Milton Ceron Zamora
El presente texto tiene la finalidad de responder a la pregunta: ¿qué postura debe de tomar la enseñanza de la filosofía respecto al uso de las tecnologías del aprendizaje y el conocimiento (TAC). La primera parte del texto aborda las ventajas de estas nuevas tecnologías; en la segunda parte se exponen algunas consecuencias de su mal uso. La finalidad es proponer un uso responsable y consiente de estas tecnologías.
Autor/ Author
Milton Ceron Zamora, Universidad Autónoma de México, ORCID
ID: 0000-0002-2143-9712,
ceronzamoramilton@comunidad. unam.mx
Recibido: 29/11/21 Aprobado: 26/01/22 Publicado:08/07/22
Si bien, por lo menos en México, se esta transitando a un regreso escalonado de las clases presenciales, aún seguimos lejos de poder regresar con normalidad y seguridad a la continuidad educativa a la que estábamos acostumbrados, y no es para menos pues la pandemia ocasionada por el virus SARS Cov-2 ha modificado las formas en las que sentíamos y convivíamos en el mundo.
Así como la sociedad ya no será la misma de antes, la educación no puede seguir replicando sus esquemas pasados pues nos encontramos ante un punto de quiebre fundamental para reinventar la enseñanza -de manera específica- de la filosofía.
Es necesario racionalizar todas las experiencias que, como docentes, hemos tenido a lo largo del distanciamiento social y, sobre todo, de la experiencia educativa que ha traído la virtualización de las formas de vida, en especial la educativa. Se incentiva a la reflexión de estos tópicos en la enseñanza de la filosofía, pues ante el amplio abanico que proporcionan las nuevas tecnologías, es imprescindible que como filósofos tengamos la iniciativa de utilizarlas de manera cotidiana en nuestra labor magisterial, pero se debe de precisar que la propuesta va encaminada hacía un uso activo y significativo por parte del profesor, pues debe de racionalizar y hacer consciente el uso de estas tecnologías para incentivar un aula filosófica más activa, amena y dinámica para el alumnado.
Por lo tanto, la finalidad del presente escrito circula alrededor de la siguiente pregunta: ¿qué postura debería tomar la enseñanza de la filosofía ante las tecnologías del aprendizaje y el conocimiento (TAC)?. Esta investigación esta segmentada en dos momentos cruciales, primero exploraremos las ventajas propuestas por varios especialistas educativos respecto al uso de las TAC en la educación, posteriormente expondremos algunas desventajas y problemas que presenta la digitalización de la enseñanza a partir de esta experiencia pandémica, finalmente en el tercer apartado se propone una postura de convergencia, pues se aboga por una incorporación de los apartados positivos de las TAC pero evitando caer en su lado negativo para alcanzar una enseñanza de la filosofía revitalizada que logre hacer más dinámica y significante su capacidad educativa.
La pandemia se ha presentado, tanto para la filosofía como para su enseñanza, como un punto de quiebre que viene a modificar los propios límites educativos de nuestra disciplina. Desde que la filosofía ingresó a las universidades y sistemas educativos formales se le dio una importancia casi mesiánica a la cátedra como la forma más estandarizada para transmitir el conocimiento filosófico a los alumnos, pero en un nivel más formativo -y peligroso- como la única alternativa que tenía el estudiante de filosofía de aprender a enseñarla, siendo esto entonces, un ciclo que se repite generación tras generación. En última instancia, los estudiantes aprenden a enseñar filosofía de la manera en que sus profesores (estudiantes alguna vez) enseñan. Si bien a inicios de este siglo XXI se empezó a problematizar y proponer métodos mas diversos y creativos para enseñar filosofía, la perdida del aula física nos abre un nuevo abanico de posibilidades didácticas y filosóficas que se deben de aprovechar.
