas ideológicas y políticas. Estábamos como a la expectativa, un tanto

indecisos y sumidos en un prolongado silencio. Contemplábamos ávidamente el mundo, con mirada perpleja, pero ya no se participaba de la corriente utópica que reclamaba su trasformación. Más que tiempo de transformación, se vivía una época de reflexión.

Esto fue hasta que Lusitania Martínez inquirió a los que fueran sus alumnos: “Siento que Ustedes no quieren asumir compromisos, están muy confortables sin identificarse con ninguna de las escuelas filosóficas. Tienen definirse. ¡Atrévanse, busquen sus nichos teóricos y asuman compromisos! De no hacerlo la vida se les irá y no serán nunca pensadores”. Esto representaba para nosotros un serio desafío, por lo que contribuyó en gran medida a que nos sacudiéramos y saliéramos del sitio en que nos habíamos acomodados. Hay que decirlo: la insistencia de Lusitania Martínez sirvió de catalizador para que buena parte de mi generación aceptara el reto de un reflexionar personal crítico, sin lo cual es imposible realizar obra de cierta importancia en el campo filosófico.

En realidad, ya su inquietud estuvo presente en

las lecciones que nos dictó a principios de los 80, en torno al existencialismo sartriano, específicamente en la noción de compromiso, en vivir de modo auténtico la propia existencia, en asumir la vida como un proyecto. Recuerdo cómo fruncía el ceño hablándonos del “práctico inerte” o de “la mala fe”, categorías emanadas del pensamiento vivo de Sartre.

Lusitania Martínez es, dentro del contexto local la filósofa e intelectual de mayor relevancia teórica en lo que respecta a una crítica desafiante y sin dobleces del entramado cultural dominicano, consuetudinariamente patriarcal y machista. Lo ha sido fundamentalmente desde el horizonte teórico de la filosofía de género. Todos nos hemos visto compelidos a revisar el paradigma machista y patriarcal heredado de nuestra tradición cultural. Poco a poco se ha abierto paso un nuevo enfoque paradigmático, una nueva concepción en que la mujer pasa a ser concebida y considerada como un ser humano con la misma dignidad y los mismos derechos que el hombre.

Ciertamente, ha sido un auténtico nadar contra la corriente, pues los sectores conservadores garantes de la tradición, no tiene piedad con quienes ejercen la libertad de pensamiento y osan refutarla

¡Cuántas veces no la he contemplado blandir sus argumentos ante estudiantes y profesores! Su talante de mujer firme en sus convicciones se ilumina cuando, en medio de un círculo de colegas en la Universidad, exclama: “El problema de Ustedes es que no se atreven a ser tiernos porque desde pequeño les enseñaron que las emociones son para las mujeres y que los hombres no lloran. Por eso son más violentos y agresivos. Culturalmente no tienen derecho a expresar sus emociones. Sean tiernos y serán más humanos”.

En un intenso esfuerzo filosófico y con el afán pedagógico para lograr la emancipación femenina en un entorno rabiosamente hostil, Martínez ha creado un vocablo nuevo. Se trata de la palabra generosofiando. Con el mismo la filósofa procura vincular la perspectiva de género con la filosofía, para de esta suerte poner al descubierto el androcentrismo y sexismo presentes tanto en las doctrinas filosóficas como en los discursos científicos. Se trata de un método que persigue capacitar en la dirección de un enfoque de género propiciador de un nuevo humanismo.

Con la pensadora Lusitania Martínez he tenido la

oportunidad de entablar diálogos y debates intensos e interesantes. En esos encuentros han salido a relucir dos de sus experiencias más profundamente tristes: la muerte de su madre y la de su entrañable amigo y colega Miguel Sáez, a quien conoció en los ajetreos académicos de la UASD. Ambos decesos, asimilados al modo de las situaciones límite de Karl Jaspers, le condujeron a profundizar aún más los enigmas e interrogantes que plantea la existencia humana.

En mi relación con la que fue mi profesora recuerdo dos llamadas telefónicas pletóricas de alegría. Una de ellas fue cuando me dio la noticia que el AGN le había publicado los tres tomos sobre filosofía dominicana ¡Hay que imaginar cuánto esfuerzo y dedicación deben emplearse en República Dominicana para sacar una obra de tres

tomos! La otra llamada se relaciona con una persona presente entre nosotros. Su nombre es Ingrid Luciano Sánchez, joven profesora de la Universidad Autónoma de Santo Domingo y miembro de la Asociación Dominicana de Filosofía. Me expresó: “Sabes?, ya tengo asegurado mi relevo en filosofía de género. Tú la conoces. Es una persona de brillante inteligencia y muy trabajadora, que desde ya viene tomando muy en serio el ejercicio intelectual comprometido con causas nobles y justas ¡Qué feliz me siento!”.

No debemos concluir estas palabras sin expresar agradecimiento a la Dirección General de la Feria del Libro por la distinción prodigada a la escritora e investigadora Lusitania Martínez, cuyo nombre ha sido asignado este año a una de las calles de la Plaza de la Cultura. Del mismo modo, al Archivo General de la Nación, entidad que dedicó la 7ma. Feria del Libro de Historia Dominicana del año 2020 a Lusitania Martínez y a dos brillantes historiadoras: Carmen Durán y Mu-kien A. Sang, como un homenaje a sus contribuciones al acervo histórico y humanístico nacional. En dicho evento cultural nuestra filósofa dictó la conferencia “Sufragismo dominicano, siglos XIX y XX: La dimorfía sexual”.

Ambas honras a nuestra filósofa, al provenir de

estamentos estatales implican un reconocimiento social y político a su labor como escritora y filósofa; pero, además, expresan de forma elocuente cómo se han abierto paso en nuestro entorno ideas y reflexiones nuevas, las cuales han puesto en entredicho al conservadurismo ancestral característico de la sociedad dominicana, especialmente cuando se trata de respetar la vida, los derechos y la dignidad de las mujeres. He aquí, pues, uno de los nichos temáticos en que la voz y la pluma de nuestra autora han cumplido una labor pionera en suelo dominicano.

Como “una de las eruditas más doctas,

amante de la sabiduría, que hemos conocida en la República Dominicana” la ha considerado Ylonka Nacidit Perdomo (Acento.com, 2018). Anécdota o no, se dice que cuando París ardía en llamas y era imposible detener la furia de los jóvenes franceses que desbordaban las calles en mayo de 1968,

un general sugirió a Charles De Gaulle apresar a Jean Paul Sartre, por sospechar que sus ideas inspiraban las protestas. De Gaulle lo inmovilizó con la expresión: “Sartre es nuestro Aristóteles”. Traigo a colación esto porque en lo que atañe a la labor de cuestionamiento filosófico y sociocultural frente al patriarcalismo y al machismo enquistado en la sociedad dominicana, Lusitania Martínez es nuestra Simone de Beauvoir. Finalmente, en cuanto a Lusitania Martínez, librepensadora y filósofa sin vacaciones, deseamos que parecido a su madre, disfrute de una vida longeva y saludable, de suerte que su trabajo filosófico y cultural pueda seguir dando frutos en este tercer milenio.