Es un tópico intrínseco de la filosofía el de ser una actividad crítica, reflexiva y
cuestionadora de todo lo que acontece en lo real, pues desde sus inicios el filósofo se ha caracterizado por ser un rebelde ante las verdades que gobiernan su propia época, pero este pensador no es solamente un rebelde que ataca sin razón aparente, busca disipar las neblinas de la ignorancia, en última instancia, busca desentrañar los misterios que el acontecer de lo real presentan día con día. Ante esto, así como las grandes corrientes canónicas en nuestra actualidad criticaron los supuestos dados,
es hora de que en la enseñanza de la filosofía dispongamos del carácter crítico para cuestionar aquellos supuestos que se han ido arraigando en su enseñanza. Lo anterior expuesto queda reforzado -desde la postura de Romero (2021, 181)- por el poder que tiene la reflexión sobre aquello que debe de ser cuestionado: “Lo contrario es mantenernos adormecidos por la indiferencia y el no cuestionamiento de lo dado. La filosofía, pues, resulta particularmente <<útil>> en el combate a la indiferencia y en la tarea de reflexionar sobre lo que damos por sentado”. La enseñanza de la filosofía ha estado referenciada directamente al aula física, ahora con el quiebre educativo que trajo consigo el SARS Cov-2 debemos de expandir los límites de la enseñanza hacía una nueva realidad naciente, a una realidad poco vislumbrada por la filosofía misma: la virtualidad.
El espacio virtual es una extensión del mundo físico de los humanos, pero al pasar del tiempo, cada día lo virtual parece independizarse de los límites de nuestra propia corporalidad. A inicios del presente siglo, con el nacimiento de los nuevos equipos de computación y redes de información, el humano empieza a descubrir las ventajas de las nuevas tecnologías pues se expandía el mundo de la información alojada en la naciente Web 1.0, una web que abría el camino para la masificación de la información, información que ya era más fácil de subir y compartir con todo tipo de usuarios. Pero es con la aparición de la Web 2.0 y 3.0 que los usuarios ya no son pasivos, ahora todo el mundo tiene la capacidad de compartir y colaborar con usuarios de diversas partes del mundo; si la filosofía política alguna vez soñó con un mundo cosmopolita, la web 2.0 haría estos sueños realidad. La nueva Web nos acerca con seres humanos de otros países y culturas, nos pueden leer y corregir, podemos desarrollar nuevas habilidades sin salir de nuestra propia casa, esta nueva web nos incentiva a ser activos ante la nueva realidad virtual.
En la actualidad, gracias al avance de las tecnologías de inmersión y realidad
virtual, parece ser que el ser humano ha logrado colonizar otro mundo, un reino lleno de datos y algoritmos. Pero ya no hablamos solamente de la interacción computador-ser humano, “ahora el espacio virtual es imagen; no solamente una mediación para llegar a la realidad o al conocimiento de ella, sino que es experiencia sensible, es percipi” (Tenorio, 2015, 227). Cada día, por consiguiente, se suele enriquecer la propia experiencia humana gracias a la virtualidad, esta nueva tecnología ha expandido las formas en las que sentimos, entendemos y experimentamos lo real. El nacimiento del Internet ha provocado un punto de ruptura entre el presente y el pasado, es hora de reflexionar a la educación -centrados desde la enseñanza de la filosofía- ante esta nueva perspectiva.
Si bien se tiene más de una década trabajando a las TIC -Tecnologías de la información y comunicación- desde una perspectiva educativa, no es hasta años recientes que se ha optado por subdividir y crear un nuevo término que se focaliza más en los procesos del aprendizaje y el conocimiento: TAC, Tecnologías del aprendizaje y el conocimiento. Las TIC son aquellas tecnologías que han revolucionado y ampliado la gama de posibilidades que tenemos los seres humanos para comunicar y adquirir información, entre sus máximos exponentes tecnológicos contamos con los ordenadores, los celulares, tabletas digítales y otros artilugios del nuevo siglo. Las TAC, entonces, surgen de la necesidad de reflexionar y proponer formas novedosas
de aprender con y a través de la tecnología, este cambio de perspectiva se puede resumir en la siguiente pregunta: ¿De qué manera podemos aprender con estas nuevas tecnologías?.
Una de las cualidades más favorables de las TAC que me gustaría empezar a desarrollar -desde la perspectiva de Velázquez & López (2008, 5)- es que: “[…] contribuyen para que el alumno construya y reconstruya el conocimiento, desarrolle habilidades, destrezas comunicativas y actitudes frente a los retos que demanda el trabajo independiente y colaborativo”. El alumno para aprender desde estas nuevas tecnologías debe de tomar un papel activo y crítico, debe aprender a trabajar con todo el cúmulo de información que hay en la red, puede (y debe) de trabajar en equipo para construir redes de conocimiento fuertes y fértiles para enriquecer su propio aprendizaje. Su conocimiento, por lo tanto, ya no se encuentra limitado por el ámbito clásico educativo (escuelas, bibliotecas, museos, etc) sino que es expandido y nutrido desde la internet abriendo nuevas posibilidades de aprender -y enseñar en el caso de los docentes-.
Los alumnos son nativos digitales, han crecido en la virtualidad, pero esto no
quiere decir que hayan aprendido a educarse con estas nuevas tecnologías, aquí está el reto educativo. En el caso de la filosofía el problema esta claro: ¿Cómo acerco a mis alumnos al mundo filosófico a través de tecnologías que yo como profesor no conozco ni domino? El primer paso es aceptar el rezago tecnológico que se tiene, uno como docente debe de tener la iniciativa de querer aprender a usar estas tecnologías no solamente por el hecho de llenar nuestras planeaciones, sino para nutrir la experiencia educativa de nuestras propias asignaturas. Si la didáctica clásica ya abre nuevas oportunidades a los métodos de enseñar filosofía, ahora con las TAC el abanico es inmenso tanto para el docente que busca formas de rehacer su quehacer educativo, como del estudiante que busca profundizar y complementar su propio aprendizaje; es en esta nueva dinámica donde los dos actores educativos cobran la misma relevancia, pues ya no se reducen a relaciones de subordinación sino de cooperación.
En estos tiempos, donde la presencia se ha vuelto un lujo, ¿cómo podemos estar
presentes desde la filosofía en un aula virtual? Me uno a la respuesta que dan Arroyo & Romano (2020, 29): “Implica tener la intención y el interés de querer estar ahí […] La presencia es un hacer, nos hacemos y nos damos en el diálogo filosófico”.
El poder de la filosofía no radica únicamente en los libros clásicos o en las discusiones más famosas del gremio; también está en el poder dialógico, en la necesidad de conocer y reconocerme con el otro (en este caso el alumno).
La pandemia nos aisló durante dos años, pero nos hizo ser más empáticos con el sufrimiento del otro, nos hizo entender que detrás de esas cámaras y micrófonos apagados hay un alumno que esta pasando por un mal momento o que no tiene el interés suficiente para prestar atención; se presenta como un golpe duro a la filosofía respecto a la creencia de que con el puro discurso podemos encantar al alumno.
Por tanto, debemos hacer uso consciente del poder filosófico para abrir una nueva era en la enseñanza de la filosofía, debemos seguir expandiendo los límites de la experiencia educativa de nuestra propia aula, pero sobre todo debemos seguir entendiéndonos como seres sensibles, seres que tienen sueños, ideales y miedos.
Las TAC se presentan como una nueva oportunidad de expandir el poder formativo de la filosofía, debemos de dejar atrás el miedo y arrogancia de seguir replicando las formas en que aprendimos a enseñar filosofía durante nuestra propia formación universitaria, el aula filosófica, debe de ser reinventada día con día para hacer de nuestra labor magisterial algo perfectible y significativo para nuestros alumnos.
Como se expuso en el apartado anterior, estas nuevas tecnologías abren varias posibilidades para reinventar y mejorar la enseñanza de la filosofía, pues son un medio donde los docentes y alumnos pueden experimentar y aprender juntos. Pero como toda herramienta humana, tiene su lado positivo y negativo, por esto, en este apartado trataremos algunos temas relevantes sobre los efectos negativos que tiene el uso de las TAC si no son trabajadas desde una actitud consciente.
Entrando a la cuestión, Carr (2010) en el tercer capítulo de su libro Superficiales.
¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes? nos menciona que las tecnologías del intelecto (aquellas que modifican las formas en las que pensamos y entendemos la realidad) han tenido un fuerte impacto sobre la humanidad, pues poniendo ejemplos de ciertos instrumentos -el reloj, los mapas y la imprenta- nos explica la fuerte modificación que han tenido las redes neuronales y sus sinapsis (neuroplasticidad) durante la larga conformación de las sociedades humanas respecto a las herramientas que estimulan nuestro propio cerebro. Lo interesante de este asunto es que estas modificaciones dan como resultado la pérdida de ciertas habilidades a cambio del desarrollo de otras nuevas que potencialicen el uso de los instrumentos que hemos desarrollado (con el uso del mapa se desarrollaron más los sentidos de percepción y espacio-tiempo pero sacrificando los niveles de retención y orientación para recordar las rutas marítimas más efectivas); por consiguiente, es necesario entender que las tecnologías que hemos ido desarrollando en toda la historia de la humanidad han moldeado nuestro cerebro, hay que tener cuidado con el uso que se le da a la internet porque aún no se sabe, ciertamente, que efectos perjudiciales tiene en nuestro cerebro, lo que se sabe es que sí nos afecta a nivel conductual.
Sin importar la postura que se quiera adoptar -determinista o instrumentalista-,
es un hecho que nosotros usamos la tecnología a nuestro favor, pero también esta nos va modificando conforme nos vamos haciendo más dependiente de ella, por ello es importante hacer consciente de sus impactos. En el caso que inspira este escrito, la pandemia nos ha obligado a resguardarnos en nuestras casas para sobreguardar la propia integridad física, pero la gran pregunta que debe realizarse es: ¿Qué tan enajenados a la tecnología nos hemos hecho durante esta pandemia?. Respondiendo; bastante, pues toda la labor educativa se focalizó en los ambientes virtuales de aprendizaje trayendo consecuencias negativas por su uso incorrecto.
La filosofía y su enseñanza se han visto afectadas fuertemente por esta pandemia, pues ante la urgencia de iniciar cursos, la única forma que tenía el docente de enseñar era a través de la cátedra (de experiencia meramente física), grave error. Si para muchos alumnos resultaba algo tedioso tener que estar dos horas escribiendo
pasivamente lo que un docente buscaba transmitir, con el anonimato proporcionado por las plataformas de videoconferencias, los alumnos caían en la tentación de disipar el aburrimiento con mucha facilidad, si antes los alumno se salían al baño a respirar, ahora pueden ausentarse toda una clase gracias a las redes sociales y sus distracciones. Solo se necesita de un estudiante desinteresado y un profesor desanimado para empezar un círculo vicioso para que el aula filosófica muera a causa de la apatía y desinterés de ambas partes. Las clases estériles de filosofía solo provocan que los alumnos terminen por escapar al cibermundo, olvidan la experiencia de su realidad exterior y empiezan a enajenarse en una realidad diferente, una realidad donde sí se pueden entretener y escapar de sus propios conflictos, dando como resultado el empobrecimiento de su propia experiencia humana:
Detrás del uso de la tecnología digital se observa una nueva forma de desigualdad de corte cognitivo, la razón es que las personas que viven la vida a través de la pantalla tienen una experiencia empobrecida de la realidad pues ésta, toda ella, se da a través de un vidrio liso. Para los pobres la pantalla táctil es su ventana al mundo (Chaverry, 2021, 135).
Es preocupante imaginar el tipo de alumnos -y sus respectivos rezagos educativos-que tendrán que formarse en nuestras aulas en los próximos años, pues son alumnos donde toda su experiencia educativa y formativa se encuentra determinada por la pantalla de su celular y computador. Debemos pensar en el caso de los niños, ellos deberían de estar jugando y conviviendo en comunidad pero gracias a la pandemia terminaron resguardados en sus hogares perjudicando su desarrollo psicosocial, pensemos en adolescentes que deberían empezar a crear su propia personalidad pero que a causa de estar encerrados lo único que les permite crear una identidad es la computadora.
La escuela se ha concentrado en continuar las clases, lo cual ha dado como resultado que tanto docentes y alumnos tuvieran que adaptarse al nuevo ambiente educativo virtual. El alumno no estaba preparado para aprender pues era una experiencia nueva, por su parte el docente no tenía el conocimiento necesario para lograr planificaciones efectivas en un tipo de aula nueva. La educación tenía que seguir, a pesar de que la gente moría y los hogares sufrían crisis. En un mundo globalizado y neoliberal donde el mercado es la entidad más importante y que no debe parar, ninguno de los demás sectores tampoco tiene el derecho de parar.
Es un hecho, la escuela se ha convertido en una empresa, en un corporativo que busca generar empleados con las habilidades necesarias para un buen desempeño laboral, por esto, la cadena productiva de la escuela no debe parar, deben seguir llenando el mercado de egresados aunque estos no hayan aprendido nada. Rodríguez (2020, 68) comenta al respecto que: “A diferencia de la escuela-fábrica, la escuela empresa no obedece ya a las lógicas de la producción fordita porque el capitalismo actual ya no es un capitalismo de producción sino de servicios”. La escuela tendría que ser el lugar ideal para responder a los problemas del mundo pandémico, es el mejor refugio para darnos el lujo de reflexionar, es el lugar para interactuar con el otro, para expresar sentimientos y emociones, para colaborar. Pero no, la escuela necesitaba cumplir el currículum, el mundo podría estar en caos, pero mientras el mercado
necesitara de mano de obra cualificada, la escuela tendría que proporcionarla; reflexionar, pensar y criticar desde el momento dado no es importante bajo esta perspectiva mercantilista.
La filosofía podría ser el lugar ideal para atacar las dudas y miedos que tienen los alumnos ante un futuro incierto, la filosofía podría ayudar a desenredar el caos pandémico de esta realidad, tiene la capacidad de poder dar significado y resolución a los problemas del momento, pero en un acto de soberbia, prefirió replicar la educación ortodoxa de lo presencial. Sabemos que la filosofía es una disciplina crítica, que reflexiona los problemas de lo real, anti-dogmática y revolucionaria; ¿pero en dónde quedan todos estos valores positivos cuando nos encontramos ante una enseñanza enclaustrada en prácticas educativas, irreflexivas y meramente instrumentales?. Los filósofos y profesores de filosofía eliminaron y volvieron estéril el poder de la filosofía en tiempos pandémicos cuando decidieron usar las TAC de una forma ortodoxa y poco reflexiva, el alumno tenía la oportunidad de poder entender que la filosofía no es inútil, que sirve para reflexionar los problemas de la realidad, pero el docente optó por estar conectado diariamente en una videoclase exponiendo autores en vez de filosofar la realidad pandémica a partir de estos mismos a través de la innovación de su aula gracias a las nuevas tecnologías.
Para apoyar el punto anterior, me gustaría exponer la siguiente investigación que
realizaron Pacheco e Infante (2020, 92), los autores analizaron los resultados de un curso realizado en el 2012 en una universidad del occidente de México, la finalidad del curso era que la planta docente adquiriera competencias y habilidades significativas respecto al uso de las TIC en su labor educativa, de esta experiencia, me gustaría rescatar lo que los autores concluyen:
[…] se evidencia un problema, estos profesores quienes utilizan las TIC lo hacen de manera instrumental, no observan la resignificación de las TIC. La mayoría de las investigaciones se enfocan al acceso, uso y apropiación de las TIC pero ¿cuál es el uso efectivo, crítico-reflexivo, sociocultural de las TIC para situaciones de enseñanza aprendizaje?
De lo anteriormente citado, se puede concluir entonces que si bien muchos de los docentes suelen integrar en sus prácticas el uso de las TIC -llamadas ahora TAC-, el uso que hacen de estas herramientas cae en lo instrumental pues no resignifican el aprendizaje del alumno, pues su foco principal es solamente la transmisión de la información y no el intercambio y construcción del conocimiento de manera activa y conjunta. Si las TAC se siguen usando de manera irreflexiva lo único que estaremos logrando es volver estéril y aburrida la enseñanza de la filosofía viendo como resultado que nuestras videoclases permanezcan cayadas ante un público presente en fotos y nombres, pero ausente en participación y aprendizaje.
Una vez expuesto lo positivo y negativo del uso de las TAC en la enseñanza de la filosofía, se busca proponer una postura que logre utilizar los aspectos positivos de estas nuevas tecnologías pero siendo conscientes que si no se les da el uso adecuado
se podría tener el efecto contrario a lo buscado. Estamos, por tanto ante, una propuesta educativa y filosófica que tiene la capacidad de enfrentar las problemáticas que se están viviendo a nivel global.
La filosofía no debe de tomar un rol pasivo e irreflexivo respecto al uso que hace de las TAC pues en tiempos de incertidumbre, dudas y revelaciones, la filosofía
-pero sobre todo pensando desde el mundo virtual- debe de atender, anexando la propuesta de Romero (2021, 173-175) los siguientes cuatro problemas principales:
El uso acotado del proceso de escritura: Los alumnos tienen tendencias a escribir de manera rápida, no se dan el tiempo de procesar y escribir de una forma consciente el mensaje que se busca transmitir; en un cibermundo donde la comunicación es recortada, el lenguaje se ve afectado por dicho fenómeno, esto lo podemos ver reflejado en sus ensayos pues les cuesta trabajo organizar y expresar todas sus ideas.
La disminución de la capacidad de concentración intelectual: Viviendo en un mundo apresurado e inmersos en el flujo de imágenes constantes, los alumnos no tienen la oportunidad de retener la atención, pues sus mentes se desvían hacia la búsqueda del entretenimiento más inmediato. Entre mensajes, videos, notificaciones y redes sociales, la mente no puede ocuparse de una única cosa.
La cultura del eterno entretenimiento: Videos, películas, podcast, memes, conversaciones, videojuegos, series; todos estos formatos de entretenimiento se tienen a la mano con tan solo un click, el internet está siendo manipulado para poder retener la atención de los cibernautas, pues entre más tiempo se logre retener su atención, más dinero podrán generar. Estamos, por lo tanto, ante una industria masiva que lucra con la diversión y que está en la constante búsqueda de que el público dedique la mayor parte de su día a consumir su mercancía.
La falta de capacidad para saber escrudiñar la información: el alumno vive en un mar de información, pero si esta información no se sabe trabajar de una manera crítica, el alumno podría ser víctima de las famosas fakes news o teorías conspirativas. Si bien el surgimiento de la internet democratizó el acceso y la distribución de la información, dejó abierta la puerta para que cualquier persona suba datos que puede ser tanto verdaderos como falsos.
Por tanto, recae en la labor del filósofo-docente incentivar el uso del pensamiento crítico y reflexivo para que los alumnos puedan saber escrudiñar, clasificar y organizar la constante marea informativa en la que están sumergidos. El estudio es un hábito que debe de fortalecerse constantemente, se necesita de perseverancia e iniciativa para poder centrar la mente a la hora de estudiar los temas de la clase, y en este mismo sentido la filosofía puede aportar para que los alumnos logren organizar sus pensamientos y hacer consiente sus horas de estudio. Es necesario hacer visibles las problemáticas propias del aprendizaje filosófico para saberlas abordar de una manera efectiva, pues el alumno debe de encontrar el gusto por asistir, participar y aprender
en nuestras clases, es labor de ambos construir el ambiente ideal para aprender filosofía, el profesor entonces, está para fortalecer las habilidades intelectuales del educando.
La escuela como aquella institución máxima de educación debe adaptarse a los nuevos tiempos, pero sobre todo recordar la experiencia que se vivió en las aulas virtuales. Esta adaptación ya no debe de ir hacía el rumbo que el sistema de habilidades por competencias se estaba dirigiendo (producción de mano de obra cualificada para las empresas), ahora debemos de abogar por una educación para la vida, para el individuo y para la ciudadanía crítica. La filosofía nos ayuda a contemplar la realidad del mundo, pero no se queda únicamente en una postura pasiva, sino que la crítica puede tener el poder de transformar las problemáticas del momento, y en tiempos donde tener un espacio para reflexionar es un lujo, necesitamos del aula para lograr un alcance masivo para incentivar el buen pensar en los alumnos, pues todo alumno que pasa por un aula, en el futuro terminará siendo un ciudadano.
La pandemia trajo, caos, dolor, incertidumbre, pero también nos demostró como humanidad que el camino que estábamos llevando era el incorrecto, tenemos una segunda oportunidad para redimirnos, por ello, no debemos de olvidar que este momento de ruptura educativa y filosófica en la que estamos transitando muestra el verdadero poder educativo que tiene la filosofía en alumnos que buscan entender y transformar su realidad:
Tal atmósfera es incentivadora, cuestionadora, abierta, flexible y creativa sobre los hechos sociales, el medio ambiente y el mundo en su dimensión amplia, a vivir sus valores en el mundo real, en medida que despiertan en sí mismos el deseo de ser capaces de contribuir con su comunidad, sociedad y el mundo (Barros; Da costa, 2021, 35)
Otra propuesta que se debe considerar es la reformulación de la nueva aula filosófica nutrida desde las TAC. El aula ya no debe de ser un espacio jerárquico de alguien “que sabe” y otro alguien “que no sabe”, la filosofía debe partir del reconocimiento mutuo como actores con la misma relevancia, debemos construir en comunidad el pensamiento, pero esta construcción debe de motivar a los alumnos a implicarse en su propia episteme, no debemos olvidar las TAC adquiridas para fortalecer más el ambiente educativo de nuestras aulas filosóficas pues estas llegaron para quedarse, en consecuencia, debemos integrarlas de manera activa y significativa. Por consiguiente, propongo transformar nuestras aulas en aulas laboratorios donde los alumnos puedan interactuar y transformar sus propios procesos de aprendizaje filosófico, pues desde la perspectiva que tiene Estrada (2017, 12), estas nuevas tecnologías potencializan la creatividad del alumno: “ya que permite al alumnado ejercer una relación directa con los contenidos que está trabajando y manipularlos con mayor independencia, creando trabajos propios y únicos, al mismo tiempo que lo pueden compartir con el público”.
La enseñanza de la filosofía ya no debe verse únicamente como un espacio para transmitir la historia de las doctrinas filosóficas, se aboga por enseñar el acto mismo del filosofar, pues en vez de aprender aquello que dijeron los autores clásicos, se debe enseñar a pensar a partir de ellos. El aula clásica, por lo tanto, se ha caracterizado por ser jerárquica y expositiva, lo que debemos hacer en esta nueva época es construir el conocimiento
filosófico con nuestros alumnos valiéndonos de todas las herramientas que sean posibles (tanto herramientas didácticas físicas y virtuales).
No únicamente la filosofía debe de dar un giro educativo, toda la educación misma debe de adaptarse y aprovechar la oportunidad que la pandemia proporciona. De nada sirve lo que se propone en este y demás textos filosóficos si a nivel institucional-administrativo se sigue relegando a la filosofía (y humanidades) a un segundo nivel, debemos de entender que todos los saberes tienen la misma importancia, pues mientras que unos sirven para construir y sostener la infraestructura del mundo donde habitamos, otras (las humanidades) tienen el poder de abrir la sensibilidad y reflexión de los educandos, pues en sociedades violentas, agresivas, desiguales y caóticas, se necesitan de las humanidades -y de la misma filosofía- para entender el mundo social y poderlo mejorar, por ende, estamos ante un gran reto: “Desaprender, para reaprender. Todos. La escuela, la sociedad. Esa es la gran lección de la educación telepresencial, opción ante la Pandemia y es, por esa ruta que debe ir esta nueva mirada de la ética y educación en crisis” (Guerrero, 2021, 103).
Parte de esta propuesta de desaprender para reaprender debe de instaurarse en lo más profundo de cada filósofo para tener la iniciativa de aprender a usar las TAC de una manera significativa y atractiva para el alumno, pues si el docente no tiene la convicción de querer aprender a enseñar filosofía desde otra variante no ortodoxa, su poder educativo se verá reducido. Por ello, ante una nueva realidad donde el alumno es un nativo digital, debemos afrontar el reto de educar a una generación que sabe cómo usar la tecnología, pero que no sabe usarla para aprender, pensar y reflexionar. Se necesita de un nuevo profesorado, instituciones educativas y filosofía para poder afrontar los retos que tanto la pandemia y el siglo XXI traen consigo.
En el presente escrito se pudieron iluminar dos concepciones distantes entre si respecto a las posturas que se deben de tomar frente a las nuevas Tecnologías del Aprendizaje y el conocimiento. Si bien, es interesante conocer las perspectivas del mismo problema, lo que se vino a presentar fue una propuesta conciliadora -en especial ecléctica- de la forma en que la enseñanza de la filosofía debe de trabajar con las TAC.
Las TAC nos dan la posibilidad de romper con los límites de la propia experiencia educativa (una experiencia fuertemente física), gracias a esta ruptura de centro, la filosofía -pero en especial su enseñanza- tiene la capacidad de expandir los dominios de su poder educativo, pues ya no se restringe únicamente al aula sino hacía el amplio y fecundo campo virtual donde las nuevas juventudes estan adquiriendo una visión diferente del mundo. Siendo el cibermundo una realidad caótica y llena de información sin filtros, debemos desde la filosofía incentivar el pensamiento crítico y reflexivo para que el alumno pueda hacerse de una opinión propia pero sustentada desde un pensamiento cuestionador y lógico, pero todas estas acciones deben de ser acompañadas por el profesor, pues su labor fundamental es incentivar el aprendizaje de la filosofía de una manera atractiva, horizontal y suscitadora en sus educandos.
Lo que si es necesario de precisar, es que la enseñanza de la filosofía no debe de hacer uso instrumental de estas nuevas tecnologías, pues así como tienen su
lado positivo que abren la posibilidad de enseñar de formas nunca vistas, mal empleadas, también pueden esterilizar la práctica educativa del filósofo convirtiendo el aprendizaje filosófico en algo abrumador y aburrido. Las tecnologías por si mismas no son malas, es el docente quien tiene la responsabilidad de encaminarlas para un uso emancipador y no meramente instruccional, pues así como son benéficas para el aprendizaje también pueden ser perjudiciales si el alumno no logra controlar los impulsos de distracción a los cuales está sometido por el medio digital (un medio de la eterna diversión).
Finalmente, la postura que debe de tomar la enseñanza de la filosofía ante las TAC es una actitud activa y reflexiva, debe de incorporar estas nuevas tecnologías a su propia didáctica sin caer en un uso mecanicista, pues ante los nuevos tiempos, es necesario que la filosofía misma empiece por actualizar sus herramientas didácticas. No sabemos en que momento estaremos enfrentando una nueva crisis que nos obligue a recluirnos en nuestros hogares, pero el día en que se suscite dicho evento, espero que la enseñanza de la filosofía este blindada y pueda responder acordemente. Por consiguiente, exhorto a no olvidar todos los aprendizajes adquiridos durante esta pandemia para poder fortalecer y mejorar la experiencia educativa de la enseñanza de la filosofía desde una postura activa.
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